Con la muerte del papa Francisco, el primer Pontífice latinoamericano de la historia, se cierra un capítulo significativo en la vida de la Iglesia Católica y se abre un período cargado de simbolismo, tradición y decisiones clave: la Sede Vacante. Este tiempo de transición comienza en el preciso momento en que el trono de San Pedro queda vacío y se suspenden las funciones ordinarias del Vaticano. La pregunta es: ¿quién queda a cargo y cómo se sigue?
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Qué es la Sede Vacante y cómo es su ritual
La Sede Vacante, conocida en latín como Sedes Vacans, es el período en el cual la Iglesia Católica se encuentra sin Papa. Esto ocurre cuando el Sumo Pontífice muere o renuncia a su cargo. En este caso, con el fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia ha entrado en Sede Vacante, un momento de transición cargado de simbolismo, normas precisas y un profundo sentido espiritual.
Desde el instante en que se confirma la muerte del Papa, se activan protocolos que datan de siglos de tradición. La verificación oficial recae sobre el camarlengo, actualmente el cardenal Kevin Farrell, quien constata el deceso y asume temporalmente la administración de las funciones más urgentes del Vaticano y de sus bienes.
Es él quien ordena sellar los aposentos del Papa fallecido, resguardar sus documentos y objetos personales, y destruir el anillo del pescador, símbolo del poder papal. Esta acción, rayar o desfigurar el anillo, tiene una carga fuerte: representa que la autoridad del Pontífice ha concluido, y evita que pueda ser utilizado de manera ilegítima.
Cómo será el cónclave tras la muerte del papa Francisco
Durante la Sede Vacante, el Vaticano entra en una especie de pausa institucional. El Papa, como jefe de Estado y guía espiritual, es insustituible en lo inmediato. Por eso, la Curia Romana, el conjunto de organismos que asisten al Papa en su tarea de gobierno, queda prácticamente suspendida, y sus integrantes deben cesar en sus funciones hasta que haya un nuevo Pontífice.

Solo algunas oficinas esenciales continúan operando, siempre bajo supervisión del camarlengo y del Colegio de Cardenales, que asume un rol de administración limitada y no puede tomar decisiones trascendentales.
Al mismo tiempo, se inician los novemdiales, los nueve días de luto oficial y de misas fúnebres en memoria del Papa fallecido. Su cuerpo es expuesto en la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan rendir homenaje y despedirse.
Pasados al menos quince días desde la muerte del Papa, y no más de veinte, comienza el proceso de elección del nuevo sucesor de San Pedro. El Cónclave, una reunión secreta de cardenales menores de ochenta años, se lleva a cabo en la Capilla Sixtina bajo estrictas normas de aislamiento y secreto. Allí se realizan hasta cuatro votaciones por día. Para que un cardenal sea elegido como nuevo Papa, debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos.

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Cuando uno de los candidatos alcanza esa mayoría, el decano del Colegio Cardenalicio le pregunta si acepta la elección. Si lo hace, se le consulta qué nombre desea adoptar. A partir de ese momento, el nuevo Papa es anunciado al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro con la tradicional fórmula: Habemus Papam.
La Sede Vacante, entonces, no es solo un interludio entre un pontificado y otro. Es un tiempo cargado de solemnidad, reflexión y oración. Un momento en que la Iglesia se recoge, rinde homenaje al Papa que partió y se prepara para recibir a su nuevo pastor.