Escribe Guillermo Galea (*)
Mientras la humanidad atraviesa el momento de mayor inestabilidad en el sistema político internacional en los últimos años, Donald Trump ha apostado, una vez más, por el eslogan MAGA (Make America Great Again) y ha ofrecido claridad al público estadounidense acerca de políticas concretas.

Es comprensible que, ante los eventos bélicos mundiales y los vaivenes de la economía, una visión aislacionista que abogue por evitar participar en guerras y proteger la economía local resulte atractiva. Eso explica por qué 76 millones de estadounidenses votaron por él.
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Ahora, el mundo se pregunta cuál será el rol del “gendarme del mundo” ante los conflictos bélicos que desgastan el sistema internacional y mantienen a Europa en vilo.

Ucrania, una solución “a la coreana”
La respuesta de Trump al conflicto entre Ucrania y Rusia parece orientarse hacia una solución “a la coreana”. Su equipo está debatiendo la idea de crear una zona desmilitarizada y congelar el ingreso de Ucrania a la OTAN. Incluso, el presidente de ese país, Volodímir Zelensky, ha planteado la posibilidad de que, si se pacta un alto el fuego, es muy probable que su país no pueda recuperar el territorio capturado por Rusia.
Congelar la guerra en la situación actual implicaría establecer una zona desmilitarizada de al menos 1200 kilómetros, teniendo en cuenta la frontera entre ambos países y otros territorios en disputa. Estados Unidos ha descartado el envío de tropas, y los aliados de Ucrania en Europa tampoco tienen intención de desplegarse en la frontera. Por lo tanto, el mantenimiento de estas fronteras recaerá sobre una Ucrania que se encuentra muy desgastada.

En Kiev son conscientes de que lo mejor que pueden lograr es un alto el fuego, incluso tras haber perdido un 20 por ciento de su territorio. Pero, ¿qué hay de Moscú? La inflación en Rusia está creciendo considerablemente debido a la economía de guerra, alcanzando alrededor del 10 por ciento anual y el 25 por ciento en alimentos. Putin se vería fortalecido si logra doblegar a Occidente, convirtiéndose en quien demanda el alto el fuego y, además, sumando el territorio histórico de Novorossiya (sureste de Ucrania, que históricamente formó parte del Imperio Ruso).
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Rusia y un historial que la compromete
El problema fundamental es que una salida de este tipo no está respaldada por un historial de cumplimiento de acuerdos. Moscú no ha respetado ningún pacto que afecte sus intereses nacionales, y su vigencia a menudo depende de un tercero que actúe como garante, generalmente EE. UU., y que asegure que la situación no se descontrole.

Ante todo lo anterior, para que un alto el fuego perdure, Rusia debería quedar lo suficientemente debilitada para que Ucrania, con su capacidad militar, fuera capaz de disuadir cualquier intento de romper el acuerdo por parte de Putin.
Al fin y al cabo, posiblemente el plan de alto el fuego de Trump esté influenciado por un factor que, a menudo, se pasa por alto en el análisis político: la opinión pública. Con el paso del tiempo, la propia población ucraniana se ha inclinado cada vez más hacia la necesidad de poner fin a la guerra.

La prioridad de Zelensky, en este contexto, no es la guerra, sino el día después del alto el fuego y cómo lograr el mejor acuerdo posible, alineado con una población que desea regresar a la normalidad, incluso si eso implica sacrificar parte de su territorio, al menos hasta que puedan ver con mayor claridad lo que el futuro les depara.
(*) El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales.