Días atrás, un Hércules C-130 y dos tripulaciones de la Brigada Aérea I de El Palomar, perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina, despegaron con rumbo a Trinidad y Tobago, en el Caribe.
¿La razón? Representar a Argentina en el ejercicio multinacional Tradewinds 2025, organizado por el Comando Sur de Estados Unidos y en el que participaron más de 1.000 efectivos, de fuerzas armadas y de seguridad, de 26 países de América y de Europa.
Cómo fue el ejercicio Tradewinds en el que participó el avión Hércules argentino
El ejercicio Tradewinds es una actividad operacional patrocinada por el Comando Sur de Estados Unidos y planificada por el Ejército Sur de ese país. En esta edición, además, estuvo codirigido por la Fuerza de Defensa de Trinidad y Tobago (TTDF).

En esta oportunidad, la actividad tuvo lugar durante los primeros días de mayo y se enfocó en el entrenamiento conjunto, combinado e interinstitucional en los ámbitos terrestre, aéreo, marítimo y cibernético. ¿El objetivo? Fortalecer la cooperación regional para combatir al crimen organizado transnacional y llevar adelante operaciones humanitarias en caso de desastre.
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A propósito, y según se difundió en la página del Ejército de Estados Unidos, a comienzos de este año, el coronel Christopher Johnes, director de entrenamiento y ejercicios de esa Fuerza y codirector del Tradewinds 2025, declaró que poder trabajar en estrecha colaboración con Trinidad y Tobago, otros socios caribeños y naciones aliadas fortalece la preparación y refuerza los lazos de confianza y compromiso compartido con la seguridad y la estabilidad regional en un entorno global cada vez más complejo.


La Fuerza Aérea Argentina en el Tradewinds 2025
La Fuerza liderada por el brigadier Gustavo Valverde dijo presente en la actividad con el emblemático sistema de armas Hércules C-130 y dos tripulaciones.
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Desde la Fuerza Aérea detallaron que el ejercicio comprendió el entrenamiento de un Estado Mayor combinado, interdicción marítima, seguridad terrestre, asistencia humanitaria en casos de desastre, ejercicio de comando y control, y entrenamiento de campo. Además, se llevaron adelante seminarios de liderazgo.

Además, y en lo específico al sistema de armas, se adiestró al personal de otros países en lo que respecta a los entrenamientos en tierra del personal, como los procesos de carga y descarga del Hércules C-130, técnicas de MEDEVAC (evacuaciones médicas) y CASEVAC (evacuación de víctimas y heridos) en casos de catástrofe y ayuda humanitaria.
Durante el Tradewinds, los pilotos argentinos también efectuaron vuelos tácticos (baja cota) con lanzamientos simulados de personal y carga para recrear situaciones de apoyo y ayuda humanitaria en áreas de difícil acceso, se realizaron vuelos de búsqueda y rescate en el mar, y se ejecutaron vuelos TACON (tactical control) en el que se apoyó con sensores IR un desembarco anfibio y se brindó apoyo de enlaces.
El valor agregado del Tradewinds: las misiones se realizaron en Jamaica y Trinidad y Tobago, escenarios operacionales poco comunes para el Escuadrón I, lo que sirvió para sumar experiencia a las tripulaciones que intervinieron.

En síntesis, fue la oportunidad de comprobar el grado de interoperabilidad de la Fuerza Aérea Argentina con otras fuerzas y agencias internacionales, aspecto clave para mantener los estándares de calidad que demandan las operaciones globales.
¿Por qué el Hércules C-130?
En situaciones de ayuda humanitaria, el emblemático sistema de armas de transporte de la Fuerza Aérea Argentina pasa al frente y se convierte en un protagonista necesario.
Por ejemplo, en la pandemia del COVID-19 trajo a los argentinos varados en distintos lugares del mundo; durante las inundaciones que afectaron a la localidad brasileña de Río Grande do Sul, también despegaron para llevar ayuda; también, tras el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, se trasladó a Israel para, en la operación “Regreso Seguro”, traer a los ciudadanos connacionales varados en ese país; finalmente, en marzo, dijo presente durante la inundación que afectó a Bahía Blanca.

En cada una de esas operaciones, la aeronave -que lleva el nombre de un dios griego, admirado por su fuerza y considerado protector de los ejércitos- contó con tripulaciones especialmente capacitadas para operar en distintos ámbitos. No hay que olvidar que el Hércules también es el responsable del puente aéreo que nos une con el continente blanco: aterrizan y despegan durante todo el año en la pista de permafrost ubicada en la base antártica Marambio.
El Hércules C-130, en la guerra y en la paz
El sistema de armas Hércules C-130 es operado por la Brigada Aérea I, con asiento en El Palomar, y tiene capacidades relacionadas con navegaciones tácticas, búsqueda y salvamento, lanzamiento de tropas y de carga, reabastecimiento en vuelo, y vigilancia y control del aeroespacio. Además, las aeronaves argentinas fueron modernizadas por FAdeA con el objetivo de mejorar el desempeño de las máquinas y prolongar su vida útil.
Cabe destacar que, a comienzos del año 2024, un Hércules C-130 fue donado por Estados Unidos. El avión, matriculado TC-60 “Pioneros de la aviación militar”, fue entregado al país tras 11 meses de leasing.
Hércules C-130 en Malvinas
El dato: esta aeronave protagonizó verdaderas hazañas en la Guerra de Malvinas, oportunidad en la que garantizó el sostenimiento logístico de las tropas y debió efectuar vuelos de exploración y reconocimiento lejano.
En ese contexto, para evitar ser detectados por los británicos, sus tripulaciones llevaron adelante misiones que los expertos califican de suicidas: los “vuelos locos”. En ellos debían volar al ras del agua, entre 10 y 15 metros sobre el nivel del mar, para que los radares de flota inglesa no pudieran detectarlos.
Esas tripulaciones, al llegar al punto donde tenían que hacer la detección, elevaban el avión y, mientras ascendían, perdía velocidad. Por lo tanto, los mecánicos debían ajustar la potencia para que las aeronaves pudieran alcanzar los 10.000 pies.
En el ascenso, el avión emitía señal para ver en qué momento eran iluminados por los radares de las fragatas inglesas. Es decir, para poder detectar, tenían que ser detectados. Una vez que, en su barrido, el radar encontraba los puntos de los buques, el navegador tomaba la posición en función de la propia ubicación del avión.
“Apagaban todo, reducían la potencia y se volvían a tirar al mar. Volvían a hacerlo en circuito serrucho: se acercaban a la flota, subían y bajaban; y luego repetían las maniobras. En cada punta del serrucho, hacían un paneo de forma tal de triangular posiciones coordenadas y en el mismo momento se las pasaban al continente para que pudieran atacar”, contó a DEF uno de los oficiales que integran este sistema de armas de transporte de la Fuerza.
Fueron seis los vuelos locos de la Guerra de Malvinas. El último ocurrió el 1º de junio de 1982: el Hércules matrícula TC-63 fue derribado al ser descubierto por una patrulla enemiga. Fallecieron sus siete tripulantes.