Desde su creación en 1947, el Reloj del Fin del Mundo o del Juicio Final fue un indicador de la tensión geopolítica y de los riesgos tecnológicos, en particular la amenaza nuclear. Sin embargo, en los últimos años, el cambio climático y las tecnologías emergentes sumaron una nueva dimensión a estas preocupaciones.
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Después de dos años consecutivos en los que las agujas del reloj quedaron fijas en los 90 segundos antes de las 00.00 h, el Reloj avanzó un segundo más, alcanzando la ubicación más alarmante desde sus inicios. Según el comunicado emitido por los científicos, este cambio no solo indica un peligro extremo sino que también es una señal inequívoca del aumento de las probabilidades de estar encaminándonos hacia un desastre global.

Si bien el riesgo nuclear, el cambio climático, el posible uso indebido de los avances en ciencia biológica y una variedad de otras tecnologías emergentes como la inteligencia artificial no eran nuevos en 2024, fueron factores determinantes de la decisión actual. A ellos se suma, según afirmó Daniel Holz, presidente del Comité de Ciencia y Seguridad del Boletín de Científicos Atómicos de Chicago, BAS, el hecho de que no se logró un progreso suficiente en cuanto al abordaje de “los desafíos clave y, en muchos casos, esto está dando lugar a efectos cada vez más negativos y preocupantes”.
Dicho de otro modo, la hora señalada por el Reloj refleja la respuesta de la humanidad ante las amenazas existentes, por lo cual la ineficacia de las instituciones internacionales para abordar estos riesgos de modo efectivo contribuye a la situación crítica en la que nos encontramos. La falta de cooperación entre las grandes potencias, la proliferación de armas nucleares y la insuficiente acción frente al cambio climático son factores determinantes en esta inquietante realidad.
Reloj del fin del mundo: la evolución de la amenaza global
Creado por un grupo de científicos de la Universidad de Chicago en 1947, el Reloj del Juicio Final nació con el objetivo de representar visualmente la proximidad de la humanidad a una catástrofe global, como consecuencia de la Guerra Fría. A través de sus 78 años de existencia, este símbolo de la lucha contra la proliferación nuclear y otras amenazas mundiales se enfoca hoy en ciertas catástrofes del siglo XXI como las armas de destrucción masiva, el deterioro ambiental, el cambio climático, la inteligencia artificial y las tensiones geopolíticas.

En ese sentido, considerando la medianoche como un símbolo de la cercanía a la hecatombe, las agujas del reloj van marcando el tiempo que le queda a la humanidad antes del desastre y sus ajuste fueron reflejando cambios en los riesgos globales. De hecho, el avance de un segundo en 2024 se basa en diversos motivos como la guerra en Ucrania y el riesgo nuclear asociado; las crecientes tensiones geopolíticas; la crisis climática sin resolver y los avances en inteligencia artificial y biotecnología con riesgos no controlados.
El antecedente inmediato fue la carta escrita por los físicos Albert Einstein y Leo Szilard en 1939, donde alertaron a Franklin Roosevelt, entonces presidente de los Estados Unidos, sobre los efectos devastadores de la energía nuclear y su incalculable poder de destrucción. Esto llevó a la realización del Proyecto Manhattan, cuyo objetivo fue desarrollar la primera bomba atómica. Después de las pruebas nucleares, surgieron preocupaciones sobre el poder destructivo de estas armas, lo que motivó a muchos científicos, en la búsqueda de evitar una carrera armamentística, a crear el Boletín de Científicos Atómicos.

El nacimiento del Reloj del Juicio Final
Más adelante, muchos de los científicos que trabajaban en este programa se dispersaron, pero otros continuaron manifestando sus reservas y terminaron creando el mencionado Boletín de los Científicos Atómicos de Chicago, cuya primera publicación apareció en 1945, después del lanzamiento de las bombas atómicas durante la Primera Guerra Mundial. La encargada de la creación de un logo para la portada de esta revista fue la artista Martyl Langsdorf.
Así nació el Reloj del Juicio Final, que indicaba la necesidad de prevenir una catástrofe y cuyas agujas se colocaron en 1947 a siete minutos de la medianoche o, dicho de otro modo, de la destrucción absoluta. Cada año, un grupo de expertos y científicos, incluidos varios premios Nobel, ajusta la hora del reloj en función de eventos políticos, ambientales y tecnológicos. Con el tiempo, este reloj -metáfora visual sobre los riesgos que enfrenta la humanidad- fue ajustado más de 25 veces.

Por mencionar solo algunos ejemplos, cuando en 1991 los Estados Unidos y la Unión Soviética dieron por finalizada la Guerra Fría, con la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, el reloj se retrasó a 17 minutos. En 1953, tras la aparición de las primeras armas termonucleares, estuvo a solo dos minutos de la catástrofe. En 2020, llegaron a 100 segundos y en 2023 a los 90 segundos antes de las cero horas.
Cooperación global o catástrofe: el futuro en nuestras manos
¿Qué simboliza el Reloj del Juicio Final? Es una invitación a reflexionar sobre la creciente complejidad de las amenazas globales y a la urgencia de lograr una mayor cooperación internacional para mitigar el riesgo. La falta de mecanismos efectivos para la resolución de conflictos entre las grandes potencias, combinada con la aceleración de las amenazas climáticas y tecnológicas, pinta un panorama preocupante que exige una acción decisiva y coordinada a nivel global.
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En síntesis, el Reloj del Juicio Final no solo es un recordatorio del tiempo que nos queda, sino también un llamado a la acción para enfrentar los desafíos que amenazan nuestro futuro. ¿Estamos dispuestos a escuchar?