Vértigo, incertidumbre, enojo y miedo es lo que se vive en los primeros días del nuevo ocupante de la Casa Blanca. El flamante presidente de los EE.UU., al menos por ahora, se muestra decidido a cumplir sus promesas de campaña, aun las más controvertidas, acompañado de un gabinete que no se queda atrás y también despierta polémica.
Sin dilaciones, apenas finalizada la ceremonia de asunción, el 20 de enero Trump firmó un decreto que marcó el comienzo del desmantelamiento del llamado Obamacare, la reforma de salud de la anterior Administración. El texto explicita la voluntad del Ejecutivo de “derogar y sustituir” el sistema, que ahora queda en manos del Congreso, que deberá legislar sobre los pasos a seguir para reemplazarlo.
El fin de semana siguiente a la asunción también fue agitado. El domingo, la Administración Trump brindó su primera conferencia, de la mano del flamante secretario de prensa, Sean Spicer. En ella, además de dejar planteado un claro enfrentamiento con los medios, el gobierno norteamericano no dio la más mínima señal de estar considerando retroceder en algunas de sus controvertidas medidas, a pesar de la multitudinaria Marcha de las Mujeres, que el sábado previo copó Washington y otras grandes ciudades del país en señal de protesta con una multitud mucho mayor a la que asistió a la ceremonia de asunción.
De hecho, la conferencia en sí misma parece haber tenido un solo objetivo: el de dejar en claro que la asunción había sido un éxito, mediante la presentación de lo que la asesora Kellyanne Conway bautizó como “hechos alternativos”, para contrarrestar a los hechos presentados por los medios, principalmente en lo referido al número de asistentes a la asunción.
A pura firma
La primera semana de Trump en la Casa Blanca continuó en la misma línea, con una catarata de decretos, aprobados a un ritmo que se asemeja más al televisivo que al de la política de una gran nación. Las medidas echaron por tierra no solo los pilares de la Administración Obama, sino las políticas que definieron a EE. UU. y su hegemonía al menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El presidente, que fue electo con menos del 40 % de aprobación, el nivel más bajo de la historia moderna del país, parece estar decidido a seguir adelante con los decretos sin importar quiénes se opongan a su pluma.
Para el influyente The New York Times, Trump parece no estar apuntando a ser juzgado por lo hecho en los primeros 100 días, sino en las primeras 100 horas. “Ningún presidente en tiempos modernos, quizá nunca, ha empezado con tal ráfaga de iniciativas en tantos frentes y en tan poco tiempo”, se leía en el diario.
El primer anuncio fue el inicio de conversaciones con los gobiernos canadiense y mexicano para renegociar -y eventualmente cancelar- el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCA) y frenar el avance del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TTP). Se trata de una de las promesas clave de campaña, que, aseguró, busca “renegociar acuerdos en pos de los intereses de EE.UU. y sus trabajadores”.
Sin embargo, las negociaciones con México quedaron congeladas tras un posterior anuncio del presidente norteamericano de comenzar la construcción del polémico muro en la frontera entre ambos países y de sancionar a las ciudades que ofrecieran refugio a los inmigrantes ilegales. “De alguna forma, México pagará por él”, aseguró el mandatario republicano, que además barajó la posibilidad de colocar un impuesto del 20 % a todas las importaciones provenientes del país vecino, gravamen que, por otra parte, marcaría el fin del TLCAN. Tras estas explosivas declaraciones, la reunión prevista entre Trump y Peña Nieto quedó cancelada.
Otras de las medidas anunciadas por Trump incluyen la resucitación de los proyectos de construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, que habían sido frenados por Obama por su impacto medioambiental tras fuertes protestas, así como el decreto que vuelve a poner en vigencia una ley que prohíbe a ONG estadounidenses utilizar fondos públicos para financiar abortos en el extranjero.
Pero quizás la decisión más controvertida fue la de suspender temporalmente el flujo de refugiados a EE. UU. y cancelar de forma definitiva el ingreso de refugiados que provengan de naciones de mayoría musulmanas, puntualmente de Libia, Somalia, Sudán, Irak, Irán y Yemen, al menos por 30 días.
La inmediata puesta en marcha del decreto generó denuncias de ilegalidad y protestas en aeropuertos y terminales del país contra lo que fue considerado como una medida discriminatoria y anticonstitucional. Al cierre de este número de DEF, la decisión había sido bloqueada parcialmente por un juez de Nueva York.
Hombres blancos y ricos
La ceremonia de investidura presidencial, como es tradición, dio inicio oficialmente la era Trump, pero el presidente republicano no es el único que entró en funciones, lo acompañan los miembros de un equipo elegido especialmente para esta nueva etapa de la política norteamericana.
Los que estarán a su lado durante los próximos cuatro años para dirigir el rumbo del país son, en su mayoría, hombres, ricos y blancos, con poca o nula experiencia en la gestión pública. No hay ni un solo hispano y de los 15 puestos con rango ministerial, 13 son ocupados por funcionarios blancos.
Todos los funcionarios de gabinete, a excepción del jefe de Gabinete de la Casa blanca, requieren para ser confirmados en su puesto la aprobación por parte del Senado, al cierre de esta edición se encontraba en marcha el proceso de audiencias, que resultó bastante difícil de superar para algunos.
LOS ELEGIDOS
Departamento de Estado
En uno de los puestos claves del gobierno, Trump nombró a Rex Tillerson, quien hasta ahora se desempeñaba como CEO de Exxon Mobil, tras décadas de experiencia en esta petrolera. Aunque carece de antecedentes en el sector público, el presidente elogió la trayectoria de Tillerson en negociaciones internacionales difíciles. Su paso por las audiencias ante el Congreso no fue nada fácil. Las principales críticas apuntaron a los vínculos del empresario con el presidente ruso Vladimir Putin, quien en 2013 lo galardonó con la Orden de la Amistad, una de las más altas distinciones que Rusia da a los extranjeros. También se puso en duda su capacidad de distanciarse de los intereses corporativos a la hora de asumir su cargo.
Seguridad Nacional
El general John Kelly, marine retirado de 66 años que lideró tropas en el Comando Sur de EE.UU., es el elegido por Trump para el cargo de mayor responsabilidad en el control de las fronteras estadounidenses y las deportaciones. En el pasado, Kelly se enfrentó con el ex presidente Obama con duras críticas a la decisión de admitir el ingreso de mujeres a las Fuerzas Armadas, y el cierre de Guantánamo en Cuba.
CIA
Trump nombró al congresista republicano por Kansas Mike Pompeo para liderar la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Miembro del Tea Party y de la Asociación Nacional del Rifle, Pompeo es un férreo opositor a la política exterior de la Administración Obama, especialmente del acuerdo con Irán, y fuerte crítico de Hillary Clinton por su actuación en el ataque en Bengasi que se cobró la vida del embajador norteamericano.
Defensa
James N. Mattis, marine retirado ex combatiente en Irak y Afganistán, es el elegido por Trump para ser el próximo secretario de Defensa de los EE.UU. Enfrentado con Obama por el manejo de la cuestión iraní y en general por su política en Medio Oriente, Mattis cuenta con gran apoyo del Congreso y del establishment militar, lo que agilizó el proceso de aprobación de la nominación.
Tesoro
Para Secretario del Tesoro, Trump eligió a Steven Mnuchin, un ex banquero de Goldman Sachs con un paso por Hollywood, en donde financió producciones exitosas como Mad Max Fury Road y Avatar, entre otras, y sin ninguna experiencia en el sector público. Apodado el “rey de las ejecuciones hipotecarias” por su rol en el banco OneWest durante la crisis de 2008, en el que miles de familias fueron desahuciadas.
Procurador General
El senador republicano por Alabama Jeff Sessions, quien apoyó a Trump desde los inicios de la campaña, fue el elegido para convertirse en el nuevo procurador general de los EE.UU. Sessions se ha expresado en contra de endurecer las leyes contra la tortura y ha sido acusado de racista y xenófobo en numerosas oportunidades. El senador es quien ayudó a Trump en sus propuestas inmigratorias, que incluyen la deportación de tres millones de indocumentados.
Comercio
El nuevo secretario de Comercio de los EE.UU. es Wilbur Ross, un millonario empresario neoyorkino que tendrá como principal tarea la de renegociar los acuerdos comerciales, para cumplir con la promesa de campaña de Trump, principalmente el TLCAN. Ross tiene 25 años de experiencia en la reestructuración de empresas textiles, siderúrgicas y mineras, entre otras, y fue uno de los que apoyó desde los comienzos de la campaña a Trump.
Las excepciones
Elaine Chao, originaria de Taiwán, y con experiencia en el sector público como secretaria de Trabajo durante los dos mandatos del ex presidente George W. Bush, fue elegida por el presidente para dirigir la cartera de Transporte. Es una de las pocas mujeres del equipo, junto con Linda McMahon, elegida para dirigir la Oficina de la Pequeña Empresa de la Casa Blanca, Betsy DeVos, nombrada secretaria de Educación, y Nikki Haley, como embajadora en la ONU.
Ben Carson es el único hombre negro del gabinete, asignado para dirigir el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano. Neurocirujano, sin ninguna experiencia en gestión pública, Carson participó él mismo de la carrera presidencial. Al fracasar su candidatura, se convirtió en un ferviente seguidor de Trump desde los inicios de la campaña.
Por otra parte, en el Departamento de Asuntos de Veteranos, Trump sorprendió al nombrar a David Shulkin, quien se desempeñaba ya como subsecretario de salud para los veteranos en esa misma cartera desde 2015. La nominación resultó sorpresiva por un lado porque representa cierta continuidad con la Administración Obama, pero más importante aun, porque Shulkin será el primero en ocupar este cargo sin ser militar.