El 23 de marzo de 1982 a las 09.30 horas existió una reunión secreta en el Edificio Libertador, sede del Ejército Argentino. A ella asistieron unas pocas autoridades militares y, además, el entonces canciller de la Nación, Nicanor Costa Méndez. Fue en ese marco que se avanzó en la Operación Rosario (que, por entonces, se denominó “Azul”) y se trató de una misión que traería consecuencias en el marco de la Guerra de Malvinas.
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Los obreros de la empresa “Georgia del Sur S.A.” (del argentino Constantino Davidoff) llegaron en el buque “Bahía Buen Suceso” a las Islas Georgias, ya que la firma mantenía un contrato para retirar las instalaciones balleneras abandonadas en el archipiélago, y, según una versión que circuló -aunque fue negada por Davidoff-, los trabajadores habrían enarbolado la bandera argentina al llegar.
Los británicos informaron a sus autoridades que, aquel desembarco, se trataba de una invasión y, en consecuencia, los argentinos debían abandonar el lugar. Además, enviaron al HMS “Endurance”, con más de 20 marines a bordo, para evacuar al personal.
Argentinos en las Islas Georgias
Ese 23 de marzo, las autoridades decidieron que había que proteger a los argentinos que estaban en las Georgias. Por consiguiente, enviaron al buque “Bahía Paraíso” a Puerto Leith (el punto donde estaban los argentinos) para impedir la evacuación y, si no llegaba a tiempo, no efectuaría ninguna acción para, de esa manera, evitar un conflicto bélico.
Aquellos eventos en las Georgias, ubicadas a 1.300 km de las Islas Malvinas, fueron escalando.
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Las cartas estaban echadas y, en cuestión de pocos días, Argentina recuperó las Islas Malvinas que, desde 1833, eran -y son- usurpadas por Gran Bretaña.
De todas maneras, aún faltaba cerrar el capítulo de las Georgias. Fue el submarino ARA “Santa Fe” el que, en una hazaña de puro heroísmo, marcó el fin del conflicto que se había desatado en ese punto del Atlántico.

DEF reunió a los protagonistas de aquellas jornadas que, a bordo del buque, dieron todo de sí en nombre de la soberanía argentina.
El submarino ARA “Santa Fe” en Malvinas
En Malvinas, solo dos submarinos argentinos participaron activamente y tuvieron un desempeño destacable: uno fue el ARA “San Luis”, y el otro, el ARA “Santa Fe”.
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En 1982, el “Santa Fe” fue el primero de los submarinos en zarpar y lo hizo para participar, desde el minuto cero, en la Operación Rosario, con la que se realizó el desembarco argentino en las islas el 2 de abril de aquel año.
Unos días antes, el 27 de marzo, embarcaron en él 77 submarinistas de la Armada Argentina, convencidos de que irían a participar de un ejercicio en el sur. A este grupo de hombres, se le sumó un equipo de buzos tácticos.

En la Operación Rosario
En 1982, el almirante retirado y veterano de la guerra de Malvinas, Daniel Martin, tenía 26 años y el grado de teniente de Fragata, además estaba destinado en el ARA “Santa Fe” como jefe de armamento.
Martin recuerda con lujo de detalles el momento en el que la tripulación del submarino supo que iba a formar parte de la Operación Rosario y el momento en el que el buque llegó a destino para desembarcar los buzos tácticos en Malvinas.
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Aquel día, y pese a algunos problemas de comunicación que se habían presentado, pudieron avisar que la misión estaba cumplida. Pero, al momento de ocupar nuevas posiciones, esas averías casi les cuestan la vida.
“Destructor Hércules, somos el Santa Fe’”
“Por un problema interno del buque, nos quedamos sin comunicaciones”, recuerda Daniel Martin. “Después de desembarcar a todos, nuestra siguiente parte de la misión era ubicarnos en una posición ubicada 60 millas al este de Puerto Argentino. El tema es que nos íbamos a encontrar con los buques que venían para desembarcar la tropa anfibia, entre ellos el destructor ARA ‘Hércules’, y nosotros no estábamos en el lugar donde la orden de operaciones decía que debíamos estar”, completa el panorama Martin.

Fue en ese momento cuando el “Hércules” detectó al “Santa Fe” por radar y lo calificó como “buque enemigo”, porque no estaba en la posición en la que tenía que estar. El capitán del destructor, Enrique Molina Pico, dio la orden de cubrir puestos de combate y se acercó a gran velocidad. Había que hundir a la supuesta nave enemiga. “Nosotros queríamos comunicarnos y ellos nos pedían que nos identificáramos –continúa el relato Daniel Martin–, pero no teníamos forma de hacerlo”.
“Seguíamos acercándonos hasta que el comandante decidió, más o menos a una distancia de seis millas del destructor, ir a inmersión ¿Por qué? Porque existe un sistema que es el teléfono subacuo, que se puede operar cuando el submarino está en inmersión y que podía llegar a funcionar”, recuerda.
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Mientras tanto, del otro lado, el destructor ARA Hércules contaba con la siguiente información: el buque que, según radar, estaba en superficie se había ido a inmersión. Las conclusiones: se trataba de un submarino nuclear británico.
Daniel Martin revive el momento de tensión: “Empiezan a tratar de detectarnos por sonar hasta que, en un momento –y gracias a Dios y la Virgen–, el teniente Croci logra comunicarse diciendo: ‘Somos el Santa Fe. Destructor Hércules, somos el Santa Fe’”.

El submarino regresó al continente. Al llegar, recibieron la orden de volver a zarpar. Pero, tras aquella primera navegación, había que realizar algunas reparaciones y tenían, como máximo, 15 días para hacerlas. Gracias al esfuerzo del personal, en solo ocho días el submarino estuvo listo para salir. En esta oportunidad, el destino serían las Georgias del Sur.
A diferencia de la primera misión, en la que no esperaban oposición británica, en esta sabían que los ingleses los iban a estar buscando. Como estrategia, para evitar que los encontraran y poder despistar a los radares, el comandante del “Santa Fe” decidió navegar cerca de la costa de las islas.
Como si fuera poco, un fuerte temporal los obligó a hacerlo en inmersión, retrasando su llegada. Por decisión del comandante del submarino, optaron por desembarcar en un lugar clave en esta historia: King Edward Point.
Desembarco en las Islas Georgias: comunicaciones en jeringoso y con movimientos nocturnos
Debían comunicarse con las tropas en tierra para avisar que habían llegado a destino, pero a otras coordenadas. La noche y la niebla no ayudaban, y tampoco contaban con un plan de comunicación.
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En jeringoso, para que no los entendieran los ingleses y recordando los apodos de los que estaban en tierra, pudieron avisar que habían arribado. Inmediatamente comenzaron el desembarco de las tropas y toneladas de pertrechos desde King Edward Point. Tenían que hacerlo pronto, antes del amanecer.
“Terminamos alrededor de las 4:45”, rememora Martin, y agrega: “Cuando estábamos saliendo, ya la noche no era tan cerrada. Ya estábamos prácticamente fuera de la bahía de Cumberland cuando uno de los vigías de golpe vio un helicóptero que se acercaba al submarino y, cuando pasó por encima, lanzó dos cargas de profundidad”.

La detonación causó un apagón total en el submarino: “Nos quedamos sin luces, sin comunicaciones, se pararon los motores… pero rápidamente la gente de abordo restableció la energía”.
“En ese momento, apareció otro helicóptero, que lanzó un torpedo que no dio en el blanco. A este segundo helicóptero, se sumaron otros que empezaron a ametrallarnos”, continúa el protagonista de esos hechos.
En medio del caos, Martin recuerda que el cabo Feldman le sugirió al comandante armar un grupo de fusileros que mantuvieran los helicópteros a raya, como para que no pudieran arrojar nuevas cargas de profundidad ni torpedos. De esta forma, siete hombres se colocaron en la vela del submarino y combatieron a las aeronaves y, así, lograron mantenerlas alejadas del “Santa Fe”. En esta acción, resultó herido Alberto Macías, cabo segundo y camarero de abordo, cuando una esquirla del impacto de un misil le amputó la pierna.
Finalmente, el comandante logró atracar el submarino en el muelle de Grytviken, en una maniobra de extrema destreza, ya que lo hizo solo mirando por el periscopio, y la tripulación logró desembarcar.
El momento de la rendición
A partir de entonces, la tripulación del submarino se puso a órdenes del capitán de corbeta Luis Carlos Lagos, quien había viajado con ellos y ahora estaba a cargo de las tropas en las Islas Georgias. La intención era zarpar ese mismo día por la tarde, pero los planes no salieron como esperaban.
Mientras Martin estaba de guardia, vio cómo descendían en una elevación efectivos ingleses de un helicóptero. Además, empezaron los ataques de los destructores y un bombardeo permanente a las posiciones argentinas.
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La orden era ofrecer la máxima resistencia posible, pero sin bajas. Los ingleses intentaban comunicarse con los argentinos, pero estos ignoraban los mensajes, hasta que decidieron responder para aceptar la rendición. Antes de ello, se pusieron un objetivo: ingresar al submarino y destruir todo lo que fuera posible. Desecharon claves, documentos, cartas, radios y otros materiales a bordo.
Antes de la rendición, los argentinos llegaron a formar alrededor de un mástil, cantar el Himno Nacional Argentino y arriar la bandera en las Georgias. A pocos metros, comenzaron a aparecer los ingleses y los tomaron prisioneros.
“Fue un trágico error”
Una vez rendida la plaza y el submarino el 26 de abril, el capitán Coward, comandante de la fragata Brilliant, se reunió con Horacio Bicain, comandante del ARA “Santa Fe”, con la idea de mover el submarino por razones de seguridad.
Bicain y otro oficial, Michelis, pensaron que era una buena oportunidad para hundir el submarino y que no quedara en manos de los ingleses. Pero, en medio de la maniobra, se produjo un confuso episodio en el que el suboficial argentino Félix Artuso terminó muerto, prácticamente asesinado por las tropas inglesas. “Fue un trágico error”, explica Horacio Bicain.
“Ellos lo reconocieron en un sumario. La orden que les dieron a los marines que estaban en el compartimiento de control era que no se tocara ninguna válvula de estribor, ya que ellos pensaban que esas eran las válvulas de inmersión. Pero, en nuestro submarino, las válvulas de inmersión estaban en babor. Entonces, cuando Artuso tocó las válvulas de estribor para adrizar, o sea, para enderezar el submarino que se estaba escorando, el marine cumplió la orden que le dieron y disparó”, lamenta el entonces comandante del ARA “Santa Fe”.
La tripulación pudo regresar a la base naval de Mar del Plata a mediados de mayo de 1982. Fueron recibidos por sus camaradas mientras entraban desfilando hacia la Plaza de Armas, lugar que hoy lleva el nombre “Submarino ARA Santa Fe”.
Tiempo más tarde, los fusileros que participaron activamente en la defensa del submarino fueron condecorados por la Armada Argentina.
Un dato final: a fines del año 1984, los británicos quisieron reflotar el submarino. Llevaron un remolcador para trasladarlo, lo que llevó a muchos a pensar que fue con el objetivo de llevarlo a Inglaterra.
No pudieron ¿La razón? La última vez que subió la tripulación del ARA Santa Fe, los suboficiales lograron producir la apertura de unas válvulas que permitían la permanente entrada de agua. Por eso, si bien los británicos lo reflotaron, el agua continuó ingresando.
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Nunca pudo ser trasladado. Hoy, en las Georgias, el submarino argentino ARA “Santa Fe” permanece hundido.
Los hijos de Félix Artuso debieron esperar 40 años para visitar la tumba de su padre.