A la espera de la confirmación oficial del Colegio Electoral, Donald Trump será el próximo presidente de los Estados Unidos y asumirá a partir del 20 de enero de 2025. Uno de los aspectos más importantes que debe definir el republicano es la política internacional que aplicará durante los siguientes cuatro años.
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Nuevo orden mundial y el intervencionismo en Medio Oriente
Desde la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos moldeó en solitario un nuevo orden mundial y construyó una red de alianzas estratégicas. Los principales esfuerzos se centraron en Europa con la OTAN y luego con Taiwán como contraposición a China.
La indiscutida hegemonía política y militar implicó que Washington interviniera directamente en conflictos a veces alejados de su interés, como fue el caso de Yugoslavia. El primer gran despliegue fue en la coalición internacional que actuó contra Irak y Saddam Hussein tras la invasión y la anexión de Kuwait en 1990.
La intervención se denominó la Guerra del Golfo, involucró a 34 países y fue encabezada por los estadounidenses. Este conflicto se prolongó durante seis meses y fue la primera campaña militar norteamericana en Medio Oriente. Las operaciones siguieron en Irak durante los siguientes años y se extendió luego a otros países de la región a través de bases militares.

Sin embargo, Estados Unidos se enteró de la peor forma que parte del mundo musulmán no recibía su injerencia de la mejor forma. Su aliado durante la guerra de Afganistán contra los soviéticos, Al Qaeda, estuvo detrás de ataques al World Trade Center en 1993, a las embajadas en Medio Oriente en 1998 y contra el buque USS Cole en Yemen en 2000.
Esta serie de ofensivas contra la presencia estadounidense fueron la antesala de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el peor ataque que sufrió esta potencia en su historia e hito que cambió la política exterior para siempre.
El gobierno de George W. Bush comenzó la “guerra contra el terrorismo”, invadió Afganistán e Irak en 2001 y 2003, respectivamente, e impulsó la creación de gobiernos democráticos en estos países.
Bajo la administración de Barack Obama, en 2011 EE.UU. asesinó a Osama bin Laden en Pakistán, líder de Al Qaeda y autor intelectual de los ataques contra objetivos estadounidenses.

Sin embargo, la campaña en Afganistán se tornó insostenible y la deslegitimación de las operaciones en Irak forzó a Obama a decretar el inicio de una larga retirada del ejército.
Esta retirada continuó en la presidencia de Donald Trump y concluyó caóticamente en 2021 con Joe Biden en la Casa Blanca. Otro hecho destacable de las políticas de Obama fue el acuerdo nuclear con Irán en 2015 tras arduas negociaciones. Este pacto pretendía limitar el programa de Teherán y limar las asperezas con las potencias mundiales.
Las políticas de Donald Trump y Joe Biden
Con Donald Trump en la Casa Blanca, Estados Unidos enfocó su política exterior en el proteccionismo económico bajo el lema “America First”. Se retiró del Acuerdo de París y del Acuerdo de Comercio Transpacífico, le exigió a los países de la OTAN mayor contribución económica y estableció aranceles.
En las relaciones internacionales, dio marcha atrás con el acuerdo con Irán y le impuso sanciones económicas a la vez que mostró cercanía con Vladimir Putin y Kim Jong-un. Las visitas a Rusia y Corea del Norte conllevaron a un mejor entendimiento entre los países y a una relativa calma en términos de conflictos bélicos.
El contexto global, en cambio, impuso su agenda bajo el mandato de Joe Biden. Las guerras en Ucrania e Israel comprometieron a Washington a destinar miles de millones de dólares que fueron direccionados a paquetes de ayuda financiera y armamento.

Estados Unidos destinó a Kiev los sistemas de defensa Patriot para garantizar la defensa del territorio ucraniano. En Israel, se unió a la defensa aérea de Tel Aviv durante los últimos ataques.
En ambos escenarios, Biden buscó desalentar posibles situaciones de escalada, precisamente en la posibilidad de que Ucrania use armamento de la OTAN para atacar Rusia y en las campañas terrestres de Israel en el Líbano.
La última administración quedó debilitada ante la unilateralidad de las decisiones del primer ministro Benjamin Netanyahu, los cuestionamientos sobre las operaciones israelíes en Medio Oriente y la prolongación del conflicto en Europa.
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Israel, Taiwán y Ucrania, presente y futuro
Ucrania cumplió dos años de guerra en febrero e Israel amplió recientemente sus operaciones en el Líbano. Ambos conflictos tienen una carga geopolítica importante, estando detrás de ellos la posibilidad de una guerra a escala mundial.
Una intervención directa en Ucrania podría causar un conflicto que involucre a China y Corea del Norte. Por otro lado, la problemática del terrorismo y las potencias aliadas de Irán obligan a evaluar posibles escaladas.
Para Donald Trump, las guerras en Europa y Medio Oriente serán problemáticas a evaluar al igual que las medidas aplicadas en los últimos años. Además, China aparece como una amenaza al poderío estadounidense, a nivel comercial y militar.

Solo en 2024, el Ejército chino llevó a cabo dos ejercicios importantes contra Taiwán, que involucraron una movilización sin precedentes. Taipei es el principal aliado de Washington en Asia y al mismo tiempo un escenario de disputa en el Pacífico. Su defensa es entendida como un freno a la ambición expansionista de Xi Jinping en el Indo-Pacífico.
Los siguientes cuatro años serán claves para observar si Estados Unidos tendrá una nueva injerencia militar o permanecerá como en los últimos años, haciendo uso de su economía para sostener los esfuerzos de otros países.