Por Marcelo Javier Calderón (*)
Estamos casi en el umbral de que se cumplan tres años del inicio de la escalada del conflicto en Ucrania, con la agresión de Rusia sobre territorio de su país “hermano”, en lo que se denominaba “Operación Militar Especial”.
Mientras tanto, la catástrofe humanitaria más costosa y sangrienta en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial sigue su curso sin dilaciones hacia una supuesta paz que, hasta hace pocos días, se dirimía solamente mediante el uso de la fuerza, según lo expresara el primer ministro británico Keir Starmer en conferencia de prensa en el cuartel general de la OTAN.
- Te puede interesar: Guerra en Ucrania: Europa respalda una vez más a Zelenski mientras Trump negocia con Putin
La idea de esta paz a través de la continuación del empleo del músculo militar implicaba una sola salida: la victoria armada de Ucrania sobre Rusia. Según Occidente, encabezada por la extinta administración Biden, no existía otra forma de terminar con esta guerra que lograr que Putin se rinda, algo que el mismo premier ruso se encargó de enfatizar que jamás sucederá, ya que en diálogo con el reconocido periodista estadounidense Tucker Carlson, en febrero de 2024, expresó que Rusia luchará por sus intereses hasta el final.

La paz que nadie recuerda
Son muy lejanos los momentos en los que Zelenski abría una puerta hacia el diálogo directo con el Kremlin a pocas semanas del inicio de la escalada, expresando que los ucranianos entendían que no son miembros de la OTAN y que, pese a la política de “puertas abiertas”, tampoco lo serían en el futuro, pidiendo que por lo menos le aseguraran una zona de exclusión aérea que proteja a los ucranianos de los indiscriminados y sorpresivos bombardeos rusos desde el aire.
Mientras que en el mismo foro en el que el presidente ucraniano intentaba tender una mano hacia la paz, el entonces premier británico, Boris Johnson, con total claridad aseguraba que nadie en Occidente deseaba involucrarse en una contienda directa con Rusia, pero que debían brindar todo el apoyo necesario para que Ucrania pueda continuar con su lucha.
Y en los primeros días de abril de 2022, Johnson visitó Kiev, caminó por las calles junto con el presidente ucraniano y en una conferencia de prensa, ante el pedido expreso y público de Zelenski al Reino Unido de incrementar sanciones a Rusia, reforzar la capacidad defensiva de las fuerzas ucranianas y ayudar a concretar claras negociaciones de paz para reconstruir lo ya destruido, Johnson comprometía todo su apoyo para que la guerra continúe, sin siquiera deslizar una sola palabra de buscar un camino hacia la paz.

Remarcando este hecho, el ex asesor de Zelenski, Oleksii Arestovich, relató en una entrevista que durante las negociaciones de paz de 2022, un posible acuerdo con Rusia estuvo cerca de concretarse, pero después de la tragedia de Bucha y la visita de Boris Johnson en abril de 2022, las conversaciones dieron un giro en sentido opuesto.
Otra fuente del más alto nivel, como el ex primer ministro israelí Naftali Bennett reveló en un reportaje que hizo personalmente gestiones oficiales en marzo de 2022 para negociar un alto el fuego entre Rusia y Ucrania, y que ambas partes accedieron acompañar el proceso para llegar a un acuerdo, pero en algún momento Occidente decidió bloquear la negociación por los crímenes cometidos en Bucha.
Lejos también han quedado las expresiones de Henry Kissinger en el Foro de Davos, en mayo de 2022, cuando consideraba que “lo ideal sería que la línea divisoria volviera al statu quo anterior”, lo cual fue rechazado de plano por Kiev. O los puntos en discusión cuando Ibrahim Kalin oficiaba como posible mediador en nombre del Presidente Erdogan, inclusive los diez puntos de la fórmula de paz propuesta por Zelenski en octubre de 2022. El dilema al día de hoy sigue siendo el mismo: la integridad territorial y la soberanía de Ucrania.
La guerra de desgaste
No es poco el esfuerzo que realizó EE. UU., junto con el Reino Unido y otros países de Occidente en ayudar a Ucrania militarmente desde 2016 en adelante, tanto para combatir en el Dombás como para adiestrarse ante una posible escalada como la que sucedió en 2022. Colaboraron en reformar sus fuerzas armadas, no solo con equipamiento y recursos, sino con cambios doctrinarios brindados a través de asesores militares extranjeros y la organización de la población en un voluntariado militar en una defensa territorial. Algo que aparentemente Donald Trump actualmente no recuerda que sucedió durante parte de su primer período como presidente de los EE. UU.

Durante los tres años que lleva esta lucha es deducible que las mejores tropas de ambas partes han dejado el frente de combate. Las incontables bajas ha requerido sucesivos procesos de reclutamiento, en los que la calidad de los recursos humanos tiende naturalmente a decrecer, y con ello la moral de los combatientes y la solidez de las organizaciones para el combate.
Las deserciones en las filas ucranianas son una creciente preocupación, sumado a la degradación logística que supera en velocidad a los burocráticos procesos de apoyo militar desde el exterior. Por otra parte, es visible en distintos países del mundo la diáspora rusa, al notar jóvenes sanos y aptos para combatir que están viviendo lejos de sus fronteras, a salvo con sus familias.
En la trastienda de los países que apoyan a Ucrania a continuar desangrándose, las restricciones, discrepancias y malestares son difíciles de disimular. Recién en noviembre pasado, cuando Trump ganó las elecciones, Estados Unidos autorizó a Ucrania el uso de misiles ATACMS sobre territorio ruso. La postura de Hungría ha comenzado a descongelarse al levantar su veto a las sanciones de la Unión Europea a Rusia, pero las tensiones entre Eslovaquia y Ucrania se mantienen por el corte de suministro de gas y la amenaza del PM Fico de una posible reducción del apoyo a los refugiados ucranianos en su país.

A esto se suma la negativa del vicepresidente norteamericano Vance a reunirse con el Canciller Scholz en la Conferencia de Munich, y la situación del presidente Zelenski que se mantiene en el cargo bajo la Ley Marcial, aun habiendo finalizado el periodo de su mandato presidencial, a lo que el enviado de EE. UU., Keith Kellogg, ha manifestado que es deseable que Ucrania celebre elecciones a fin de año, si Kiev puede acordar una tregua con Rusia en los próximos meses. Todo ello considerando su debilitada imagen pública, tanto dentro como fuera de su país, algo que Trump se está encargando personalmente de seguir erosionando con sus comentarios en los medios y en redes sociales.
El progreso de las negociaciones
¿Por qué no se advierte algún vestigio de diálogo por un cese de hostilidades? Si bien los liderazgos han cambiado de fisonomía, como Rutte en la OTAN y Starmer en Reino Unido, ninguno ha torcido el rumbo de su política y han mantenido firme su discurso de continuar apoyando la guerra. Pero Trump, cuya diplomacia ha sido anteriormente de un perfil muy personalista, ha prometido desde antes de asumir su presidencia dar rápida solución a los conflictos vigentes, como en Israel y Ucrania, aunque sus propuestas pueden tener matices disruptivos y poco ortodoxos, como sus propuestas en Groenlandia o Gaza.

El posible intercambio de tierras raras procedentes de Ucrania por apoyo militar desde Washington sería una alternativa, además de sanciones e incrementos de tarifas de importación, las cuales ya están en vigor recientemente. La política exterior de Trump aún no es decodificable, y se parece más a una tendencia de “patear hormigueros” que hará difícil dibujar alineamientos claros en Occidente.
- Te puede interesar: Ucrania: la invasión a Kursk en números y el impacto en la guerra con Rusia
De esta manera, Zelenski apelaría a usar Kursk como moneda de cambio para recuperar su integridad territorial, pero Putin en contrapartida aceleraría su ofensiva para recuperar ese frente por el combate de las fuerzas rusas. Más allá de los objetivos políticos y estratégicos de los líderes en pugna, es triste reconocer que la negociación será decisiva solamente si el diálogo es entre Trump y Putin, lo cual se ha iniciado el 12 de febrero, y en apariencia no tiene retorno, cuyo principal objetivo sería lograr un rápido alto el fuego y facilitar la ayuda humanitaria en Ucrania.
De forma similar a la previa del 24 de febrero de 2022, Europa buscaría sin éxito ser un actor gravitante en esta mesa de diálogo que recién comienza a organizarse. Una vez más, la soberanía de Ucrania está doblemente en riesgo, ya que no contaría con voz ni voto en un posible acuerdo en el que se juega su integridad territorial.
Más allá de los puntos de vista sobre el futuro de este escenario, si tomamos en consideración las ideas de Galtung, la paz no es sinónimo de ausencia de guerra y violencia directa, ya que aun cuando se logre el cese de hostilidades el conflicto seguirá latente, congelado, si ninguna de las partes logra conquistar alguno de sus objetivos políticos. Pero al menos sería el comienzo de un largo proceso hacia una paz imperfecta.
Esto irremediablemente continuará…
(*) El autor es coronel retirado del Ejército Argentino, ex agregado de Defensa argentino ante la Federación de Rusia (2018-2021).