En una charla exclusiva con DEF, el escritor, periodista y pensador cubano Carlos Alberto Montaner se refirió a la actualidad política de la región, a la nueva relación entre EE. UU. y Cuba, y al debate sobre la despenalización de la droga.

-¿Cuáles han sido las características centrales del populismo en América Latina?

-En general, el populismo siempre funciona más o menos de la misma manera: demagogia, clientelismo, asistencialismo, gasto público excesivo, inflación y un nacionalismo impostado para poder culpar a los extranjeros de nuestros males y desmanes. Todo esto, claro, en medio de una enorme corrupción en la cúpula y la desmoralización general de la sociedad.

-¿Cree que han fracasado?

-Cada cierto tiempo hace crisis y se debilita hasta casi desaparecer, pero regresa. La idea de poder vivir del Estado sin trabajar, o trabajando poco, es muy seductora. Uslar Pietri solía decir que el rasgo más importante de las sociedades exitosas es que el Estado vivía de sus ciudadanos, mientras que en las naciones fracasadas sucedía a la inversa.

-¿Se abre ahora un nuevo “ciclo liberal” en la región? ¿En qué aspectos considera que los nuevos gobiernos de cambio latinoamericanos deberían diferenciarse del anterior ciclo neoliberal de la década del 90?

-Por supuesto, estamos ante un ciclo de fracaso del populismo y el reinicio de una etapa liberal, pero para que no suceda lo que ocurrió en los noventa, es muy importante un estricto control del gasto público y una total transparencia en la administración del Estado. Tan importante como el nuevo ciclo liberal es la llegada de una era de rechazo a la corrupción y de una creciente revolución en el Poder Judicial.

-¿Cómo afecta a la estabilidad política y económica del continente la grave crisis política y económica que vive Brasil?

-Para Argentina, Uruguay y Paraguay, es muy importante desde todo punto de vista. Para el resto, tendrá poco efecto. No olvidemos que Brasil y América Latina han vivido de espaldas durante siglos.

-¿Atribuye la crisis brasileña únicamente a factores endógenos o se pueden identificar también factores externos?

-El más importante de los factores internos es la debilidad de un tejido empresarial muy débil, poco innovador, protegido con aranceles y trabas a la importación. A lo que siguen la corrupción, las dificultades para crear empresas y una burocracia torpe y lenta como pocas. El factor externo es la reducción del índice de crecimiento chino. Por cada punto de reducción del PIB chino, el brasilero cae dos. El desarrollo brasileño en cierta medida era una fantasía. No sólo de Embraer vive el hombre. Aquella antigua definición de Brasil como Belindia, mantiene su actualidad. Treinta millones viven como en Bélgica. Ciento setenta como en la India.

-Con el caos que vive hoy Venezuela y ante una eventual revocatoria del mandato de Nicolás Maduro, ¿qué futuro tendría el eje bolivariano y políticas como el ALBA o Petrocaribe impulsadas en su día por Hugo Chávez?

-El eje bolivariano es otra fantasía. Durante años, Venezuela pagó esa cuenta con petrodólares. Ahora sólo subsidian a fondo a Cuba porque el chavismo vive gracias a la contrainteligencia operada por Cuba. El ALBA y Petrocaribe recuerdan al desastroso circuito del CAME. Duró mientras la URSS pagaba la factura. Una vez que desapareció la URSS se acabó el CAME. Recuerdo que uno de los gritos más frecuentes escuchados en Moscú era: “hay que salvar a Rusia del peso de la URSS”. Uno de los incentivos que tienen los venezolanos para quitarse de encima a la plaga chavista es acabar con las donaciones de petróleo.

-¿Está de acuerdo con la división geopolítica que muchos analistas hacen entre un eje del Pacífico (México, Colombia, Perú, Chile) de economías abiertas y más competitivas, y un eje del Atlántico comandado por el Mercosur que se resiste a ese tipo de políticas?

-En principio, estoy de acuerdo. El eje del Pacífico es más dinámico y aperturista. El MERCOSUR es una fórmula para proteger al mercado local de la competencia extranjera. Eso es muy perjudicial para los consumidores del Cono Sur.

-¿Puede influir la llegada de Macri al poder en Argentina y un eventual cambio de signo político en Brasil en un mayor acercamiento entre ambos bloques regionales?

-Espero que así sea. La economía chilena, pese al rebrote populista de los últimos tiempos, creció ayudada por más de 30 tratados de libre comercio.

-¿Cómo observa la nueva actitud del gobierno de Barack Obama frente al régimen cubano? ¿Podría servir para acercar a Estados Unidos nuevamente a la región, removiendo un obstáculo que sirvió muchas veces de justificativo para actitudes antinorteamericanas en el resto de América Latina?

-Obama ha sustituido la política del containment o contención de la época de la Guerra Fría, por la deengagement,basada en la presunción de que el comercio y los lazos personales pueden acelerar la aparición de una sociedad civil en Cuba. Eso está por verse. Si en algo son expertos los latinoamericanos es en combinar la dictadura con el capitalismo y las buenas relaciones con Washington. La dictadura de Stroessner lo hizo durante 35 años y la de los Somoza duró 40. La izquierda latinoamericana no necesitaba del embargo a Cuba para ser antiyanqui. Desde principios del siglo XX el antiamericanismo se abrió paso y seguirá siendo un factor de movilización. La Teoría de la Dependencia, científicamente desacreditada, pero políticamente viva, continuará alimentando el antiamericanismo.

-¿Le preocupa el ascenso del discurso populista en Estados Unidos (en este caso de un “populismo de derecha”), con la candidatura presidencial de Donald Trump y su discurso racista e intolerante?

-Me preocupa mucho, aunque pierda. Trump dice las tonterías que afirman los caudillos latinoamericanos. Me preocupa también Sanders y su influencia en la juventud latinoamericana. Hace un par de semanas la Universidad de Harvard reveló que el 51% de los jóvenes (18 a 29 años) rechazaban la economía de mercado y se manifestaban socialistas, pero sin definir a qué socialismo se referían. Supongo que pensaban en el escandinavo, modalidad absolutamente fiable.

-¿Cuál es su posición sobre la despenalización de las drogas ligeras? ¿Hay margen para un cambio de política en la lucha contra el narcotráfico?

-Como buen liberal, creo que no le corresponde al Estado decidir por mí qué sustancias puedo utilizar en mi propio cuerpo. Soy prácticamente abstemio y no consumo siquiera nicotina, pero lo hago voluntariamente. Por supuesto que debe despenalizarse el consumo de drogas ligeras y también de drogas duras. A fines del siglo XIX el papa tomaba Vino Mariani, que venía trufado con cocaína. Naturalmente, la despenalización debe acompañarse de una campaña intensa y permanente sobre la devastación que produce el consumo de droga.