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Argentina y el gigante euroasiático

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Durante la última década, el intercambio comercial entre Argentina y Rusia se incrementó notablemente, con un proceso que se vio acompañado por encuentros del más alto nivel entre jefes de Estado y por la firma de numerosos acuerdos de cooperación en distintas áreas. ¿Cuáles son los puntos salientes de esta “asociación estratégica” con Moscú y cómo continuará el vínculo en el gobierno de Mauricio Macri?

PUTIN

El regreso de la Federación Rusa al tablero del poder mundial, luego de superar las graves consecuencias del descalabro financiero que desembocó en el default de 1998, se dio en paralelo con un período de bonanza económica a nivel sudamericano a partir de los altos precios de las commodities. Argentina, en particular, venía de superar la gravísima crisis de 2001-2002 y buscaba reposicionarse en el escenario internacional, dejando a un lado el vínculo privilegiado con los EE. UU. que había primado durante la década del 90. Así fue como los lazos de vieja data de nuestro país con Moscú retomaron su vigor y se expandieron a un ritmo sostenido en los últimos diez años. “Argentina es hoy uno de los socios principales de Rusia en América Latina”, no dudó en afirmar Vladimir Putin durante su última visita a nuestro país en julio de 2014.

Una visión geopolítica común

En diálogo con DEF, el director del Observatorio de Rusia del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI), Guillermo José Galea, señaló: “La política exterior rusa siempre se ha basado en cuestiones geopolíticas. En la década del 90, el país atravesó una situación económica muy similar a la que vivió Argentina, al tener que insertarse en un mundo globalizado capitalista. También fueron similares muchos de los procesos políticos y sociales. Las herramientas para salir adelante en ese nuevo mundo fueron las mismas: forjar lazos con nuevos países y aumentar las exportaciones. Allí fue donde apareció la alianza con Argentina desde el punto de vista político, pero también económico”. El acercamiento entre el Kremlin y la Casa Rosada, recordó este especialista, coincidió con el relegamiento de nuestra región en la agenda externa de EE. UU., que pasó a concentrarse en Medio Oriente.

Desde una perspectiva histórica, en un trabajo de reciente publicación sobre la evolución de las relaciones exteriores entre Argentina y Rusia, Galea hacía el siguiente análisis: “La evolución de las relaciones bilaterales alcanzó un pico máximo en este último período debido principalmente al afianzamiento político y diplomático en áreas de interés mutuo, acompañado de un crecimiento económico sostenido. Si bien el contexto internacional resultó favorable, tanto para el salto cualitativo como para el cuantitativo que ambas naciones necesitaban a fin de afianzar su lazo bilateral, la situación de crecimiento en lo interno se tradujo en una política exterior más efectiva. El enfoque multipolar y geopolítico adoptado por los gobiernos de ambas naciones ha sido la base de los acuerdos que se han registrado”.

La coincidencia de visiones en materia de política internacional ha quedado plasmada en la abstención argentina en ocasión de la votación de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la integridad territorial de Ucrania en marzo de 2014. Lo mismo hicieron nuestros socios del Mercosur, Brasil, Uruguay y Paraguay; mientras que los países ligados al eje bolivariano –Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua– votaron en contra y los miembros de la Alianza del Pacífico –Chile, Perú, Colombia y México– se expresaron a favor de la Resolución 68/626, que declaraba la ilegalidad de la anexión rusa de la península de Crimea. Por su parte, el Kremlin ha expresado en reiteradas oportunidades su respaldo al reclamo argentino por Malvinas y acompañó la posición de nuestro país en el contencioso con los denominados “fondos buitres”, al votar a favor de la resolución impulsada por Argentina en la ONU sobre reestructuración de las deudas soberanas.

El renovado impulso comercial

Santiago Villar, investigador del Centro de Información y Documentación Internacionales en Barcelona (CIDOB), recordó que los históricos vínculos entre Rusia y Argentina han tenido “sus altos y bajos y sus fluctuaciones”. Haciendo un repaso de la historia reciente, apuntó, la década del 80 fue un período de gran impulso, pues la entonces Unión Soviética llegó a convertirse en el destino del 40 por ciento de las exportaciones argentinas centradas en la venta de cereales. En la última década el volumen del intercambio comercial se ha expandido notablemente. Argentina es, de hecho, uno de los seis países latinoamericanos que superaron la barrera de los 1000 millones de dólares de intercambios comerciales mutuos con Rusia –los restantes son Brasil, Venezuela, México, Ecuador y Paraguay–, lo que muestra también, a juicio de Villar, “una marcada diversificación” de la cartera de socios de Moscú. “El patrón de intercambio entre Argentina y la Federación Rusa –indicó, por su parte, Guillermo Galea– se concentra en determinados sectores. En primer lugar, el sector agroalimentario prevalece en las exportaciones argentinas, con el 89 por ciento del total, mientras que los sectores químicos (abonos), metalúrgico y de combustibles predominan en los suministros rusos”.

“Si bien en los últimos diez años el comercio entre ambas naciones creció 3,5 veces, en 2013 descendió un 10,8 por ciento”, matizó Galea. En rigor, el récord había sido alcanzado en 2011, con 1845 millones de dólares de intercambio comercial; mientras que en los siguientes dos años fue descendiendo hasta cerrar en 2013 en 1500 millones. En 2014, disminuyó a 1338 millones. Una de las medidas para potenciar la integración a nivel regional sería, según este investigador, “la concertación de acuerdos entre Mercosur y la Unión Económica Euroasiática”. Este último bloque, liderado por Moscú, entró en funcionamiento en 2014 y tiene también como socios fundadores a Bielorrusia y Kazajstán, a los que luego se sumaron Armenia y la pequeña república centroasiática de Kirguistán.

En su artículo Después de Crimea: ¿una oportunidad rusa para América Latina?, publicado por CIDOB en noviembre de 2014, Santiago Villar aclaraba que “si bien las economías latinoamericanas y la rusa presentan claras complementariedades y poseen un alto potencial de desarrollos, el nivel de intercambios acorde a este potencial aún no ha sido alcanzado”. Señalaba, en ese sentido, la “oportunidad económica estratégica” que representaba para nuestra región “la posibilidad de proveer al mercado ruso de productos primarios, en especial alimentos”, afectados por la conflictiva relación que el gobierno de Putin mantiene con EE. UU. y la Unión Europea. “Rusia se encuentra en la necesidad de buscar nuevos proveedores y establecer nuevos canales de distribución y abastecimiento”, especificaba, aunque advertía al mismo tiempo la incidencia del factor precio debido al impacto de los altos costos de transporte.

La década kirchnerista y una “asociación estratégica”

La muy buena sintonía política de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y sus pares rusos Vladimir Putin y Dimitri Medvedev llevó a la firma, en diciembre de 2008, de la Declaración Conjunta de Establecimiento de Relaciones de Asociación Estratégica. La entonces mandataria argentina explicaba en Moscú los objetivos de esa declaración: “La profundización de la relación con Rusia debe darse en el marco de un nuevo concepto de relaciones internacionales tanto en lo político como en lo económico, respondiendo a la concepción de un mundo multipolar y multilateral”. Por su parte, el entonces jefe de Estado y actual primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, apuntaba: “Además del intercambio comercial propiamente dicho, debemos impulsar la cooperación entre nuestras compañías y crear empresas conjuntas”.

En 2008 se firmaron ocho acuerdos de cooperación en el sector energético, el uso pacífico de la energía nuclear, el desarrollo de infraestructuras, la prospección geológica y el establecimiento de relaciones interbancarias. En septiembre de 2009, se aprobó un “plan de acción” y posteriormente, en abril de 2010, con motivo de la primera visita oficial de un jefe de Estado de Rusia a Argentina, Dimitri Medevedev y Cristina Fernández de Kirchner suscribieron una declaración en la que, entre otros puntos, se establecían las bases para la realización de proyectos conjuntos en áreas como la alta tecnología, la energía nuclear, las actividades espaciales, la energía y el transporte. Además, se incluía el compromiso de trabajar en forma mancomunada para “concluir un acuerdo climático jurídicamente vinculante” en el marco de Naciones Unidas.

En abril de 2015, en ocasión de la última visita de Cristina Fernández de Kirchner a Rusia, se avanzó en una serie de compromisos concretos en el campo energético. Se firmó, por un lado, un acuerdo preliminar entre Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA) y la corporación estatal rusa Rosatom para la construcción de la sexta central nuclear, con un reactor de uranio enriquecido y agua liviana, en la zona de Atucha. Además se selló un convenio para el financiamiento por parte del Banco de Desarrollo y Asuntos Económicos Exteriores de Rusia (Vnesheconombank) de la construcción del aprovechamiento hidroeléctrico Chihuido I en Neuquén. Y, finalmente, se suscribió un memorándum de cooperación entre YPF y Gazprom para el desarrollo de proyectos gasíferos en nuestro país, así como para el mantenimiento y modernización de la infraestructura asociada al transporte de gas y petróleo en Argentina.

Macri y el vínculo con Rusia: un gran interrogante

Durante la campaña electoral que lo llevó a la Casa Rosada, el entonces candidato de la coalición Cambiemos, Mauricio Macri, habló de revisar algunos de los acuerdos firmados por el gobierno saliente con China y con Rusia. Uno de los principales asesores del nuevo presidente en materia de política exterior, Fulvio Pompeo, aseguró que se desconocían sus “detalles técnicos” y añadió que se comprometía “financieramente al país en los próximos 18 años”. Un poco más elíptica y sin hacer referencia al caso específico de Rusia, la flamante canciller, Susana Malcorra, manifestó: “El objetivo es que Argentina pueda trabajar conectada con el mundo”.

“Posiblemente se realicen revisiones porque los acuerdos con China y Rusia tal vez hayan sido hechos a las apuradas”, admitió Santiago Villar, en conversación con DEF. Sin embargo, su sensación es que el nuevo enfoque de la política exterior argentina y un posible acercamiento con EE. UU. y la Unión Europea “no van a ir en detrimento de la relación con Rusia”. Recordó que, durante su gestión como jefe de Gobierno porteño, Macri tuvo ocasión de compartir encuentros con autoridades rusas, ya que recibió en 2010 la visita de la entonces gobernadora de San Petersburgo, Valentina Matvienko, al tiempo que en 2013 se firmaron convenios de cooperación con su sucesor en el cargo, Georgy Poltavchenko.

Por su parte, Guillermo Galea se preocupó por diferenciar los acuerdos energéticos con Rusia, en los que ha existido una “palanca política”, de las exportaciones de productos alimenticios argentinos, que “se deberían mantener más allá del cambio de gobierno”. En el caso de las obras de infraestructura y las contrataciones de empresas rusas, aclaró: “La forma de hacer negocios con Rusia favorece mucho más a Argentina que la modalidad de China, que busca realizar las obras y llevarse las ganancias durante un cierto período de tiempo; en el caso de Rusia, en cambio, Argentina paga una sola vez y se le transfiere la tecnología y el know-how”.

“No creo que Macri descarte de plano la opción de Rusia”, coincidió Villar, quien añadió que actualmente “la balanza comercial es totalmente superavitaria para Argentina y no sería lógico perder un mercado importante, que está en crecimiento, por una cuestión ideológica”.

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