No fue un fenómeno aislado, sino la consecuencia directa de los intensos vientos patagónicos que azotaron la ciudad de Comodoro Rivadavia y parte de Chubut, que arrastraron sedimentos y polvo a la franja centro del país. Las nuevas dinámicas climáticas se hicieron sentir hasta en la Ciudad de Buenos Aires.
- Te puede interesar: Cambio climático: un planeta embravecido
Este evento reactivó dos preguntas cruciales. ¿Qué tan preparada está la infraestructura patagónica para contener la furia de sus vientos, y qué significa que sus consecuencias climáticas lleguen hasta el Río de la Plata? Este fenómeno meteorológico, que puso en alerta a la región austral, sirve como un potente recordatorio de la recurrencia y el poder de los climas extremos en el sur del país.
El viento extremo que generó alertas en la Patagonia
El lunes 17 de noviembre, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) emitió alertas por vientos fuertes en la región patagónica, advirtiendo sobre posibles daños graves. Dentro de los distintos niveles de alerta, el más preocupante -con color rojo- para algunos sectores del sudeste de Chubut, con posibilidad de ráfagas de hasta 140 kilómetros por hora, en especial en la ciudad de Comodoro Rivadavia.

Ricardo Fueyo, vecino comodorense quien se desempeña como subsecretario de Economía Social del municipio local, relata que la tormenta no los tomó desprevenidos, ya que cuatro días antes la población había tenido el alerta meteorológico, gracias a la difusión en todos los medios. “El viento es algo común en nuestra ciudad, pero en este caso el anuncio advertía que se trataba de una tormenta fuera de lo común, con ráfagas de entre 120 y 130 kilómetros por hora. Y que iba a durar un día y medio aproximadamente”, agrega. Esa precisión se logra gracias al sistema de monitoreo que le permite a Defensa Civil “hacer un seguimiento preciso de los fenómenos”.
Este suceso, centrado en la fuerza del viento, remitió de inmediato a la catástrofe de 2017, ocasionada por la saturación hídrica tras 11 días de lluvia torrencial. Fue la peor inundación de la historia de Comodoro: la tormenta anegó la ciudad, en la que los más de 300 milímetros de lluvia acumulada transformaron las calles en ríos y arrasaron alrededor de 3000 viviendas, con un saldo de un muerto y la evacuación de 8.000 vecinos. “Llovió en dos días lo mismo que en un año y medio. Aunque tuvimos el conocimiento previo de que iba a ser un evento anormal, no había forma de evitar el desastre que pudo haber sido mucho más grave”, afirma Fueyo. Pero la diferencia es evidente. “Cualquier cosa te puede agarrar desprevenido, menos el viento”, bromea.
Parálisis total y colapso de servicios en la ciudad del viento
Esta vez, no fueron las lluvias sino el viento. Comodoro se transformó en una ciudad fantasmal, cubierta de polvo: calles desiertas, escuelas cerradas, vuelos suspendidos, hospitales solo con guardias para emergencias, bancos y comercios con las persianas bajas fueron algunas de las medidas básicas tomadas para garantizar la seguridad pública.
A la información oficial, se sumaron a lo largo del día fotos y videos de la gente que mostraban imágenes increíbles: desde vecinos subidos al techo de una casa para evitar su voladura, postes caídos, autos aplastados y, en la ciudad cercana de Caleta Olivia, barcos pesqueros dados vuelta.
¿Cuáles son las recomendaciones oficiales? La cuestión es sencilla y contundente: “No circular”. Y lo cierto es que todos lo saben. Ricardo Fueyo relata que “a nadie se le ocurre andar por la calle, porque son normales las voladuras de chapas y si te pegan a 110 kilómetros por hora, sin dudas, te matan”.

Ante el alerta meteorológico, la población activa protocolos de seguridad bien conocidos: se aconseja no estacionar cerca de árboles, asegurar aberturas y revisar las conexiones eléctricas. Muchos vecinos, incluso, realizan chequeos preventivos en los techos. “La gente sabe lo que debe hacer y afortunadamente lo hace, hecho que evita males mayores”, comenta Fueyro.
- Te puede interesar: Cambio climático: un tirón de orejas para la Argentina
“En general, la ciudad está preparada. Las viviendas están construidas para resistir vientos importantes: con vidrios resistentes y techos a dos aguas pensados para desviar las ráfagas, en realidad son reforzados desde la construcción. Como ocurre habitualmente, el impacto más severo recae en las casas precarias, ubicadas a menudo en terrenos altos, en las laderas de los cerros. Para estas familias, las ráfagas extremas no solo aflojan chapas, sino que provocan la voladura completa de techos e incluso de estructuras enteras, como ocurre con las casas prefabricadas”, cuenta Fueyo.
Las consecuencias de los vientos extremos patagónicos
En cuanto a las consecuencias inmediatas, la más importante es el corte del suministro eléctrico, con todo lo que conlleva: semáforos que no funcionan, caída de internet, señal casi inexistente en los celulares, por mencionar solo algunas. Y también suspensión del servicio de aguas “debido a la caída de árboles sobre la línea de energía de media tensión kV 33 que abastece al sistema de acueductos”.
“Algo fuera de lo común fue la ocurrencia de dos incendios que fueron controlados, sin consecuencias, gracias al trabajo de ocho dotaciones de bomberos”, explica a DEF el subsecretario de Economía Social.
El violento temporal que azotó Comodoro Rivadavia y llegó hasta el centro del país, afectando la calidad del aire y la visibilidad de una parte importante de la geografía nacional, es una clara advertencia de que las dinámicas climáticas no reconocen límites y que la resiliencia es un desafío que debemos afrontar con urgencia.




