El Hospital Militar de Bahía Blanca “Cirujano de Ejército Dr. Marcelino Vargas” se encuentra en uno de los puntos más altos de la ciudad. Por eso, cuando el agua destruyó todo lo que encontró a su paso, provocando cientos de heridos, muchos ciudadanos y evacuados encontraron auxilio en los médicos y enfermeros militares. En ese contexto, algunos bahienses no tuvieron opción: la inundación había dividido y aislado a la ciudad, así que con el agua por los hombros, caminaron -como pudieron- hasta las instalaciones del Ejército Argentino.
El día previo a la tragedia, el director médico del Hospital, el teniente coronel médico Mauricio Pelliza, había recibido la alerta meteorológica: el viernes sus dos hijas no irían a la escuela, pues las clases habían sido suspendidas, y en Bahía Blanca se esperaba lo peor.
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“Después del año pasado, acá siempre se presta atención a esas alertas. Así que, pensando en el día siguiente, priorizamos estar en el hospital. Cuando me levanté para ir al trabajo, ya entraba un poco de agua por mi cocina. Llovía de forma intensa. Antes de ir al hospital, tenía que pasar a buscar a la directora médica, la coronel médica Adriana Alejandra Angel, pero cuando salí, las calles estaban anegadas y no pude pasar”, comenzó su relato a DEF el doctor Pelliza.

Bahía Blanca: “No puedo entrar al barrio”, el mensaje de la crisis durante las inundaciones
Mientras eso sucedía, la coronel médica Adriana Alejandra Angel recibió el mensaje de Pelliza: “No puedo entrar al barrio. Priorizo ir al hospital. Cuando llegue, intento que el Unimog pase por vos”.
“Quisieron, pero nadie pudo llegar a mi casa. De hecho, tampoco pudo el Unimog, que tiene unas ruedas altas”, recordó Angel, cardióloga como Pelliza. En el encuentro con DEF, ella no dejó de transmitir su angustia por no haber podido estar en ese primer momento. De todas maneras, cuenta que se mantuvo comunicada con él y con el personal de sanidad de forma constante hasta que perdió comunicación: “No había teléfono, ni whatsapp ni ningún tipo de conexión”.
La médica, quien también atendió en el Hospital Militar Central 601 durante la pandemia de COVID-19, permaneció a la espera de novedades. Mientras, la lluvia no se tomaba descanso.

Hospital Militar: el día en que abrió sus puertas a los pacientes civiles
Pelliza logró llegar al hospital militar. Se encontró con el personal de sanidad, que si bien estaba dejando las guardias, le comunicaron que priorizaban el servicio y se quedarían a acompañarlo hasta que fuera necesario: sabían que el escenario se transformaría en una crisis en cualquier momento.
“Cuando llegué estaba ingresando agua en un pabellón de atrás del hospital. Todavía teníamos luz, aunque no por mucho tiempo. Enseguida arrancó el grupo electrógeno, que alimenta con energía a la guardia médica y a otros sectores. Paralelamente, bajamos las térmicas y, de forma simultánea, vimos como toda la ciudad se quedaba sin luz. Habrán sido cerca de las ocho de la mañana. Hasta ese momento no teníamos pacientes. Pero, alrededor de las 11, empezaron a llegar los primeros, básicamente con heridas”, cuenta el médico, quien también puntualiza: “Eran cortes en la cabeza o heridas provocadas al intentar salir de sus casas o sacar muebles. En esa situación, pisaron vidrios o fierros. Otros se lastimaron cuando se rompieron las ventanas o, por querer salvar muebles, buscaron subirlos a los de la cocina y se les cayeron encima”.

Lo cierto es que ese viernes 7 de marzo el Hospital, ubicado junto a la IIIra División de Ejército, se convirtió en epicentro médico: en medio de la crisis, le abrió sus puertas a todos los civiles que se acercaron en busca de ayuda. “En una situación normal van al hospital de la zona, pero en la del viernes no podían llegar. La ciudad quedó partida en dos y esos nosocomios estaban aislados, del otro lado del canal Maldonado. Además, los rescatistas también comenzaron a traer a las personas que encontraban”, contó.
El conmovedor relato del cardiólogo que casi se transforma en obstetra: “Tuve miedo porque tenía que salvar dos vidas”
Ese viernes 7 de marzo la situación empeoró con el pasar de las horas. Cerca del mediodía los rescatistas (también del Ejército, principalmente de la Compañía de Comandos 603) llevaron a una mujer embarazada que encontraron con el agua por la cintura.
“Cuando comenzó la inundación ella sintió dolores en el abdomen. Estaba de nueve meses de embarazo y tenía fecha para el 15 de marzo. Además, era su primer embarazo. Salió junto a su marido y la pudieron encontrar nuestros Comandos. Los trajeron acá y resulta que esos dolores resultaron ser contracciones. Cada vez se hicieron más frecuentes. Finalmente, perdió el tapón mucoso e inició el trabajo de parto”, recordó Pelliza, quien también contó que inmediatamente prepararon un vehículo Unimog (que el hospital tiene para operar en campaña) para trasladar a la paciente a su hospital de cabecera.
Cuando estaban por salir, se cruzaron con un hombre que, en su camioneta 4×4 llevaba evacuados hacia el hospital militar: “Eran voluntarios autoconvocados que rescataban personas. Él me dijo que no se podía pasar con ningún vehículo. Le dije que el Unimog era más alto”.

Finalmente, Pelliza no dudó en subir a la joven en el vehículo militar. Sin embargo, cuando quisieron atravesar el canal la situación los superó: “Era realmente asombroso, prácticamente indescriptible. Se trataba de un mar, no se podía pasar por ningún lado. Incluso empezó a entrar agua en el vehículo y yo tuve miedo porque tenía que salvar dos vidas que se encontraban en la parte trasera del Unimog”.
Pese a que buscaron llegar al lugar desde distintos puntos de la ciudad, Pelliza debió regresar a su hospital con la paciente. Cuando llegó, le pidió a su gente que preparen el quirófano: “Ninguno de nosotros es obstetra. Tampoco contamos con equipo de neonatología para recibir a un bebé. Pero, circunstancialmente tendríamos que atender el parto. Nos tocaba”.
Mientras eso sucedía, la familia de la joven llegó con un tractor y, pese a que el teniente coronel médico les explicó los riesgos que correrían al trasladar a la paciente, ellos insistieron. Gracias a Dios, cuenta el médico, pudo llegar sana y salva y la jornada tuvo un final feliz: el bebé pudo nacer, aún en medio del caos.

Los abuelos de Bahía Blanca, los otros pacientes del Hospital Militar
El trabajo de parto de la joven fue una de las tantas emergencias que los médicos militares tuvieron que resolver en medio de la inundación.
Los rescatistas también llevaron a una paciente, de unos 40 años, que estaba sufriendo un ACV. Obviamente, apenas llegó se le brindaron los tratamientos necesarios.
Además, en palabras de Pelliza, una vez que se desbordaron los cursos de agua se sintió como aquella película que aborda el momento posterior a un tsunami: “Las personas comenzaron a recorrer las casas de sus familiares y las encontraban inundadas y sin sus dueños, los abuelos. Entonces, los buscaban por todos lados, sin saber si estaban vivos. Muchos de esos ciudadanos llegaron acá cuando ya había caído la noche y se encontraban con que los habíamos atendido nosotros, básicamente por hipotermia. En este hospital los mantuvimos calentitos y a salvo. El reencuentro era conmovedor, vi muchas lágrimas ese día. Fue como una película”.
El detalle del apoyo: en aquella jornada devastadora, el personal militar debió atender a personas en situación crítica, prácticamente en estado de shock, que estaban mojados desde las primeras horas de la mañana. “Estaban hipotérmicos y muy estresados. La gente estaba desesperada. No solamente fueron adultos, sino también niños. Además, estábamos incomunicados, entonces todo era un problema. En muchos casos no podíamos ubicar a las familias de los pacientes que recibíamos”, recuerda el doctor Pelliza, quien también cuenta que en el Comando de la IIIra División de Ejército se instaló un centro de evacuados: “Nosotros recuperábamos a los pacientes y los enviábamos a ese lugar para seguir atendiendo en la Guardia”.

Teniente coronel Peretti: “Dejan todo y se ponen a disposición total”
El hospital militar de Bahía Blanca cuenta con tres directores distintos: mientras dos son médicos (Pelliza y Angel) uno, el operativo, es militar de carrera, en este caso, el teniente coronel Mauriel Peretti.
Ese día, por una cuestión de servicio, el oficial se encontraba en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Así que su presencia fue útil a la hora de configurarse como nexo con el Comando de Sanidad Militar, ubicado en el barrio porteño de Constitución. Desde allí evaluaron la situación que atravesaba el Hospital Militar de Bahía Blanca y buscaron colaborar con toda la asistencia posible.
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“En una situación así, el personal de la sanidad castrense busca la forma de dar asistencia. Están dispuestos a colaborar con la comunidad. Dejan todo y se ponen a disposición total”, resumió el oficial del Ejército.
Asimismo, contó que, durante aquella jornada del 7 de marzo, fue muy difícil establecer comunicaciones. Por eso, y a modo de lección aprendida, una de las cuestiones que buscarán fortalecer son las comunicaciones satelitales. De hecho, ya instalaron un enlace de Starlink.

La doble vocación de los médicos militares
El Ejército, al igual que el resto de las Fuerzas Armadas, cuenta en sus filas con médicos y enfermeros militares que, tras recibirse, decidieron hacer sus carreras en el ámbito castrense. Para el militar, contar con su asistencia es fundamental, no solo en tiempos de paz, sino también en los de guerra, como ocurrió con los auxilios y cuidados brindados por aquellos que, en el Conflicto en el Atlántico Sur, dejaron el ambo en el continente y cruzaron con uniformes militares y parches con una cruz roja hacia las Islas Malvinas.
Retomando una cita de La Ilíada, cuando Homero pone el foco en Machaón, un médico guerrero que cae herido y lo alejan del combate para preservarlo porque “un médico vale él solo más que muchos combatientes; él sabe sacar los dardos de las heridas y calmar con bálsamos suaves los sombríos dolores”.
En el caso de Pelliza y Angel, los médicos que encabezan el Hospital Militar de Bahía Blanca, ellos insisten en que tienen una doble vocación: son médicos, pero también militares. “Es otra forma de trabajar. Nos identificamos con el Ejército. Y, si surge una necesidad, la enfrentamos”, confiesan.
Por último, el doctor Pelliza es contundente: “Como decimos nosotros, queremos a la gente de verde. Ellos se hacen un poco médicos. Nosotros, nos hacemos un poco militares”.