Con el objetivo de lograr la autosuficiencia energética y reducir su dependencia de las importaciones de gas natural licuado (GNL), el nuevo gobierno de Japón apunta a la energía nuclear como solución a sus problemas. “Un suministro de energía estable y asequible es esencial para mantener el bienestar de los ciudadanos y la industria nacional, así como para fortalecer nuestra competitividad”, justificó la flamante jefa del gobierno nipón, Sanae Takaichi.
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En la actualidad, el país cuenta con 14 centrales nucleares operativas, que suman una potencia total instalada de 12.631 megavatios. Otros 27 se encuentran cerrados desde el accidente de Fukushima, de marzo de 2011. Recientemente, se aprobó la reactivación parcial del complejo Kashiwazaki-Kariwa, el más grande del mundo con una potencia total de salida de 8212 megavatios. La reapertura de los reactores 6 y 7 de esta última planta aportarían 2710 megavatios al sistema eléctrico japonés.
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El objetivo es que la energía nuclear, que hoy representa apenas el 8%, aporte entre el 20% y el 22% de la generación eléctrica para 2030. En su última revisión del plan energético estratégico, el gobierno apunta, de esta forma, a una reducción de los costos de la electricidad, al tiempo que busca lograr la descarbonización de la economía y mejorar la competitividad de su industria. Un ejemplo que se cita es la reciente reapertura de las instalaciones nucleares en las regiones de Kyushu y Kansai, donde las tarifas eléctricas son hasta un 30% más bajas que en otras zonas del país.

Japón: la dependencia de los fósiles y la presión de Estados Unidos por el GNL ruso
El 83% del mix energético primario de Japón depende del petróleo, el carbón y el gas natural licuado (GNL), combustibles fósiles que debe importar. En 2024, el país gastó 71.000 millones de dólares en GNL y carbón importados, que cubrieron el 65% de la generación eléctrica.
Sometido a una fuerte presión estadounidense, el gobierno nipón busca reducir, puntualmente, sus importaciones de GNL desde Rusia, que en 2024 representaron el 8,6% de las importaciones totales de ese combustible. Las firmas Mitsui y Mitsubishi Corporation participan, respectivamente, con el 12,5% y el 10% de las acciones en el consorcio que gestiona el proyecto Sakhalin-2, ubicado en la homónima isla rusa ubicada al norte de Japón.
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El contrato que firmó en su momento Tohoku Electric Power —que gestiona la provisión de electricidad para 7,6 millones de personas en Japón— con Sakhalin-2 expira recién en 2030. El problema es que si Japón dejara de comprar el GNL a Sakhalin-2, la brecha tendría que cubrirse con otras importaciones más caras, lo que redundaría en un aumento de los costos energéticos internos.
Mientras tanto, la compañía japonesa JERA —la mayor empresa de generación eléctrica japonesa— evalúa integrarse al proyecto GNL Alaska, valuado en 44.000 millones de dólares. La iniciativa incluye un gasoducto de 1287 kilómetros, que conectaría yacimientos del norte de ese territorio estadounidense con el puerto de Nikiski, donde se instalaría una terminal de licuefacción. En septiembre pasado, JERA firmó una carta de intención con el grupo estadounidense Glenfarne —que lidera este proyecto— para la adquisición de 1 millón de toneladas anuales de GNL durante un período de 20 años.




