La dinastía Kim gobierna Corea del Norte desde su fundación con la reunificación de la península como máxima prioridad. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de su padre Kim Jong-il, Kim Jong-un decidió darle un giro inesperado a la relación con Corea del Sur y a las oportunidades de una paz que no se experimenta desde antes de la Segunda Guerra Mundial.
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La guerra de Corea, una herida que oculta 12 siglos de estabilidad
La Segunda Guerra Mundial tuvo el mismo impacto en Alemania que en la Península de Corea, aunque más duradero. La victoria de los Aliados dividió el territorio y creó dos países: Corea del Norte bajo el sistema comunista y Corea del Sur, influenciada por Estados Unidos y Occidente.
Kim II-sung, el primer líder supremo de la República Democrática de Corea, lanzó una campaña de reunificación con apoyo de China y la Unión Soviética, más conocida como la guerra de Corea.
El enfrentamiento armado involucró a los aliados de ambos extremos del mundo bipolar, y dejó un saldo desolador: cuatro millones de personas muertas, la mitad de ellos civiles. Y peor aún, Corea del Norte no logró su propósito y la frontera quedó en los límites originales, en el paralelo 38.

El conflicto, que quedó solo en un armisticio, profundizó aún más las diferencias entre ambos países, que en el pasado integraron una sola entidad territorial durante 12 siglos. Mientras los norcoreanos desarrollaron políticas proteccionistas y aislacionistas, los surcoreanos se abrieron al mundo. Esto se tradujo a la larga en una mejora de la calidad de vida en Seúl y las otras ciudades del sur de la península.
La brecha entre las dos visiones comenzó a ser evidente, con la diferencia que, en el caso alemán, el muro que dividía a Berlín y simbólicamente a las dos Alemanias terminó cayendo ante la inevitable presión social. En Corea del Norte, las desigualdades con el sur fueron ocultadas constantemente a través del acceso restringido a internet y la salida del país.
Por este motivo, Kim Jong-il intentó conciliar con Occidente. Entabló negociaciones de no proliferación nuclear con Estados Unidos y propició una histórica cumbre intercoreana junto al presidente de Corea del Sur.
Allí se firmó la Declaración de Paz y Prosperidad que comprometía a Pyongyang y a Seúl a poner fin al armisticio mediante la firma de un acuerdo de paz. Si bien nunca se consumaron los avances esperados, los dos países atravesaron un breve período sin altercados hasta la irrupción de Kim Jong-un al poder.
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Kim Jong-un acerca al norte a una guerra con Corea del Sur
Kim Jong-un, nieto de Kim II-sung y el tercer hijo de Kim Jong-il, asumió el liderazgo de Corea del Norte en 2011. Ante la precariedad del aparato económico nacional, se enfocó en convertir al país en una potencia militar y un proveedor de armas en los principales focos de conflicto.
El programa nuclear, el desarrollo de misiles intercontinentales y el fortalecimiento del ejército fueron los ejes de la proyección internacional de Pyongyang, que confrontaba directamente a Corea del Sur y Estados Unidos, e incluso fue perjudicial para la longeva relación con China.

Entre 2018 y 2019, el mandatario norcoreano tuvo acercamientos con Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, y con Corea del Sur, aunque no duró mucho. La promesa de desnuclearización quedó nuevamente en el olvido y el vínculo con el sur retrocedió varias casillas.
Solo este año, Kim Jong-un emprendió un camino de provocaciones: con los satélites espías, la destrucción de las rutas fronterizas, demolió el simbólico Arco de la Reunificación las pruebas balísticas y designó a Corea del Sur como “enemigo principal”, renunciando a la idea de una sola Corea, una idea que habían impulsado sus antecesores en el liderazgo supremo, alternando fuerza y diplomacia.
El dictador se dispone a destruir los organismos de colaboración interurbanos y a desechar cualquier tipo de diálogo con los políticos surcoreanos, una decisión que podría ser determinante para las escasas posibilidades de restaurar la unión de la península que supo ser una sola durante 12 siglos.