Tras el inicio del proceso de selección para nombrar al próximo Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hay un nombre que resalta entre todos: Rafael Grossi. Este argentino, nacido en el barrio porteño de Almagro, se destacó por su rol determinante como jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) durante la crisis de Irán y su programa nuclear.
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Es licenciado en Ciencias Políticas, Magíster en Relaciones Internacionales y Doctor en Historia y Política Internacional. Se desempeñó como diplomático en Austria y Bélgica, y participó de forma activa en negociaciones multilaterales, especialmente en temas de no proliferación nuclear. Su amplia trayectoria profesional lo posiciona como uno de los candidatos con mayor respaldo para ser nombrado como próximo líder de la ONU.
Rafael Grossi: su trayectoria diplomática y su rol en la crisis con Irán
Rafael Grossi dispone de una carrera extensa dentro del sistema multilateral, con más de tres décadas de trabajo en temas de no proliferación, desarme y verificación nuclear.
Antes de dirigir el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), ocupó cargos en la Cancillería argentina y fue representante ante los organismos con sede en Viena, donde trabajó en estrecha coordinación con agencias vinculadas a las Naciones Unidas (ONU).

Su peso internacional aumentó cuando fue designado, en 2019, como director general del OIEA. Desde ese puesto lideró negociaciones, gestionó crisis y supervisó el cumplimiento de acuerdos nucleares. Entre los principales hitos de su carrera se encuentra su visita a Corea del Norte, estado poco frecuentado por altos funcionarios, durante sus primeros años dentro del organismo atómico.
Bajo su conducción, el organismo reforzó los controles y elevó el nivel de exigencia en materia de transparencia. Esa firmeza ante los incumplimientos fortaleció su perfil como un diplomático decidido, una característica que la ONU valora especialmente en un escenario marcado por tensiones internas y desafíos crecientes de gobernanza.
El último año situó al argentino en el centro de la crisis por el programa nuclear iraní. En ese sentido, alertó sobre el incremento del enriquecimiento de uranio, reclamó explicaciones por partículas no declaradas y denunció la negativa del país de Medio Oriente a permitir el acceso del OIEA a instalaciones críticas.

Al mismo tiempo, Grossi intentó mantener el diálogo para evitar que el sistema de verificaciones colapsara. Realizó múltiples viajes a Irán, ofreció alternativas intermedias para recuperar la supervisión y promovió un acuerdo provisional para reinstalar cámaras de monitoreo, aunque no se logró concretar hasta el momento.
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Aunque los avances fueron limitados, su gestión fue vista en la ONU como un esfuerzo consistente por preservar la seguridad internacional. Especialmente, al considerar que hasta su propia vida estuvo en peligro.
En consecuencia, su papel durante esta crisis evidenció su capacidad para actuar en escenarios de alta sensibilidad geopolítica. A su vez, la presión pública, negociación permanente y defensa de los estándares de verificación lo posicionaron como una de las figuras con mayor influencia dentro del sistema de Naciones Unidas.




