La reincidencia del conflicto bélico en entre Israel e Irán trajo consigo innumerables daños materiales, un gran número de heridos y alrededor de 254 muertes. Por otro lado, a lo largo de su historia, México ha transitado por períodos de profunda inseguridad -principalmente- a causa del crimen organizado, lo que resulta en un gran número de homicidios diarios.
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En este contexto, y en los mismos días que lleva el enfrentamiento en Medio Oriente, en el país norteamericano hubo 294 homicidios, número ampliamente superior al del conflicto entre Israel e Irán. ¿Cómo es posible que un país que no vive un conflicto bélico declarado sufra más asesinatos que dos países que transitan un período de guerra constante?
La guerra Israel-Irán en contraste a los homicidios en México
El pasado 13 de junio, volvió a ponerse en marcha un conflicto entre Israel e Irán. Se retoman las hostilidades tras la “Operación León Ascendente”, donde Israel lanzó una serie de ataques a gran escala contra instalaciones nucleares iraníes. Como represalia, Irán decidió contraatacar enviando misiles balísticos y drones contra instalaciones militares, residenciales y de inteligencia a Israel.

El conflicto aún no cesa, pese a los intentos de mediación por parte de países como Rusia o China. Como consecuencia, en ambos bandos se registraron decenas de daños materiales tras la explosión de edificios, medios de transporte e instalaciones profesionales de distintos tipos. Hasta el momento, se dieron 254 muertes, de los cuales 230 son decesos iraníes y 24 israelíes.
En México, por su parte, durante los primeros meses del 2025, se calculan alrededor de 65.3 homicidios diarios. Esto se debe, principalmente, a la presencia del crimen organizado y la debilidad institucional para hacerle frente a este fenómeno.
México y la primera guerra contra el crimen organizado
En la década de los 70’, surgen la mayoría de organizaciones criminales dedicadas principalmente al narcotráfico, también conocidas como “cárteles”. Estos grupos controlan la mayor parte del comercio ilegal de drogas alrededor de todo el país. El homicidio es una de las prácticas más comunes de estas agrupaciones en pos de generar inestabilidad entre las comunidades o como forma de obtener más poder.
El inicio de la llamada “guerra contra el narcotráfico” tiene sus comienzos en el 2006, cuando Felipe Calderón asume a la presidencia. El entonces mandatario toma como principal medida hacerle frente a la amenaza que representaban los cárteles, proponiendo una política de mano dura.
Hasta ese momento, ni los altos responsables políticos ni la propia policía buscaban erradicar al crimen organizado. Mas bien, preferían contenerlo mediante corrupción y negociaciones directas con los grupos delictivos.
Para cumplir con su objetivo, Calderón incrementó el gasto en seguridad casi al doble y triplicó el número de policías. Estas decisiones generaron aún más violencia e inestabilidad, duplicando la tasa de homicidios en comparación con años anteriores.

Previo a estas medidas, y debido a la cooperación estatal para contener a esas agrupaciones, la tendencia de los índices de homicidios se presentaba a la baja. Con el quiebre en la relación del Estado y los grupos criminales, los índices fueron en aumento, y los homicidios por crimen organizado pasaron a ser, en la mayoría de los casos, la razón principal.
La actual guerra no declarada contra el crimen organizado
Aunque desde 2020 los índices de homicidio en México han mostrado una ligera disminución, según el Índice de Paz México (2025), eso no significa que la violencia haya dejado de ser un problema grave. En realidad, el país sigue inmerso en una guerra no declarada contra el crimen organizado.
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Esta violencia, aunque menos visible o reportada en algunas regiones, afecta todavía a miles de personas. Y aunque no haya tanques ni misiles, la magnitud de la muerte cotidiana causada por el crimen organizado es igual de devastadora que la de un conflicto internacional.
La diferencia es que, en México, esta guerra no está reconocida formalmente. No hay declaración, no hay frentes definidos y, generalmente, no hay justicia. Sin embargo, las víctimas son reales y los efectos sobre la sociedad son profundos.