El precandidato a secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Rafael Grossi, expuso una postura tajante sobre la crisis del multilateralismo y la necesidad de renovar el Consejo de Seguridad. El argentino sostiene que debe recuperarse la centralidad histórica de la organización y dejar atrás estructuras burocráticas que la alejaron de su misión original.
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Argentina ya oficializó su postulación, lo que abre un período extenso de negociaciones diplomáticas con otros Estados miembros. Su perfil como director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) le ofrece una base de credibilidad internacional para presentar su visión de renovación camino a la secretaría.
La visión de Grossi sobre el rumbo de la ONU
Rafael Grossi sostiene que las Naciones Unidas (ONU) atraviesan un momento de pérdida de relevancia y de desconexión con los problemas que debería estar resolviendo. Es por ello que propone una agenda centrada en devolverle al organismo su capacidad de mediación en conflictos y en fortalecer su actuación en emergencias humanitarias y de derechos humanos.
Según explicó, la organización se transformó en una estructura demasiado engorrosa que le impide actuar con rapidez y eficacia. Para esto, propone una estructura administrativa más simple y sin áreas que repiten funciones, para dejar atrás dinámicas declarativas y orientarse a resultados concretos.

En este sentido, afirmó que la ONU se encuentra “lejos de la solución de muchos problemas”, una distancia que considera inadmisible para un organismo creado precisamente para prevenir crisis y facilitar el diálogo entre Estados.
Grossi advierte que la respuesta internacional se fragmentó, ya que los mecanismos multilaterales no están logrando articular posiciones comunes ni generar procesos de mediación efectivos. Para él, este deterioro no solo afecta la capacidad operativa de la organización, sino que también debilita su credibilidad.
Además, señaló que, en este escenario internacional, los países con mayor peso, ya sea por sus características demográficas, políticas, militares o económicas, son quienes se encargaron de marcar el rumbo. Y, si bien es necesario escuchar a los principales contribuyentes, como es el caso de Estados Unidos, el argentino mencionó que “hace falta un redimensionamiento del organismo”.

Por otro lado, y cuando se trata de desarrollo y asistencia económica, plantea trabajar de manera coordinada con instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI).
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A su juicio, el organismo necesita recuperar su esencia: ser un punto de encuentro universal que permita gestionar tensiones y construir consensos mínimos, incluso entre países con profundas diferencias. Y, pese a otras iniciativas como el BRICS+ o el G7, las Naciones Unidas siguen siendo “el único teatro donde estamos todos adentro, esa plataforma de diálogo y de decisiones”, sugirió el diplomático argentino.
Su apreciación apunta a que, sin una reforma profunda y una conducción que priorice la eficacia sobre la inercia administrativa, la ONU corre el riesgo de quedar definitivamente marginada de la resolución de conflictos internacionales y de la toma de decisiones globales.




