Desde su regreso a la presidencia, Donald Trump relanzó una de sus propuestas más ambiciosas en materia de defensa: la creación de un escudo antimisiles llamado “Golden Dome”.
Inspirado en el “Iron Dome” israelí pero con una escala y enfoque mucho más amplio, este sistema busca proteger a Estados Unidos de potenciales ataques balísticos, utilizando tecnologías avanzadas y, en particular, capacidades espaciales. SpaceX, la compañía aeroespacial liderada por Elon Musk, aparece como uno de los actores clave para materializar esta visión.
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Cómo funciona el Golden Dome de SpaceX
El “Golden Dome” se basa en una constelación de satélites que operarían en la órbita baja terrestre, diseñados para detectar lanzamientos de misiles enemigos en tiempo real. Una parte de estos satélites, aproximadamente 200, estaría armada con proyectiles cinéticos o incluso tecnología láser, lo que permitiría interceptar los misiles en su fase de ascenso, es decir, apenas despegan. Esto representa un cambio radical respecto a los sistemas tradicionales que suelen operar en fases más avanzadas del vuelo del misil.

SpaceX fue señalada como la favorita para liderar este proyecto. Su experiencia en el despliegue masivo de satélites, como se ve con Starlink, y su capacidad para lanzar misiones reutilizables con los cohetes Falcon 9 y Falcon Heavy, la convierten en una opción lógica para el gobierno de Trump.
Además, su división Starshield, orientada específicamente a soluciones de defensa y comunicaciones seguras, ya se encuentra trabajando en tecnologías de uso dual que podrían encajar en este tipo de proyectos. De hecho, según reportes de medios como Fox Business y Reuters, SpaceX no solo ofrecería la infraestructura tecnológica sino que propuso un modelo innovador: el gobierno no adquiriría los sistemas directamente, sino que pagaría por su uso como un “servicio por suscripción”.
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El objetivo estratégico detrás del Golden Dome es claro: evitar que misiles lanzados por potencias como China, Rusia o Corea del Norte puedan alcanzar suelo estadounidense. Según Trump, este sistema podría “hacer obsoletos los misiles enemigos”, fortaleciendo la seguridad nacional y reforzando la posición geopolítica de Estados Unidos. La administración también presentó este proyecto como un símbolo de disuasión tecnológica, capaz de proteger no solo el territorio continental, sino también a aliados clave en Europa y Asia.
Las polémicas detrás del Golden Dome
Sin embargo, la iniciativa no está exenta de críticas. Especialistas en seguridad y relaciones internacionales advierten que un sistema como este podría desatar una nueva carrera armamentista, ya que otras naciones se verían presionadas a desarrollar tecnologías capaces de evadir o sobrepasar dicho escudo. También se plantean dudas sobre la viabilidad técnica de interceptar misiles en la fase de ascenso, una maniobra extremadamente compleja debido a su velocidad y al corto margen de tiempo disponible.

Por otro lado, existen objeciones legales: desplegar armas en el espacio podría violar el Tratado del Espacio Exterior de 1967, que prohíbe el uso militar del espacio ultraterrestre con fines ofensivos. La propuesta de SpaceX de ofrecer este sistema bajo un modelo de “defensa como servicio” también generó debate, ya que implica que la seguridad nacional dependa de una empresa privada, lo cual no tiene precedentes en este nivel.
Actualmente, el proyecto se encuentra en una fase preliminar. A comienzos de 2025, el gobierno de Trump firmó acuerdos iniciales con SpaceX para el modelo defensivo, así como con otras compañías como Palantir y Anduril para el modelo ofensivo, para avanzar en el diseño y testeo del sistema.
Se espera que los primeros satélites prototipo se lancen en algún momento de 2026. Si bien aún queda mucho camino por recorrer, el hecho de que SpaceX esté involucrada aceleró notablemente los tiempos de desarrollo y colocó a Estados Unidos al frente de una nueva frontera tecnológica en materia de defensa.




