Tras la Operación Telaraña y el aumento de los ataques por parte de ambos bandos, la guerra sigue su curso. Sin embargo, la ayuda a Ucrania podría verse afectada por la postura de países como Hungría, Polonia, Serbia y Eslovaquia, que limitan el potencial de la asistencia europea a Kiev.
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Europa: un presidente anticomunista asumirá en Polonia
El presidente electo de Polonia, Karol Nawrocki, asumirá el 6 de agosto con un extenso recorrido a sus espaldas y un pasado tenso con Rusia.
En su paso por el Instituto de la Memoria Nacional como historiador, Nawrocki integró una organización encargada de investigar y procesar los crímenes nazis y comunistas entre 1917 y 1990. Fue autor de varios libros, así como de artículos científicos y de divulgación sobre la oposición anticomunista, el crimen organizado en la República Popular de Polonia, la conformación nacional durante el dominio soviético.

Su relación con Rusia, sucesora de la Unión Soviética, dista de ser la mejor. En 2024 fue incluido en la lista de ciudadanos polacos buscados por el Ministerio del Interior ruso debido a su presencia en el desmantelamiento del Monumento a la Gratitud del Ejército Rojo en Glubczyce, en 2022.
Respecto a la guerra en Ucrania, Nawrocki estableció que continuará el apoyo militar a Kiev, aunque rechaza el intento de adhesión a la OTAN y la Unión Europea, y también buscará recortar la ayuda al millón de refugiados que residen en el país.
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Eslovaquia y Hungría, la oposición a la ayuda en Ucrania
La cercanía de Viktor Orban y Vladímir Putin no es una relación desconocida para los líderes de Europa, pero el papel de Hungría en los bloques de la Unión Europea y la OTAN obstaculiza las ambiciones de Ucrania.
Budapest se opuso a la creación de un ejército común cuando fue planteado por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y por la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Además, el gobierno húngaro vetó el último paquete de ayudas valuado en 20.000 millones de euros que había sido presentado por el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas.

Por otro lado, el presidente de Eslovaquia, Robert Fico, fue uno de los líderes europeos que junto a Orban viajaron a la celebración del Día de la Victoria en Moscú. El mandatario eslovaco estableció que buscará cortar la ayuda a Ucrania, aunque los motivos se basan en una experiencia vivida en 2009.
Aquel año, Eslovaquia sufría la escasez de gas natural a raíz de una disputa entre Ucrania y Rusia. Fico decidió viajar a ambos países para reanudar el suministro, sin embargo, Kiev lo castigó por posicionarse del lado de Moscú. La delegación eslovaca debió esperar tres horas hasta que fueron recibidos por la primera ministra ucraniana, Yulia Tymoshenko, quien los reprendió ante la prensa. Del lado ruso, Putin los recibió con una ceremonia en el Salón San Jorge del Kremlin.
Desde ese momento, Fico desarrolló una postura anti-ucraniana que se trasladó a las políticas exteriores entre Eslovaquia y Ucrania, imposibilitando cualquier tipo de conversación en medio del conflicto con Rusia.
Serbia y un juego a dos bandas en la guerra en Ucrania
Las relaciones entre Serbia y Rusia, que hasta el momento eran positivas, podrían explotar en una crisis diplomática. De la presencia de Aleksandar Vučić en el Día de la Victoria y evitar acatar las sanciones internacionales, el gobierno serbio enfrenta la acusación de haber suministrado material militar de forma encubierta a Ucrania.

En un intento de apaciguar, el mandatario anunció que creará un grupo de trabajo con los rusos para investigar las denuncias sobre exportaciones de municiones.
Belgrado tampoco fue un enemigo jurado de Ucrania en el pasado. Participó de la Cumbre Mundial sobre la Paz y Vučić mantuvo encuentros bilaterales con Zelenski en los que consiguió ayuda humanitaria por parte del país balcánico, aunque se evitó hablar de acuerdos militares, económicos y financieros.
El hecho de contentar a Rusia y a la vez mantener una buena relación Ucrania para lograr la adhesión a la Unión Europea pone a Serbia en una posición de cierta neutralidad que resulta incómoda para el juego geopolítico que representa la guerra ruso-ucraniana.