En sus infancias, Juan Manuel Sosa y Cristian Dario Giaccaglia tuvieron un sueño que, con el pasar de los años, terminó siendo la profesión de sus vidas y la pasión que los llevó a conseguir las mejores aeronaves para el país.
Días atrás, una delegación argentina, liderada por el Ministro de Defensa Luis Petri, se trasladó a Dinamarca para poner fin a las especulaciones: Argentina le compró 24 aviones F-16 a este país.
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La adquisición fue la última etapa de una serie de análisis -que llevaron años y tiempo de dedicación- sobre distintos sistemas de armas para que la Fuerza Aérea Argentina (FAA) pudiera recuperar la capacidad supersónica, perdida tras la desprogramación de los Mirage en el año 2017.

DEF visitó el edifico Cóndor, sede de la FAA, para conocer de cerca a los responsables del Programa F-16, los vicecomodoros Juan Manuel Sosa y Cristian Dario Giaccaglia, una iniciativa que, durante más de una década, exploró y analizó las alternativas posibles para asesorar a las autoridades castrenses y nacionales sobre la mejor opción para la defensa de nuestros cielos.
“Es un orgullo estar al frente de esto”
Sosa y Giaccaglia no solo son los responsables del exhaustivo trabajo previo a la compra, sino que fueron la cara visible de ella, sobre todo en Dinamarca. “Es un orgullo estar al frente de esto y, también, es una responsabilidad. Pero no somos solo nosotros dos, la Fuerza Aérea Argentina está detrás de nosotros”, confesó el vicecomodoro Sosa.

“Toda la Fuerza Aérea y la superioridad nos están apoyando, incluso desde el Ministerio de Defensa. Ellos son quienes han tomado la decisión de hacer esto y eso lo valoramos”, dijo y añadió: “Son aviones que compró el país y es lo que queremos transmitir”.
De hecho, por estos días, se fue sumando personal al grupo de trabajo. Y Cristian Darío Giaccaglia, jefe de Gestión de Implementación del programa, compartió sus sensaciones: “Uno puede ver el orgullo en sus caras“.
¿Por qué Argentina necesita a los F-16 ?
“El F-16 le aporta a Argentina la posibilidad de recuperar la capacidad supersónica. En síntesis, poder tener un control del aeroespacio completo”, afirmó, sin dudar, el vicecomodoro Sosa, jefe del Programa F-16.
En sus palabras, nuestro país necesita un vector, con velocidad, para alcanzar, interceptar e identificar los “tránsitos aéreos irregulares”. En ese sentido, explicó que las aeronaves compradas tienen sensores, aviónica y armamento que van a permitir la recuperación de la capacidad de disuasión, fundamental si se considera que somos la octava geografía del mundo.

“Un Estado tiene que ser capaz de defender sus intereses, en su territorio y el de su pueblo. Para eso están los aviones”, resumió Giaccaglia.
“No son para la guerra, son aviones para la paz”, aclaró Sosa, al tiempo que explicó que este tipo de adquisiciones se hacen cada 40 o 50 años. En ese sentido, añadió que los programas suceden de acuerdo a la vida útil de los sistemas de armas de la Fuerza, que es de aproximadamente entre 25 y 30 años. De todos modos, aclaró que, en el presente, y por los avances tecnológicos y las modernizaciones, las aeronaves cuentan con mucho más margen.

La historia personal de los responsables del F-16
Si existe un común denominador en los pilotos militares es que la vocación se despierta en la infancia. Los vicecomodoros Juan Manuel Sosa y Cristian Darío Giaccaglia no son la excepción.
Según cuenta Juan Manuel Sosa, de 49 años, cuando era niño la Guerra de Malvinas lo marcó. “Me acuerdo bien de eso. Yo vivía en Carlos Paz, cerca de la Escuela de Aviación, donde también trabajaba mi papá. Y siempre fui un fanático del tema. Consumía revistas de aviones y coleccionaba fascículos”, recuerda, y agrega: “Sobre lo que quise ser de grande, nunca lo dudé. No tuve un problema vocacional porque siempre lo supe”.

En el caso de Sosa, su pasión por los aviones lo llevó a seguir la carrera en la Fuerza Aérea. Una vez adentro, se encontró con el mundo de sus sueños: “Uno se va enamorando de la vida militar. Por eso, termina viendo que la Fuerza es un equipo de gente y un montón de otras cosas, como el compañerismo. Eso genera algo que uno lleva adentro y que no se puede cuantificar”.
“Somos unos apasionados natos”, comenta Cristian Dario Giaccaglia que, en su caso, garabatea aviones desde que tiene uso de razón. “Cuando pasó todo lo del F-16, mis compañeros de la primaria me contactaron para decirme que se acordaban de mí, en primer grado, dibujando aviones”, contó.
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“Ambos somos unos fanáticos. Y creemos que quien está en esta Fuerza lo hace por verdadera vocación. Eso es, en gran medida, lo que nos impulsa. Somos argentinos y como tales queremos ver que nuestro país tenga un gran avión”, concluyeron los pilotos que forman parte del programa de los F-16.