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Un dragón en pleno ascenso

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China se ha convertido en el segundo socio comercial de la Argentina y, aunque todavía juega un papel menor como inversor, presencia ha ido creciendo a lo largo de la última década, particularmente en los subsectores de la energía y la minería. ¿Qué puede esperarse de la relación con el gigante asiático en el mediano plazo?

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Durante la última década (2004-2014) el comercio bilateral entre Argentina y China se multiplicó por 16, con una tasa de crecimiento anual del 15 por ciento. De representar tan solo 2,5 por ciento de nuestro comercio exterior, el intercambio con Beijing pasó al 11,5 por ciento. La balanza comercial fue mayoritariamente favorable a nuestro país hasta 2007; en tanto que, a partir del año sigiuente, el saldo ha sido crecientemente deficitario para nuestro país. En este informe brindamos algunas claves para entender el devenir de esta estratégica relación bilateral, que ha crecido de manera exponencial, y las perspectivas que se abren con la llegada de Mauricio Macri al poder.

Intercambio comercial: presente y futuro

“El incremento del intercambio bilateral tiene que ver con el acelerado crecimiento de China, que comenzó a demandar commodities”, explicó a DEF Juan Manuel Pippia, investigador de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), quien destacó que el mercado chino fue “la variable principal a la hora de explicar la suba de los precios de dichos commodities”. Recordó que el 75 por ciento de las exportaciones a China se concentran en dos ítems: porotos y aceite de soja; en tanto que cerca de un 15 por ciento está conformado por un conjunto de productos primarios entre los que destacan el tabaco, el cuero y la leche, y el restante 10 por ciento está integrado por aceites de petróleo.

“Aunque parezca mentira –aclaró Pippia–, Argentina todavía le vende poco a China. Si miramos países con estructura económica similar al nuestro, tales como Australia, Nueva Zelanda e inclusive el mismo Brasil, podemos ver que todavía existen enormes nichos para productos argentinos, como las carnes, que por motivos de política doméstica no han sido explotados”. En ese sentido, señaló: “Muy probablemente, la paulatina eliminación de las retenciones al agro, la desarticulación del cepo cambiario y distintas medidas que tiendan a la estabilidad macroeconómica incidirán en mayores exportaciones hacia el resto del mundo y, en particular, hacia China”.

En un simposio organizado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) donde se proyectaron aspectos de la relación bilateral de cara a 2030, el exsecretario de Agricultura y actual profesor de la Maestría en Agronegocios y Alimentos de esa institución, Marcelo Regúnaga, señaló que hoy “China tiene muy concentradas sus importaciones de alimentos en pocos productos, pero la magnitud del mercado brinda oportunidades en otros bienes del sector”. Un rubro sensible es el del aceite de soja, donde Argentina perdió en los últimos años el liderazgo a manos de Brasil. A su juicio, nuestro país podría cubrir el total de las futuras importaciones chinas de ese producto, a lo cual se podrían añadir otros con mayor valor agregado, como carnes y lácteos.

Muchas oportunidades y algunas amenazas

El doctor Jorge Malena, director de la carrera de Estudios sobre China Contemporánea en la Universidad del Salvador, señaló que la relación con China presenta diversas aristas. “Por un lado, es un mercado de exportación, una fuente de capitales de inversión, un prestamista de última instancia, proveedor de tecnología y un contrapeso a la relación entre EE. UU. y la Unión Europea. Pero, por otra parte, también es un competidor en productos manufacturados, un actor comercial desleal y un agente primarizador de nuestra economía”, advirtió. Para este experto, que en 2013 recibió el Special Book Award of China, “en el análisis del lazo bilateral debemos adoptar una perspectiva integradora que reconozca las oportunidades y las amenazas, de manera de comprender la naturaleza de nuestra interacción con China y definir acertadamente las políticas conducentes a la defensa de nuestro interés nacional”.

El aspecto menos favorable de este vínculo es el que ocupan los productos manufacturados, ya que –como indica Pippia, citando distintos estudios de complementariedad económica que han sido realizados– “cuando se incluye al sector industrial, no hay complementariedad sino competencia”. En el caso de la Argentina, la producción china amenaza al 73 por ciento de nuestras exportaciones industriales. “Esto se debe a que las industrias con capacidad exportadora de la Argentina –y, en gran medida, de Latinoamérica son prácticamente las mismas que en China. Y para peor, en muchos casos, también coinciden en su principal en su principal mercado de exportación es EE. UU”. Las industrias más afectadas son los tubos y tuberías sin costura, el acero, el aluminio en bruto, los motores de autos y los vehículos para el transporte de personas.

“A diferencia de lo que habitualmente se piensa, China no se apoya en mano de obra barata y condiciones laborales draconianas –desmitifica Pippia–, sino que su competitividad tiene que ver con un enorme incremento de las inversiones, que en los últimos 30 años multiplicaron por mil la inversión extranjera directa (IED) que recibe, y también en una mejora en la productividad de los trabajadores chinos”. Un factor adicional, indica este especialista, es la amplia batería de políticas industriales y sectoriales que el gobierno central y los estados provinciales promovieron, violando en muchos casos la normativa de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por ese motivo, desde 2001 China fue demandada en 33 oportunidades, mayoritariamente por motivos que tienen que ver con políticas, subsidios y otras ventajas desleales ofrecidos a sus exportadores.

Las inversiones y una tendencia ascendente

“La inversión china en nuestro país no se ha desarrollado tanto como el intercambio comercial”, asegura Jorge Malena, quien destaca, de todos modos, que Beijing es actualmente el tercer inversor en Argentina detrás de EE. UU. y España. “Las cifras han sido marginales por dos motivos”, aporta Pippia, quien se muestra confiado en un crecimiento de la llegada de capitales chinos tras la apertura del “cepo cambiario” anunciada al cierre de esta edición por el nuevo ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay. “Es muy probable que continúe el patrón de inversiones concentradas en la explotación de recursos naturales (energía, minerales y, en menor medida, alimentos) y en infraestructura asociada a dichos recursos”, añade el docente de la UADE.

Un capítulo a considerar, en este marco, es el condicionamiento que impone Beijing en el caso de los financiamientos ofrecidos a países como el nuestro, que –como indica Pippia– tienen tasas más ventajosas y menores que las de mercado. “Esto se debe a que, en la mayoría de los casos, el dinero prestado vuelve, de una forma u otra, a las empresas chinas”, agrega. Cita el ejemplo de la adquisición por parte del Estado argentino de ferrocarriles, por los cuales el China Development Bank cobró 600 puntos básicos por sobre la tasa Libor (tasa de referencia), una cifra que se ubicaba por debajo de los 838 puntos básicos que marcaba entonces la deuda soberana de nuestro país.

En este contexto, por su parte, Malena especifica que los acuerdos firmados en 2014 para la construcción de las dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz y la operación vinculada a los ferrocarriles “contemplan en algunos puntos la incorporación de material de origen chino”. Si bien admite que “lo ideal hubiera sido que esas obras se desarrollaran con mayor cantidad de insumos locales, la construcción de las represas y los ferrocarriles con tecnología de avanzada constituye, en definitiva, una transferencia de know how. Al respecto, Pippia considera que la Argentina “debería comenzar a instrumentar políticas tendientes a incentivar la transferencia de know how por parte de las empresas chinas”. Un modelo a seguir podría ser, a su juicio, el de Lenovo en el estado brasileño de San Pablo, donde esa empresa tecnológica invirtió 130 millones de dólares en investigación y desarrollo.

El soft power y el establecimiento de lazos culturales

En lo que se refiere a los vínculos culturales, Pippia subrayó que Beijing reconoce la relevancia del “poder blando” y se ha encargado de “generar lazos culturales con nuestro país”, principalmente a través del otorgamiento de becas de estudio, envío de profesores de idioma a la Argentina y el establecimiento de instituciones culturales como el Instituto Confucio. “Si bien estas iniciativas contribuyen a que accedamos a cierto grado de conocimiento sobre China, la verdad es que se brinda una imagen edulcorada de la actualidad de ese país”, matiza este investigador, quien lamenta que de nuestra parte no hayamos asumido con similar magnitud la reciprocidad que brindan tales acuerdos de intercambio educativo y cultural.

En ese “mar de indiferencia”, Jorge Malena rescata tres noticias alentadoras que se conocieron en 2015 y que permitirán profundizar esos lazos. Por un lado, la apertura por parte del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires del primer jardín de infantes bilingüe mandarín-castellano en el barrio de Parque Patricios. En segundo lugar, la inauguración de la primera Casa de la Cultura China en la Argentina, ubicada en la sede porteña de la Universidad del Congreso. Finalmente, el festejo del Año Nuevo Chino en el mes de febrero en Buenos Aires, ya que se trató del evento más visitado de su tipo en América Latina. “Por ahora son señales aisladas, pero dan la pauta de que podrían darse lazos más institucionalizados y duraderos”.

Las primeras señales del nuevo Gobierno

Durante la reciente campaña, el entonces precandidato y actual presidente Mauricio Macri había mostrado su descontento con una serie de acuerdos firmados por la administración de Cristina Fernández de Kirchner con China en ocasión de la última reunión del G-20 en Turquía, que incluían la construcción de una quinta y sexta central nuclear con tecnología Candu. “Consideramos que las actuales conductas del gobierno argentino podrían ser violatorias de la Constitución Nacional y contrarias al más elemental principio de transparencia en el manejo de la cosa pública”, decía el ahora jefe de Estado en una carta dirigida al embajador Yan Wanming. Allí expresó: “Este tipo de convenios comprometen al Estado argentino hacia las próximas décadas y requieren amplios consensos, así como una profusa información sobre los compromisos que en ellos se establecen y una clara fundamentación de su conveniencia y alcances; y lamentablemente ello no ha ocurrido”.

De todos modos, el designado embajador argentino en Beijing, Diego Guelar, buscó aquietar las aguas tras la llegada al poder del líder del PRO, al señalar que Macri “habló de revisar, pero eso no significa alterar, modificar o anular, sino poder ver juntos lo que no pudimos ver porque no se cursaba información al Congreso”. Además valoró la existencia de “una asociación estratégica” entre los dos países. “Argentina está en el mapa de las inversiones y los créditos chinos en forma muy activa; todo el clima es enormemente positivo y nuestro proyecto es profundizar esta línea”, sentenció Guelar.

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