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“Siempre tuve necesidad de servicio”, la historia de la cirujana del Ejército premiada en Estados Unidos

Tamara Almada es cirujana del Hospital Militar Central, el emblemático centro de salud del Ejército Argentino, y recibió uno de los mayores reconocimientos en su área, en Estados Unidos. Detrás de este logro, una admirable historia de superación. 

En los pasillos del Hospital Militar Central “Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich” del Ejército Argentino, en Palermo, la doctora Tamara Almada se desplaza con la soltura de quien camina por su propio hogar. Pacientes que la conocen desde hace años la detienen para abrazarla o agradecerle; colegas y residentes la saludan: ella responde con total familiaridad.

En pocos minutos, cualquier testigo de estas escenas entiende por qué quienes se preparan para entrar al quirófano sienten alivio al verla: en ese instante en que el frío de la sala se vuelve insostenible para la mente y la incertidumbre gana terreno, la presencia de alguien capaz de transmitir serenidad es tan valiosa como la destreza quirúrgica. Tamara es dueña de ambos saberes.

“Él solo vale más que muchos combatientes; sabe sacar los dardos de las heridas y calmar con bálsamos suaves los sombríos dolores”, dice Homero en la Ilíada al referirse a Machaón, el médico guerrero, que tras caer herido, es retirado del frente para ser resguardado. Esas palabras esconden el valor que los griegos le atribuían al personal de sanidad en la gran epopeya. En otras palabras, desde los tiempos más remotos, los profesionales de la salud fueron aliados inseparables de los hombres de armas, tanto en la guerra como en la paz.

Tal como ocurre, en el presente, en este nosocomio castrense, donde Tamara Almada es cirujana. Su historia también encierra el relato de una profesional que eligió vivir su profesión con absoluta pasión en el Ejército Argentino. Sobre esto último, no caben dudas: no hace falta ser un experto para reconocer a quienes trabajan con absoluto amor y compromiso

La cirujana Tamara Almada con el equipo de DEF en el Hospital Militar Central (Foto: Fernando Calzada)

Y, como si eso fuera poco, la doctora Almada es una de las mejores: en tan solo dos meses, recibió uno de los mayores reconocimientos de la American College of Surgeons, en Estados Unidos, y obtuvo un premio en Uruguay. Su historia personal no hace más que reforzar el perfil de una profesional tan excepcional como humana.

Tamara Almada: “Terminé enamorada del hospital”

Hace más de 20 años que la capitán Tamara Almada, médica cirujana y egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA), trabaja en el Hospital Militar Central “Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich”, el emblemático centro de salud del Ejército Argentino en pleno barrio de Palermo. Allí, no solo opera y tiene consultorio, sino que también es docente.

Por supuesto, trabaja en otros lugares, pero, insiste, algo de este nosocomio la atrae de una manera particular: “En la Facultad elegí esta sede para hacer la unidad hospitalaria. Veía que andaban con ambos con estrellitas, pero mucho no entendía. Cuando finalizó esa etapa, terminé enamorada del hospital. Es el amor de mi vida y mi casa. Después, entré en la residencia. No tengo ningún familiar militar, con lo cual, reconozco, tuve suerte: me tuve que poner a entrenar para aprobar la parte física, rendí y quedé seleccionada”. 

La doctora Almada durante una cirugía en el hospital del Ejército (Foto: Francis Luc)

La médica del Ejército cuenta a DEF que la profesión que eligió la obliga a mantenerse actualizada. De todas maneras, hay que reconocer que ese sacrificio tuvo su recompensa. “Cuando entré como residente en Cirugía no había mujeres de planta. Cuando la finalicé me eligieron para ser Jefa de Residentes y, luego, médica de planta”, cuenta. ¿Nunca te cerraron las puertas? “No. De hecho tuve jefes a los que les estoy agradecida y, en parte, los premios que recibí este año también son por ellos, porque fueron quienes me enseñaron y alentaron a seguir”, responde Almada, quien también comenta que, en estos días, cumplió 42 años. 

El llamado a la vocación en plena niñez: “Soy la que siempre quiere colaborar”

¿Por qué elegiste ser médica y, además, militar? “Para responder tengo que ir a mi infancia. Siempre quise serlo y, cuando tuve 5 o 6 años, una experiencia que me marcó. Fuimos a la Plaza con mi hermano (que tiene una discapacidad). Mientras estábamos jugando se escapó, se cayó y se golpeó con una viga de acero que le abrió el rostro. Recuerdo haberlo alzado, sin ningún tipo de miedo, para llevarlo al bebedero. Lo lavé y, mientras lo hacía, veía el hueso. Ese fue mi primer auxilio, lo acompañé al hospital y recuerdo cuando lo suturaron. Nunca me impresioné y siempre tuve esas necesidades de servicio, soy la que siempre está y quiere colaborar”, responde a DEF, al tiempo que cuenta que proviene de una familia trabajadora y que, como durante un tiempo su padre estuvo ausente (volvió a retomar contacto con él en la adultez), fue su mamá -maestra- la que se puso al hombro la economía del hogar y la crianza de los hijos. 

Fue una familia humilde, la verdad. De hecho, en la facultad yono tenía muchas posibilidades de bancar la carrera, pues no teníamos recursos. Sin embargo, en mi vida se me presentaron personas que me orientaron, ángeles de la guarda. Una de ellas fue un docente que, en el CBC, me propuso postularme a una beca de estudio. La gané. Me daban un cupón diario para el café y podía acceder al material didáctico. Igualmente, me la pasé en la biblioteca, transcribiendo los libros. Llegué a conocer a todos los bibliotecarios, porque entraba a las 7 de la mañana y me quedaba hasta las 11 de la noche. No fue un sacrificio porque eso me apasionaba. Estaba siendo feliz”, recuerda, no sin antes aclarar que, cuando conoció el Hospital Militar, se sintió atraída por los valores, la importancia que le daban a la educación (siempre prioritario) y el ambiente que se asemejaba a una “gran familia”

“Es el amor de mi vida y mi casa”, reconoce la médica militar desde su consultorio en el Hospital Militar (Foto: Fernando Calzada)

“Encontré un lugar en el que puedo ejercer con libertad. Estoy completamente agradecida porque me dio todo. Sobre todo, me formó”, añade. 

¿Le agradecés a tu hermano que despertó esa vocación en vos?, “Mi hermano lo es todo, nos llevamos solo 10 meses pero siempre me viene a visitar al Hospital y me acompaña en algunos momentos. Mis jefes y compañeros lo quieren mucho, es parte de la familia del servicio”, contesta. 

El reconocimiento en Estados Unidos, lugar de la “casa de la cirugía”

En octubre de este año, Tamara viajó a Estados Unidos. ¿El motivo? Participar en un Congreso y presentar un trabajo en el American College of Surgeons. 

“Yo soy miembro desde el año 2017. Este lugar nuclea a 90.000 cirujanos del mundo, por eso lo llaman “la casa de la cirugía”. Y, todos los años, convoca a los médicos a participar de un congreso que se desarrolla en, aproximadamente, 14 salas en simultáneo. Siempre fui para aprender pero, con el tiempo, empecé a animarme y a presentar trabajos, como casos de estudios, técnicas, y hasta propuestas de enseñanza. Este fue el primer año en el que gané”, dice sobre el logro obtenido, luego agrega: “Recibieron 270 trabajos, el mío era uno de esos. Luego seleccionaron 21 y, finalmente, se compitió -en vivo- frente a un jurado. En mi caso particular, empecé a defender a las 09.45 horas de la mañana y terminé pasadas las tres de la tarde”.

La cirujana del Hospital Militar del Ejército con el premio obtenido en Estados Unidos (Foto: Francis Luc)

El trabajo premiado tiene sello argentino: “Me pareció un orgullo ir con este material”

Al ser consultada por su presentación, en torno al cine médico, Tamara deja que la pasión tome la palabra y detalla las emociones que la atravesaron al momento de elegir y estudiar el tema: “Mostré la primera cirugía filmada en el mundo, que data del año 1899 y que, además, fue nuestra, argentina. La cinta fue recuperada y en ella se ve al famoso doctor Alejandro Posadas operando. En las escenas también está uno de sus alumnos -quien fue el jefe del Servicio de Cirugía del Hospital Militar en el año 1910-, el doctor Roccatagliata.  En esa época los llamaban los“cloroformistas” porque para anestesiarlos les tiraban unas gotas de cloroformo a través de una máscara; tenían que operar rápido para que el paciente no llegue a despertarse. Las cirugías las hacían en el patio del Hospital de Clínicas, para aprovechar la luz solar. Es decir, en el exterior, sobre una camilla, el paciente permanecía con el tórax abierto”.

Comenta la doctora Almada que a Posadas se lo conoce como el “padre de la cirugía toracica” porque lograba hacer operaciones de pulmón sin perforar el órgano. “Esos hitos quedaron grabados. En la filmación se lo ve al exjefe del Servicio de Cirugía del Militar en el papel de anestesista, por llamarlo de alguna manera. Como el cloroformo podía matar, no se daba en grandes cantidades, por eso el paciente podía llegar a despertar y se necesitaba aumentar la velocidad de la operación”, explica. 

Un detalle, no menor: cuatro años antes de la filmación los hermanos Lumiére, en París, descubrieron el cinematógrafo. Dice Tamara que, luego de la cirugía que ella decidió mostrar, el doctor Posadas dejó registro de una operación de hernia.“Esas películas se habían perdido. Y, décadas atrás, cuando se movió el Hospital de Clínicas, desde el lugar que ocupaba en Plaza Houssay hasta donde está hoy, se las encontró. Es decir, si no hubiese sido por la demolición, no las ubicaban. Incluso, la Escuela de Cinematografía de Bélgica certificó que la filmación del doctor Posadas es la primera cirugía registrada por una cámara, en este caso la de Eugenio Py”, detalla. 

La doctora Almada en la puerta del Hospital Militar con el reconocimiento que le entregó la Sanidad del Ejército (Foto: Francis Luc)

“Me pareció un orgullo ir con este material. Porque siempre presento temas relacionados con el área de cirugía, pero este año encontré esta veta que coincidió con los objetivos que me propongo: siempre hablar de un hito argentino, que puede también ser histórico”, dice, no sin antes relatar que ocho horas después de haber debatido y defendido (en inglés), su trabajo obtuvo el segundo lugar. 

El mayor premio en Uruguay: un trabajo sobre la brecha tecnológica y la solución que encontró el Hospital Militar 

Días atrás, en Uruguay, la doctora Almada obtuvo otro reconocimiento. En este caso, el primer lugar en un Congreso de Cirugía celebrado en el país vecino. En esta oportunidad, su trabajo giró en torno a la innovación y a la brecha tecnológica en el uso de robótica en cirugía. 

“Hay más de 20.000 robots en el mundo, pero, en Argentina, tan solo ocho: sólo el 0,26% de los centros quirúrgicos tienen acceso. Es una brecha tecnológica enorme. Entonces, ¿cómo podemos reproducir esas destrezas? En el Militar lo que hicimos fue aplicar fluorescencia, laparoscopía 3D y sumamos un instrumental, similar al robot, para incorporar a la laparoscopía. Además, reclutamos a 340 pacientes con distintas patologías. Y lo más importante es que trabajamos en equipo con otras especialidades. Si bien yo presenté el trabajo, detrás hay un grupo de residentes, médicos de planta y otros servicios que se pusieron la camiseta del hospital. Eso se tradujo en precisión”, contó. 

Tamara reconoce que, detrás de cada logro, hay un trabajo en equipo absoluto. En ese sentido, aclara, el Hospital Militar marca la diferencia (Foto: gentileza T.A.)

Un dato: por los logros obtenidos, Tamara también fue reconocida por la misma Sanidad Militar. “La comunidad específica médica me dio algunos premios, pero también recibí el de la Comisión de Sanidad “San Lucas”. No puedo pedir más nada”, confiesa. 

Médica militar, dos vocaciones en una: “No hay nada como sentir la satisfacción de hacer lo que amás”

La profesión de Tamara Almada trasciende el horario laboral y no da tregua los fines de semana. “Estas fiestas estoy de guardia, me toca. Pero yo elegí esto y la salud no se toma vacaciones”, resume, y aclara que, con la edad, sí buscó respetar los espacios en familia: “Disfruto. Trato de dedicarles parte del sábado y el domingo a mi marido y también a mi perro. Me despierto temprano, por supuesto, tengo reloj militar; pero aprovecho para estar con ellos”. 

¿Qué les decís a los jóvenes que ven en la medicina una alternativa profesional y, quizá, temen no poder tener el mejor salario del ámbito económico?, “Que la vida pasa por otro lado. Es cierto, no vamos a ser millonarios, pero no hay nada como sentir la satisfacción de hacer lo que amás. A veces mis pacientes, algunos muy abuelitos, se acercan a saludarme, me dan un beso… y quizá los operé 10 años atrás, pero se acuerdan de mí. Es muy gratificante. Pero bueno, yo busco pagar las cuentas, llegar a fin de mes, y que mi hermano, mis pacientes y el resto de mi familia estén bien”, contesta la médica, quien, además, agrega que en varias oportunidades compartió momentos profesionales con Veteranos de Guerra de Malvinas relacionados con la sanidad del Ejército: “Todos los años buscamos que puedan exponer en las jornadas. Médicos como los doctores Ariel Barrera Oro y Rubén Cucchiara contaron sus relatos conmovedores. Incluso, varios suboficiales se acercaron a mi consultorio para contarme sus experiencias. En ese sentido, yo no puedo creer la humildad con la que se manejan”. 

Además, la doctora Almada es contundente a la hora de hablar sobre con qué se va a encontrar un joven que ingresa al Hospital Militar para hacer su residencia: “Mucho compañerismo. Es más, hace poco le recomendé este lugar a una médica y le dije que no se asuste cuando le hablen del Colegio Militar porque es algo muy lindo, ahí nace la amistad con otros colegas. A mí me encantó esa experiencia. Además, este hospital es un gran centro modelo y en todas las especialidades te vas a encontrar con un referente. Es un aprendizaje hermoso que genera muchas satisfacciones. Yo soy una gran promotora de que vengan a hacer una residencia al Hospital Militar”

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