En el corazón de los océanos existe un organismo diminuto, invisible al ojo humano, pero absolutamente esencial para la vida en el planeta: Prochlorococcus. Se trata de una cianobacteria que, a pesar de medir apenas una millonésima parte de un metro, es considerada el fotosintetizador más abundante de la Tierra.
Su importancia radica en que produce una fracción significativa del oxígeno que respiramos y constituye la base de la red alimentaria marina. Sin embargo, un estudio reciente publicado en Nature Microbiology advierte que este microbio podría estar en serios problemas debido al cambio climático.
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Cómo afecta el cambio climático a estos microorganismos
Los científicos de la Universidad de Washington, que monitorearon durante más de una década grandes extensiones del Pacífico tropical y subtropical, descubrieron que la capacidad de Prochlorococcus para sobrevivir está limitada por su sensibilidad a las temperaturas del agua.
Si bien su tasa de división celular aumenta con el calor hasta un umbral cercano a los 28°C, a partir de allí ocurre un colapso abrupto: cuando el agua supera los 31°C, la multiplicación de estas bacterias se reduce hasta tres veces. Este rango térmico ya se observa en ciertas regiones tropicales y se proyecta que, para finales de siglo, se expandirá a vastas áreas oceánicas como consecuencia del calentamiento global.

La magnitud de la amenaza es significativa. Los modelos climáticos utilizados en la investigación prevén que la biomasa y la productividad de Prochlorococcus podrían disminuir entre un 17% y un 51% en los trópicos, hacia el año 2100, dependiendo de si el escenario es de calentamiento moderado o alto. A nivel global, la caída oscilaría entre un 10% y un 37%.
Esta reducción no solo afecta a las propias bacterias, sino también al carbono y los nutrientes que sostienen a otros organismos marinos, desde el plancton herbívoro hasta los grandes peces y mamíferos. En otras palabras, su declive pondría en jaque el equilibrio de las cadenas tróficas y el ciclo del carbono en los océanos.
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Uno de los aspectos más preocupantes es que Prochlorococcus parece tener poca capacidad de adaptación al calor. Durante millones de años, evolucionó en aguas cálidas y pobres en nutrientes, simplificando su genoma al punto de perder genes que podrían haberle permitido responder al estrés térmico. Hoy, esa aparente ventaja evolutiva se convierte en una vulnerabilidad frente a un planeta que se calienta cada vez más rápido.

Las dudas que genera el estudio
El estudio también abre interrogantes sobre el futuro de los ecosistemas marinos. Es posible que otra cianobacteria, Synechococcus, expanda su presencia y ocupe parte del espacio perdido por Prochlorococcus.
Sin embargo, los expertos advierten que no está claro si podrá desempeñar el mismo papel ecológico ni si los organismos superiores de la red alimentaria se beneficiarán de la misma manera. Además, los modelos climáticos sugieren que el hábitat de Prochlorococcus se desplazará hacia latitudes más altas, alterando la estructura de los ecosistemas oceánicos.
A pesar de la alarma, los científicos no descartan que puedan existir cepas de Prochlorococcus más resistentes al calor que aún no hayan sido identificadas. Si se confirmara su existencia, podrían ofrecer un respiro para la especie y para la estabilidad de los océanos. Pero, por ahora, la evidencia señala que este microorganismo clave, del que depende buena parte de la vida en el mar y fuera de él, enfrenta un futuro incierto en la era del cambio climático.