Un panorama sombrío, digno de las películas de Hollywood sobre un futuro disruptivo, es el que le espera a la humanidad en caso de una guerra nuclear generalizada. El hollín de las ciudades implicadas en los conflictos bélicos rodearía al planeta y lo enfriaría al reflejar la luz solar en el espacio, concluyó el informe de la revista Nature.
- Te puede interesar: Israel vs. Irán: un golpe contra el programa nuclear y la estrategia de Teherán

Los investigadores se centraron en las consecuencias para la agricultura ante la caída de la luz solar y la temperatura tras los incendios. En esa línea, elaboraron un modelo sobre cómo cambiaría el clima en cada zona y cómo responderían los cultivos y la pesca. Los patrones de viento podrían propagar el humo y el fuego de los ataques nucleares y nublar los cielos de los principales exportadores de alimentos. En un escenario de 47 millones de toneladas de cenizas provocadas por el armamento atómico, el promedio mundial de calorías se reduciría hasta en un 50%.

Durante la década que seguiría al conflicto nuclear, hipotetizaron los autores, la humanidad debería redireccionar, por ejemplo, la mayor parte de los cultivos hoy destinados a la elaboración de biocombustibles para el consumo humano, y se debería reducir notablemente o eliminar el desperdicio de alimentos.
Qué países están menos expuestos ante una guerra nuclear y qué pasaría en Argentina
La revista advirtió cuáles serían los territorios menos expuestos a esas consecuencias devastadoras: la hambruna y la desaparición de las tierras cultivables, así como el impacto sobre la fauna. Australia, Argentina y una franja de países africanos serían los más aptos para sobrevivir en este contexto y mantener su producción de calorías. Se trata de países que cuentan con poblaciones reducidas en proporción al tamaño del territorio, y que están en condiciones de satisfacer sus necesidades alimenticias porque han logrado desarrollar cultivos más resistentes.

Un ejemplo de ello es el trigo transgénico, patentado por el Conicet y un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral en 2020, en conjunto con la empresa de biotecnología agrícola Bioceres Crop Solutions. Tal como explica el propio Conicet, “la capacidad de estas semillas de trigo de ofrecer una mayor tolerancia a la sequía es brindada por la incorporación a su genoma de un gen modificado, tomado originalmente de la planta de girasol”. Desde Bioceres, por su parte, argumentaron que este nuevo cultivo es parte de “la solución al desafío de la seguridad alimentaria” en el mundo.

“Todavía habría suficiente producción doméstica, pero podemos imaginar flotillas de refugiados hambrientos provenientes de Asia”, alertó uno de los autores del estudio, que inicialmente estaba centrado en una guerra a gran escala en Europa, entre Rusia y la OTAN, y no en Medio Oriente. El dilema sería cómo alimentar a toda esa población de millones de personas, en un planeta afectado por las consecuencias del enfriamiento global.