Desde hace semanas, el Sol da señales de inquietud con las tormentas solares. Explosiones de plasma, conocidas como fulguraciones solares, se suceden una tras otra en su superficie y envían hacia la Tierra una serie de tormentas geomagnéticas que los científicos siguen con atención.
Aunque invisibles para el ojo humano, estas tormentas solares pueden tener consecuencias muy reales: afectar las comunicaciones satelitales, interrumpir la navegación aérea o incluso provocar apagones eléctricos.
Las tormentas solares son fenómenos que ocurren cuando el Sol libera enormes cantidades de energía en forma de erupciones conocidas como llamaradas solares y eyecciones de masa coronal. Estas explosiones expulsan partículas cargadas y radiación electromagnética hacia el espacio.
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Tormentas solares: cómo podrían impactar en la vida cotidiana
Si esa energía está dirigida hacia la Tierra, puede interactuar con el campo magnético del planeta y generar lo que se conoce como “clima espacial”. Dependiendo de la intensidad, estas tormentas pueden provocar desde espectaculares auroras polares hasta daños en infraestructuras tecnológicas críticas.

El Sol atraviesa ciclos de actividad de aproximadamente once años, y actualmente nos encontramos cerca del punto máximo del llamado Ciclo Solar 25. En esta fase, el Sol se vuelve particularmente activo, aumentando la cantidad y fuerza de las erupciones.
Tormentas solares: cuándo se espera que sean más fuertes
De hecho, durante los próximos meses, se espera que estas tormentas solares sean más frecuentes y potencialmente más intensas. Ya en mayo de 2024 se registró una de clase G5, la más fuerte en más de veinte años, que generó auroras visibles en lugares tan inusuales como el norte de Italia o el sur de Estados Unidos. También hubo reportes de interferencias menores en satélites y servicios de GPS.
Las tormentas solares afectan las comunicaciones porque alteran la ionosfera, una capa de la atmósfera que juega un papel clave en la transmisión de ondas de radio. Cuando las partículas solares ionizan esta región, pueden bloquear o desviar señales de radio de alta frecuencia, afectando, por ejemplo, las comunicaciones aéreas de largo alcance.
Además, los satélites que orbitan la Tierra pueden verse expuestos a radiación intensa, lo que puede deteriorar sus componentes electrónicos, alterar su funcionamiento o incluso dejarlos fuera de servicio. Esto repercute directamente en servicios esenciales como el GPS, la televisión satelital, la telefonía y los sistemas de navegación.

También existe el riesgo de que estas tormentas induzcan corrientes eléctricas en la superficie terrestre, lo cual puede afectar las redes de distribución de energía. Un ejemplo histórico ocurrió en 1989 en Quebec, Canadá, donde una tormenta solar dejó sin electricidad a creciente dependencia global de las tecnologías digitales hace que los efectos potenciales de una tormenta severa sean motivo de preocupación.
Los científicos de la NASA y de la NOAA coinciden en que el ciclo actual está siendo más intenso de lo previsto inicialmente, lo que implica que podríamos enfrentar más eventos relevantes entre 2024 y 2026.
A pesar de que no se espera una “tormenta solar catastrófica”, como la famosa tormenta de Carrington de 1859, los sistemas modernos son mucho más vulnerables que en el pasado debido a la digitalización masiva y al uso extendido de satélites.
Por eso, los observatorios solares monitorean constantemente la actividad del Sol y emiten alertas tempranas para mitigar el impacto de estos fenómenos.