A finales de 1980, cuando la industria pesada de Taiwán ya mostraba signos de madurez, el gobierno hizo una apuesta a la innovación en el sector de la alta tecnología, a partir de la inauguración del parque científico de Hsinchu, ubicado 65 km al sudoeste de la capital Taipéi.
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Siete años antes, se había puesto en marcha allí el Instituto de Investigación de Tecnología Industrial (ITRI), lo que constituyó el puntapié inicial de este polo de desarrollo que puso al país a la vanguardia en el desarrollo de los circuitos integrados (IC, sigla en inglés). En este auténtico “Silicon Valley” taiwanés, se incubaron empresas que hoy lideran este sector de punta en la economía del siglo XXI.

Industria tecnológica en Taiwán: los pioneros de los semiconductores
La empresa pionera de esta industria fue United Microelectronic Corporation (UMC), que se especializó en la fundición de obleas para la producción de semiconductores. En 1987 vio la luz la compañía que revolucionó para siempre el nicho de la producción de los chips más avanzados: la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), creada por Morris Chang en 1987. El fundador de TSMC venía de trabajar en esa misma industria en Estados Unidos y fue convocado por el gobierno taiwanés para ocupar la presidencia del ITRI.

Así, fueron encajando las piezas del ajedrez que convirtieron a Hsinchu en la nave nodriza del despegue tecnológico de esta isla de 36.197 km², que hoy concentra más del 60% de la producción global de semiconductores y más del 90% de los chips más avanzados. En abril de este año, TSMC presentó su última joyita: el microchip de 2 nanómetros, que permitirá incrementar en hasta un 15% la velocidad de procesamiento, con una reducción de hasta el 30% en el consumo de la batería.

El parque científico de Hsinchu: una ventana al futuro de la alta tecnología
Hoy, en los seis parques ubicados en un área total de 1342 hectáreas, este clúster científico-tecnológico alberga a 626 empresas. Además de semiconductores, se producen allí innovaciones en sectores tan complejos como la biomedicina, la electrónica óptica, la maquinaria de precisión y las telecomunicaciones.

Desde la cápsula endoscópica, dotada de una mini cámara para realizar diagnósticos médicos no invasivos en el intestino; hasta una espuma que permite regenerar los tejidos en la zona del cerebro, los ejemplos que se encuentran al recorrer el parque científico de Hsinchu confirman que la apuesta hecha por Taiwán hace 45 años fue la correcta. Un scooter que es alimentado por una pila de hidrógeno y paneles solares de última generación son expuestos en las vitrinas del parque científico, en la recorrida abierta al público.

“Innovación para un futuro mejor” es el lema de este parque, que emplea en forma directa a más de 170.000 personas y genera ingresos anuales equivalentes a más de 46.000 millones de dólares estadounidenses.
Hay en la isla, además, otros dos grandes polos de investigación y desarrollo tecnológico −el del centro, en torno a la ciudad de Taichung, y el del sur, en la zona de Tainan− que, sumados, contribuyen a la economía taiwanesa con alrededor de 100.000 millones de dólares anuales adicionales.
