La reorientación del modelo económico chino, que de un ciclo de crecimiento basado en el aumento extraordinario de las exportaciones e inversiones, ha pasado a centrarse en el consumo interno, tendrá un impacto innegable en nuestro continente. Repasamos en este informe el proceso de transición en el que se encuentra inmerso el gigante asiático y sus repercusiones a nivel global y regional.
Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, en el que los beneficios del sistema internacional que nos gobierna son puestos en entredicho por líderes populistas en distintos puntos del planeta. En ese contexto, la desaceleración de la economía china y la nueva orientación de su modelo de crecimiento han despertado temor e incertidumbre. “Los datos indican que se acelera la transición en China entre dos economías: una centrada en las grandes empresas estatales, con un nivel de ganancias prácticamente nulo (3 o 4 % por año) y dotadas de una capacidad instalada no utilizada (exceso de capacidad) de más de 30 % del total; y otra constituida por un nuevo sistema de firmas privadas, mayoritariamente del sector servicios, altamente competitivas y con elevadas tasas de retorno, que proliferan a partir de su virtual desregulación”, explica el avezado analista Jorge Castro, presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico, en su libro China y la Argentina en el siglo XXI: economía, política y estrategia.
UNA APUESTA A LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA
El 13º Plan Quinquenal (2016-2020), aprobado por la Asamblea Nacional Popular en marzo del año pasado, asigna un rol central a la innovación científico-tecnológica y al desarrollo de talentos vinculados a la creación de nuevas startups. Se identifica, al respecto, una serie de sectores de punta en los que se enfocarán los programas del país en la próxima década: los motores de aviones y las turbinas a gas, las estaciones submarinas, las comunicaciones y la informática cuántica, las neurociencias, la ciberseguridad, la exploración espacial y los servicios de mantenimiento de las estaciones espaciales que se encuentran en órbita. Se mencionan, asimismo, otras nueve áreas consideradas claves: la industria de las semillas, las tecnologías de uso limpio y eficiente del carbón, las redes eléctricas inteligentes (smart grids), redes de información integradas a través de satélites, el Big Data, la robótica y los procesos de manufacturación inteligente, la investigación, el desarrollo y la aplicación de nuevos materiales, el fortalecimiento de la gestión ambiental en el triángulo industrial Pekín-Tianjin-Hebei y el sector de la salud.
En su último examen de las políticas comerciales de China, la Organización Mundial del Comercio (OMC) afirma: “La transición hacia una producción basada en una mayor capacidad innovadora tendrá que estar respaldada por una mayor cualificación de la mano de obra y el acceso a la más moderna tecnología. Para ello será necesario realizar más esfuerzos de ajuste y adoptar para la inversión un enfoque más orientado al mercado, de modo que este desempeñe el primer papel en la distribución de los recursos”. También destaca “el esfuerzo por abrir la economía china a la inversión extranjera, principalmente en el sector de los servicios pero también en el manufacturero”, y el aliento a la formación de “sociedades conjuntas entre empresas chinas y extranjeras, en particular en esferas en las que existe un interés estratégico” como las manufacturas de alta gama y las industrias de alta tecnología, de servicios, nuevas energía y aquellas vinculadas con la protección del medio ambiente mediante el ahorro del consumo energético.
La formación de capital humano es esencial en esta estrategia de desarrollo montada sobre la ola del cambio tecnológico y la innovación. El gobierno chino persigue el ambicioso objetivo de lograr que se gradúen anualmente 8 millones de estudiantes universitarios, lo que llevaría en 2020 el número de profesionales a 195 millones y en 2030 a 270 millones. En esa línea, el Plan Quinquenal incluye la realización de una reforma integral de la educación superior, así como de sus sistemas de formación teórica y práctica, de captación de talentos y desarrollo de las capacidades creativas, innovadoras y emprendedoras de los alumnos. Además, en línea con su estrategia de acelerar el desarrollo educativo de las regiones centrales y occidentales del país, se instrumentará un plan para atraer a profesores de excelencia hacia universidades ubicadas en las zonas más relegadas de su vasta geografía.
INTRANQUILIDAD EN LOS MERCADOS FINANCIEROS
Las mayores dudas respecto del cambio de modelo chino provienen de los círculos financieros internacionales. En un informe publicado en enero del año pasado, Goldman Sachs advertía que “los mercados financieros desarrollados han reaccionado exageradamente y probablemente lo seguirán haciendo ante cualquier cambio imprevisto en la economía china”. Al cierre de esta edición de DEF, la agencia de calificación de riesgo crediticio Moody’s dio a conocer la rebaja de la nota de China de A1 a Aa3, aunque aclaró que “la fortaleza de su perfil crediticio le permitirá mantener su resiliencia frente a shocks negativos, con perspectivas de que el crecimiento del PBI se mantenga firme”.
Al repasar el devenir de la economía china en los últimos seis años, Moody’s advertía que su tasa de crecimiento anual había pasado del pico de 10,6 % en 2010 al 6,7 % registrado en 2016, al tiempo que vaticinaba que ese índice se mantendría en torno al 5 % en los próximos cinco años. “Al menos en el corto plazo, con una política monetaria limitada por el riesgo de provocar una nueva salida de capitales, la carga de sostener el crecimiento recaerá en gran medida en la política fiscal, con el consiguiente aumento del gasto por parte de entidades gubernamentales o vinculadas con el gobierno, incluyendo los bancos bajo control pú- blico y las empresas estatales”, alertaba Moody’s en su informe. De todos modos, matizaba, “las reservas de divisas de China de alrededor de 3.000 millones de dólares dotan al Banco Central de abundante poder financiero para preservar la estabilidad de la moneda y evitar un escenario financiero desestabilizador caracterizado por la fuga de capitales”. En ese sentido, puntualizaba una serie de fortalezas de la economía del país, a saber: su rápido crecimiento económico, el control gubernamental de amplios sectores de la economía y del sistema financiero, así como de los flujos financieros transfronterizos, y, particularmente, su cuenta de capital cerrada que reduce el riesgo de inestabilidad financiera.
Por su parte, Goldman Sachs aludía a la encrucijada que enfrenta el gigante asiático: reducir el ritmo de aumento de la deuda y de las inversiones, evitando al mismo tiempo una ralentización del crecimiento de su economía. “El logro de este equilibrio dependerá del progreso de las reformas estructurales destinadas a acelerar el crecimiento de la productividad total de los factores, que permitiría a China impulsar el crecimiento del PBI sin incrementar sus inversiones ni aumentar el cociente deuda-PBI”, concluía el informe de esta banca de inversión, que hacía un llamado de atención final respecto del alto impacto que este proceso podría tener principalmente en los mercados emergentes.
LA “TRANSICIÓN DIETARIA” Y SUS OPORTUNIDADES
En diálogo con DEF, Jorge Castro se refirió a la característica medular del proceso de transición que ha venido experimentando la economía china a partir de 2009: “El ingreso per cápita de la población crece por encima del PBI nominal”. Citando los últimos datos disponibles, puntualizó que en 2016 el incremento del ingreso per cá- pita del gigante asiático fue del 8,5 %, mientras que el PBI del país creció el pasado año un 6,5 %. Un dato clave, a juicio de este especialista, es “la aceleración de la transición dietaria” que “coloca a la producción y exportación de granos (soja, maíz) en un escalón de demanda históricamente superior al resto de los commodities”, lo cual “otorga un estatus especial en la economía mundial a los grandes productores y exportadores de granos, ante todo Brasil y la Argentina”.
El otro gran potencial proveedor chino en este sector sería EE. UU., pero sus exportaciones de granos disminuirán en el futuro inmediato debido a la creciente demanda interna, surgida fundamentalmente del fuerte aumento de la producción de etanol a partir de almidón de maíz. De este modo, los dos principales socios del Mercosur asumen, tal como enfatiza Castro, “un papel absolutamente central para la seguridad alimentaria de la República Popular en la segunda década del siglo XXI”. En el caso argentino, dada su “posición de liderazgo mundial en lo que se refiere a la producción y exportación de harina de soja, principal componente de la alimentación animal en China”, cabe subrayar la situación de privilegio que ocupa nuestro país y “significado estratégico” que tendrá la modernización del ferrocarril Belgrano Cargas, financiado por China, en la “competitividad de la producción agroalimentaria argentina”.
La reciente adquisición por parte de la corporación china COCFO del 100 % del paquete accionario de la empresa agroindustrial Nidera y de la unidad de agronegocios del grupo Noble ha convertido al coloso estatal chino en el mayor exportador de granos de la Argentina, con un total de 7,2 millones de toneladas despachadas el último año. Esta jugada de ajedrez también ha tenido un fuerte impacto en Brasil, donde COFCO ha pasado a detentar el control de las cuatro plantas productoras de azúcar de Noble, ubicadas en el cinturón azucarero del estado de San Pablo y de Nidera Sementes, compañía creada hace doce años tras la compra por parte de Nidera de la división de Bayer Corporation dedicada al desarrollo y la producción de semillas de maíz y sorgo en el vecino país. Estas operaciones no son antojadizas, sino que, tal como precisa Jorge Castro, se enmarcan en la “decisión estratégica” del gobierno chino de “reorientar sus inversiones en el exterior hacia la producción agrícola”, incursionando en “la totalidad de la cadena de valor, desde la actividad primaria hasta los sistemas globales de distribución”.
CHINA Y AMÉRICA LATINA: ¿UNA NUEVA DEPENDENCIA?
Algunos académicos y sectores industriales de nuestros países plantean sus reparos ante el tipo de relación comercial entablada con el gigante asiático, que califican como asimétrica. En un estudio publicado en abril de 2016 y financiado por la Fundación Konrad Adenauer, el Centro de Estudios Asia Pacífico de la Universidad EAFIT, con sede en Medellín, elaboró un índice de dependencia de las exportaciones de los países latinoamericanos a China, medido de 0 a 1 en función del menor o mayor grado de dependencia. Este determinó que en el período 2011-2014 Venezuela ha sido el país más sensible a las fluctuaciones del comercio con el gigante asiático, con un registro de 0,42, seguido por Chile y Colombia, ambos con un índice de 0,29; Perú, con 0,21; Ecuador, con 0,18; y Brasil con 0,17. La Argentina figura en el undécimo puesto, con un registro de 0,13.
“La estimación del índice de dependencia revela, además, que el 73 % de las exportaciones regionales a China están concentradas en cuatro productos: soja, que representa el 21 %, el petróleo en crudo, el 18 %; los minerales de hierro, el 14 %, y los minerales de cobre, el 10 %”, añade el trabajo de la Universidad EAFIT, titulado La presencia de China en América Latina: comercio, inversión y cooperación económica. A su vez, clasifica a los países latinoamericanos en cuatro grupos según el tipo de exportaciones: los “exportadores mineros o energéticos” (Venezuela, Colombia, Chile, Perú y Bolivia); los “exportadores de alimentos” (que encuentra, entre otros, a Brasil, Argentina y Uruguay); los “exportadores industriales” (como México y Costa Rica); y una última categoría, la de los “importadores netos” (que incluye a la mayoría de las naciones centroamericanas y caribeñas).
Por el lado de las importaciones procedentes del país asiático, en contra del estereotipo que suele plantearse del vínculo comercial con Pekín, Jorge Castro entiende que “la idea de que China vende al mundo zapatillas deportivas, paraguas y textiles de baja calidad gracias a su mano de obra abundante y barata es una visión anacrónica, que se refiere a otra etapa y no a la posterior a la crisis financiera internacional de 2008-2009 y al cambio de la forma de acumulación en China”. En la actualidad, tal como ilustra este experto, más del 60 % de las exportaciones chinas son obra de empresas que se encuentran inmersas en la fase de globalización del capitalismo caracterizada por “la primacía estratégica de las inversiones centradas en el capital productivo de tipo transnacional”. Reafirmando esta tendencia, el autor recuerda que en los últimos años las inversiones chinas en el exterior han sido crecientemente industriales y prueba de ello ha sido el desembarco de la automotriz Chery en el mercado brasileño, que instaló en 2014 una planta en Jacareí (San Pablo).
LAS INVERSIONES CHINAS EN LA REGIÓN
Al analizar el patrón que caracteriza a las inversiones chinas en América Latina y el Caribe, el profesor Robert Evan Ellis, investigador del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de EE. UU. y gran estudioso de la materia, destaca la “transformación de la infraestructura física” de la región a partir de proyectos financiados por bancos chinos y ejecutados por compañías de ese mismo país. Cita, a modo de ejemplo, la expansión y modernización de los puertos mexicanos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas, así como los chilenos Valparaíso y Concepción; nuevas líneas ferroviarias y los corredores bioceánicos para permitir la conexión Atlántico-Pacífico. En Perú y Colombia, Pekín financiará la expansión de los puertos de El Callao y Buenaventura, respectivamente. En el vecino Uruguay, tendrá un papel relevante en la construcción de un nuevo puerto de aguas profundas en el departamento de Rocha, en tanto que en Cuba participará en la modernización del puerto de Mariel y en Jamaica analiza la instalación de una gran terminal portuaria de contenedores en Goat Island, con la aspiración a convertirse en un centro logístico global para barcos clase post-Panamax.
“En los préstamos chinos a la zona latinoamericana y caribeña es muy importante la relación Estado-Estado y, por ende, las buenas relaciones entre Gobiernos explican, en cierta medida, que Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina fueran los mayores receptores de financiación china”, remarca el citado informe de la Universidad EAFIT, que atribuía también esa circunstancia a las restricciones externas y las altas calificaciones de riesgo que tres de ellos —Venezuela, Ecuador y Argentina— acarrearon durante el último período. Esta dependencia del financiamiento chino, sin embargo, no parece haberse modificado con el cambio de orientación ideológica en los gobiernos de los dos mayores socios del Mercosur, a partir de la llegada al poder de Michel Temer y Mauricio Macri respectivamente, incluso cuando la Argentina ha logrado recuperar su acceso a los mercados internacionales de crédito.
La advertencia que formula el estudio de la Universidad EAFIT es la siguiente: “Es necesario que los países latinoamericanos consoliden una estrategia en la cual temas como la tecnología, la creación de cadenas de valor, la ampliación de la oferta exportadora y la generación de mayor productividad queden cubiertos para que logremos generar encadenamientos productivos con China que permitan mejorar la competitividad de la oferta exportable de la región”. Y concluye invitando a los países de la región a “fomentar una estrategia concertada de industrialización regional con un alto componente en innovación”, para insertarse “adecuadamente a las propias necesidades de productividad de China, y, por ende, a la dinámica de cadenas de valor de Asia-Pacífico”.