InicioDefensa“La guerra de Malvinas está hipersimplificada en Argentina”

“La guerra de Malvinas está hipersimplificada en Argentina”

Rosana Guber, doctora en Antropología Social, dirige el proyecto “Los rostros y la sabia de la guerra de Malvinas”, una investigación sin precedentes en el ámbito académico nacional ¿Cuál es su visión sobre Malvinas?

Desde hace décadas, Rosana Guber viene desarrollando un trabajo científico constante en torno a uno de los temas que más pasiones despierta en Argentina: Malvinas. Hacemos especial hincapié en el adjetivo científico, porque eso es lo que la distingue de la mayoría de los que abordan ese mismo campo de estudios. 

Desde su disciplina, la antropología social, inició sus trabajos a fines de los 80 enfocada en la figura de los conscriptos que participaron en la guerra. Luego, se centró en los pilotos de la Fuerza Aérea, más específicamente en los pilotos de los aviones Skyhawk A-4B; y, más tarde, hizo foco en sus pares de la aviación naval, en el marco de un trabajo que abordaba el accionar de los hombres de la Armada en la guerra. 

Guber encabeza una investigación sin precedentes en el ámbito académico nacional (Foto: Fernando Calzada)

Guber -que recibió el premio Konex Platino en la categoría Arqueología y Antropología en 2016-, se centra en el estudio de las fuerzas terrestres y ​dirige el proyecto “Los rostros y la sabia de la guerra de Malvinas”

Al frente de un equipo interdisciplinario, que incluye arqueólogos, historiadores y militares, la doctora en Antropología Social analiza el mando y la logística en las batallas de monte Longdon y Tumbledown, una investigación sin precedentes en Argentina, solo comparable al histórico Informe Rattenbach.

Malvinas y una investigación sin precedentes

-¿Por qué pensás que en 42 años no hubo una investigación de este estilo? ¿Por limitaciones materiales, falta de interés académico o político? 

-Hay un poco de todo. Los británicos tienen un largo camino recorrido en materia de historiadores de guerra, porque todas las generaciones tienen su guerra. Lo toman como un campo de indagación que no afecta el prestigio del Estado británico; entonces, la gente puede investigar. Acá no fue así

Lo que pasó fue que Malvinas sirvió para hablar de otras cosas: del prestigio del Ejército, de si los combatientes hicieron o no lo que tenían que hacer, o si fue una extensión de los campos clandestinos de detención. 

La doctora en Antropología Social analiza el mando y la logística en las batallas de monte Longdon y Tumbledown (Foto: Fernando Calzada)

Esto generó varias cosas: de un lado, unos dicen “fueron héroes”. Entonces, si son héroes, son eso y punto. Imagen definida y predeterminada. El bronce. Del otro lado, los califican como chicos que fueron y pelearon heroicamente, pese a sus suboficiales y oficiales que los tenían todo el tiempo estaqueados y muertos de hambre. Esta es la versión más habitual en los académicos universitarios. 

Entonces, en ambas categorías, ya están las respuestas. No se necesita hacer investigación ahí. Ya está todo dicho. Es más, en estas caracterizaciones no son necesarios los británicos, sobran, porque lo que se termina dirimiendo es una cuestión nuestra. Es una cuestión entre argentinos.

-¿Qué problema genera esta dualidad en la tarea del investigador?

El problema es que vas a repetir lo que está dicho, porque, si no, estarías atentando contra el statu quo de la interpretación de Malvinas. ¿Cómo hacés para interrogar y transformar a la guerra en un problema de conocimiento, si no tenés discusión ni debate? Hablás de la guerra y lo único que tenés que hacer es describir lo que pasó. 

Tomás un testimonio, tomás otro -como sucede con tantos libros autobiográficos y de testimonios que hay, en los que se describen las cosas puntuales de lo que cada uno vivió-, pero para integrar todo esto hace falta un montón de conceptos y mucho debate teórico. Esto es lo que no hay sobre Malvinas, y es grave. ¿Cuál es la implicancia de lo que pasó en Malvinas? ¿Qué dice Malvinas de la Argentina? ¿Qué dice Malvinas de la sociedad y del Estado argentinos? 

-¿Cómo desarrollaste tus trabajos?

-De una manera muy solitaria, porque en Ciencias Sociales no se trabajó el tema. Se trabaja la memoria de la guerra en las escuelas, la identificación de los restos, la cuestión de los monumentos funerarios, las conmemoraciones, pero… ¿y la guerra? No está

Tan es así, que cuando fue el concurso que derivó en el libro Mar de guerra, el único proyecto que se presentó sobre la guerra fue nuestro. Y eran ochenta proyectos subsidiados. No había ni uno de la guerra. Claro, la otra cuestión es que para poder estudiar la guerra se necesita conocer de guerra y de la actividad militar. 

-Ahora, esto también habla de las Fuerzas Armadas, que tampoco encararon estudios.

-Las Fuerzas Armadas trataron de preservar el prestigio o de no mover mucho el agua. Dicho literalmente, “para que no caigan todos en la volteada”, porque hubo gente que hizo las cosas bien. Pero las Fuerzas pueden estar objetadas.

-Nombraste el caso de los británicos, ¿hay otros países que hagan historia militar sin concesiones?

Estados Unidos va al hueso. Son muy críticos, porque saben que es la única forma de mejorar. Se ve en las películas, donde hay personajes que son obcecados, necios, y son jefes. Lo que no se entiende es por qué nosotros deberíamos ser perfectos. A menos sea por razones políticas de callarse la boca y no hablar del tema… Pero lo cierto es que esto le hizo mal, no solamente al campo de investigación sobre la guerra de Malvinas, sino a la Argentina en general, porque estamos todavía discutiendo cuestiones viejas.

-Es como que la sociedad no termina de procesar ciertas cosas.

-Sí, y no cicatrizan. “No quiero saber, dejalo”, “¿para qué vas a remover?”, “no quiero mierda”, “para qué te vas a meter en eso, ya pasó”, son todos dichos muy habituales. 

En el lugar de los hecho: la sensación de recorrer Malvinas

-Después de tantos años de trabajar en la temática Malvinas, ¿qué plus te dio estar efectivamente en el lugar? 

-En antropología hacemos lo que se llama “trabajo de campo”, que, dicho muy someramente, es estar ahí, donde está la gente. Malvinas es un evento de 1982. Yo no estuve en una cabina de un avión A-4, porque el A-4 lleva una sola persona y no puedo pilotearlo. Tampoco estuve en el crucero Belgrano. Pero donde sí podía estar era en las islas. ¿Para qué sirve estar? Para ver los espacios con el ojo de las personas que estuvieron ahí, entender el ambiente donde ellos estuvieron y que fue visto por ellos de una manera que no es la de un turista. 

El trayecto que hacíamos para ir a Longdon era el trayecto que hacían los soldados cuando iban a buscar comida. Tres horas de caminata, más otra media hora llegar para llegar Moody Brook. Da un sentido y una dimensión de lo que podía hacerse y lo que no, una la lógica ambiental de lo que había pasado. 

-¿Es posible para un antropólogo despojarse de sus propias subjetividades para abordar el objeto de estudio? Más aún en este caso, que cala tan hondo en el sentir argentino.

-Nos despiertan sentimientos a nosotros también, porque somos personas. Además, en este caso fuimos con veteranos de guerra, a los que también se les despertaban sentimientos. Pero la subjetividad está, ¿no?, por ser argentinos, por estar allá, por haber sido contemporáneos. Me doy cuenta de que en mi primera etapa profesional, en el año 89, 90, 91 y 92, en la que trabajé con exsoldados -muchos de los cuales combatieron en estos montes-, había unas cuantas cosas que no entendía

Ahora, verlos en su función militar y llegar al lugar donde ellos estuvieron es muy impresionante, te pega en la nariz. Es realmente como un pared de realidad contra la que chocás: esto sucedió, tal hecho se dio acá. Además, a grandes rasgos, el lugar se conserva tal cual. Es un trabajo que también impone una gran responsabilidad, por los que fueron, por los que no volvieron y por la descendencia, por quienes no fueron contemporáneos de la guerra. La guerra está hipersimplificada en Argentina

Guber estuvo junto a su equipo recorriendo zonas de combate como el mente Longdon (Foto: Fernando Calzada)

¿Por qué fue que elegiste Malvinas como objeto de estudio?

-Lo elegí en 1986 o 1987, cuando decidí irme a estudiar a Estados Unidos. Teníamos que poner en qué trabajaríamos. Lo que me llamó del tema es que, como contemporánea, no entendía qué es lo que había pasado

Hay gente que cuando digo esto se ofende y me dice: “¿Cómo que no entendías lo que pasó? Fuimos a recuperar algo nuestro”. Sí, es verdad, pero al mismo tiempo los que recuperaban algo nuestro, tan largamente ansiado, era un sector político-militar que tres días antes, el 30 de marzo, había tenido la primera manifestación realmente importante en contra del régimen [N. de R.: se refiere a la marcha “Paz, pan y trabajo”, encabezada por la CGT Brasil de Saúl Ubaldini]. 

En ese entonces, yo no tenía relación con el mundo militar, no entendía por qué hacían lo que hacían, qué pasaba con la gente y qué pasó después que volvieron. Yo sabía de la manifestación, fui a la manifestación, y después fui también a la plaza y escuchaba: “Galtieri, borracho, mataste a los muchachos”. Yo no entendía nada, me acababa de recibir, mucha gente no lo entendió y, probablemente, todavía no entendemos qué pasó. Entonces pensé en trabajar con un hecho que unió a todos los argentinos y que después terminó desuniéndolos

Hacer preguntas al pasado

-Volviendo al proyecto, ¿de dónde surge el nombre “Los rostros y la savia de la guerra de Malvinas”?

-”Los rostros” viene de “El rostro de la batalla”, la obra de John Keegan en la que trata de reconstruir tres batallas (Agincourt, Waterloo y el Somme) desde el punto de vista de sus distintos tipos de combatientes y sus localizaciones. Es una mirada mucho más cruda y cruel, pero la guerra es eso. Y lo de la savia es el título de “La savia de la guerra: la logística del conflicto armado”, de Julian Thompson, veterano inglés de Malvinas. 

Restos de un helicóptero que participó en la guerra de Malvinas (Foto: Fernando Calzada)

¿Por qué elijo a dos británicos para titular el proyecto? Primero, porque es una manera de insertarnos en una tradición de estudios de la guerra que no hay acá, que es lo que hablamos al principio. En segundo lugar, este proyecto iba a ser binacional. Íbamos a trabajar con británicos en las discusiones de la forma de comprender los combates. Después, por diversas razones, no ocurrió. 

-¿Creés que va a haber un cierre para el tema de Malvinas en algún momento?

No, por ahora. Hay muchas razones por las que esto va a seguir. Una es que no hay una finalización del diferendo. Esto pone todo en una zona gris que es permanentemente avivada por distintos intereses: isleños, británicos y argentinos. Los británicos no quieren que se hable del tema, pero los isleños siguen hablando de la cuestión. 

La otra cosa es que un hecho como este, con tantos muertos y que, además, es un evento único en la historia argentina contemporánea, realmente abre muchísimas preguntas. Preguntas que, para ser respondidas, primero tienen que ser planteadas. Lo más importante de una investigación es el planteo de la pregunta de investigación. Entonces, todo el trabajo que estamos haciendo va a empezar a contestar alguna cosa, pero siempre dentro de un debate. A los hechos del pasado siempre se les pregunta de nuevas maneras, porque los distintos presentes lo miran de nuevas formas. 

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