En junio de 2024, el radiotelescopio ASKAP en Australia detectó una extraña y potente señal de radio de apenas 30 nanosegundos. Por sus características, parecía tratarse de un fenómeno proveniente del espacio profundo. Sin embargo, el análisis posterior de la procedencia reveló una pista insólita: la señal no venía de una galaxia lejana, sino de un punto en órbita terrestre. Todo apunta a un satélite de la Guerra Fría, que la NASA había dado por obsoleto hace casi 60 años.
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El responsable del misterioso pulso fue identificado como el satélite Relay 2, lanzado por la NASA en 1964. Formó parte de los primeros experimentos de comunicaciones espaciales y estudios sobre la radiación en el entorno orbital de la Tierra. Relay 2 funcionó activamente hasta mediados de 1965, y uno de sus transpondedores siguió operativo hasta junio de 1967. Desde entonces, no volvió a emitir señal alguna, y se lo consideraba completamente inactivo.

Cuáles fueron las señales detectadas del satélite de la NASA
Los investigadores creen que fue un fenómeno físico espontáneo lo que provocó la emisión. Una de las hipótesis más aceptadas es que se produjo una descarga electrostática. En el espacio, los satélites acumulan carga en sus superficies debido al viento solar y las condiciones del entorno. Cuando esa carga se libera de forma repentina, puede emitir una chispa que genera un breve pulso de radio.
Otra posibilidad es que el satélite haya sido impactado por un micrometeoroide. Ese choque podría haber provocado una emisión momentánea de energía en forma de radiofrecuencia, similar a lo que se observa en experimentos de laboratorio con impactos de plasma.
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Esto genera preocupación en el ámbito científico porque este tipo de emisiones puede confundirse con señales de origen cósmico real, como los estallidos rápidos de radio, que son objeto de una intensa investigación. La presencia de estas señales artificiales, aunque espontáneas, obliga a refinar los sistemas de detección y análisis para evitar interpretaciones erróneas.

Además, este suceso reabre el debate sobre los llamados “satélites zombis”: dispositivos inactivos que, bajo ciertas circunstancias, pueden volver a emitir señales de forma inesperada. Más allá del asombro, el caso de Relay 2 expone una realidad poco atendida: la basura espacial no solo representa un peligro físico para otros satélites, sino también una fuente potencial de interferencia científica.
A medida que crece la cantidad de objetos abandonados en órbita, aumentan también las probabilidades de eventos como este, donde el pasado tecnológico vuelve a manifestarse de formas imprevisibles.



