En el prolongado conflicto entre India y Pakistán, especialmente por la región de Cachemira, las redes sociales se han convertido en un nuevo frente de batalla. Desde videos manipulados hasta noticias falsas, la desinformación ha jugado un papel crucial, no solo en influenciar la percepción pública, sino también en escalar tensiones entre ambas potencias nucleares.
Uno de los episodios más paradigmáticos ocurrió en febrero de 2019, tras un atentado suicida en Pulwama, India, que dejó más de 40 soldados indios muertos. El ataque fue reivindicado por el grupo Jaish-e-Mohammed, con base en Pakistán, lo que provocó una respuesta inmediata del gobierno indio. En pocos días, India lanzó ataques aéreos en Balakot, Pakistán, alegando haber destruido un campamento terrorista. Pakistán respondió derribando un avión de combate indio y capturando a su piloto.
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Cómo impactaron las redes sociales en el conflicto India-Pakistán
Durante estos días de máxima tensión, las redes sociales en ambos países se inundaron de desinformación. En Twitter, Facebook y WhatsApp circularon imágenes de videojuegos como si fueran bombardeos reales, fotografías antiguas presentadas como actuales y noticias fabricadas que afirmaban, por ejemplo, que India había matado a cientos de terroristas (sin evidencia concreta). Se viralizaron clips de películas de Bollywood como si fueran grabaciones reales de enfrentamientos.
Esta guerra informativa se dio a lo largo de los años y fue alimentada tanto por usuarios comunes como por cuentas automatizadas (bots) y actores políticos. De un lado y del otro, las fake news buscaban reforzar narrativas nacionalistas, humillar al adversario y crear presión popular para justificar acciones militares. Muchas de estas cuentas promovían hashtags como #IndiaStrikesBack o #PakistanZindabad, impulsando la polarización.

WhatsApp fue especialmente problemático en este contexto. Al ser una plataforma cifrada, los contenidos falsos se diseminaban rápidamente en grupos cerrados, sin posibilidad de verificación ni intervención. En India, con más de 400 millones de usuarios de WhatsApp, esto representó un riesgo crítico, al punto que el gobierno pidió a la empresa tomar medidas urgentes para frenar la circulación de rumores.
La desinformación no solo exacerbó el odio entre comunidades hindúes y musulmanas dentro de India, sino que también elevó el riesgo de conflicto a escala internacional. La presión popular basada en narrativas falsas generó un ambiente en el que la diplomacia racional quedaba desplazada por el deseo de represalias.
Este fenómeno fue ampliamente estudiado por expertos en seguridad digital, quienes advierten que en conflictos modernos, el dominio de la narrativa pública puede ser tan importante como el dominio del territorio. La manipulación emocional y la propagación de falsedades pueden empujar a gobiernos a tomar decisiones peligrosas o inhibir acuerdos de paz.

Desde entonces, tanto India como Pakistán empezaron a desarrollar capacidades de ciberguerra y operaciones psicológicas online. Se estima que existen ejércitos digitales dedicados exclusivamente a difundir contenido propagandístico y desinformativo, camuflados como usuarios reales.