El nuevo régimen de Siria tuvo su esperado encuentro bilateral con Rusia. Ahmed al Sharaa y Vladímir Putin buscan normalizar la relación entre ambos países tras la caída de Bashar al Assad, el dictador sirio depuesto por el actual gobierno que hoy está exiliado en territorio ruso.
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Rusia y Siria, en busca de una alianza en Medio Oriente
La salida abrupta de Bashar al Assad del poder y el final de décadas de dictadura provocaron un terremoto político que repercutió en el vínculo entre Rusia y Siria. El Kremlin había sido un importante aliado histórico y estratégico de la familia Asad.
Hafez al Assad, padre de Bashar, fue una figura de extrema relevancia, gobernando desde marzo de 1971 hasta su muerte en junio de 2000. Se relacionó con los distintos gobernantes de la Unión Soviética hasta su caída y el cambio de construcción de poder con la aparición de la Federación Rusa.
Ya con Vladímir Putin en el poder, Siria obtuvo numerosos acuerdos de cooperación y el respaldo militar en la guerra civil entre 2015 y 2016, así como el florecimiento de la actividad terrorista del Estado Islámico (ISIS). El gobierno ruso ejerció un papel fundamental en mantener la integridad del territorio central sirio, en torno a Damasco, y de los principales puntos importantes para la economía local.

Rusia mantuvo su presencia en el puerto de Tartus, la única base naval rusa en Medio Oriente, y en el aeródromo Hmeymim como garantía de seguridad, así como en distintas bases creadas para la presencia permanente en el país árabe.
Con el estallido de un nuevo conflicto entre la dictadura de Bashar al Assad y fuerzas rebeldes lideradas por Ahmed al Sharaa, Moscú subestimó el levantamiento armado hasta que se produjo la sorprendente caída del régimen que gobernó el país durante 53 años.
El cambio de mando produjo un alejamiento de Siria y Rusia, en especial con los encuentros de Al Sharaa con líderes occidentales como Donald Trump y Emmanuel Macron, y el reconocimiento diplomático de Reino Unido.
Sin embargo, más allá de los potenciales acuerdos comerciales y la reinserción en el mercado global y en las líneas de crédito internacionales, Siria atraviesa una crisis territorial que precisa de respaldo militar.
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Presencia rusa a cambio de Bashar al Assad
El encuentro entre Ahmed Al Sharaa y Vladímir Putin tuvo como tema central el retorno de Rusia a Medio Oriente, que incluye la presencia en bases militares y operaciones en los yacimientos petroleros sirios, así como nuevas inversiones en infraestructura pública y transporte.
El Kremlin podría retomar el control del estratégico puerto de Tartus, clave para la influencia en el Mediterráneo, pero Siria hizo un llamativo pedido que puede ser un punto de inflexión en las históricas relaciones bilaterales.

El presidente Al Sharaa solicitó a Putin que entregue a Bashar al Assad, exiliado actualmente en Rusia, y la fortuna que se cree que se llevó durante su huida del país. El Departamento de Estado de los Estados Unidos estima la fortuna de la familia al menos entre 1.000 y 2.000 millones de dólares en activos en ese momento.
Además de Al Assad, se incluye a todos los responsables de crímenes de guerra que huyeron de Siria tras la caída del régimen anterior.
El pedido pone a Rusia en una compleja situación, entregar a un viejo aliado de Moscú o complejizar el ya problemático vínculo bilateral con Damasco, que se enfrenta a una frágil situación territorial.
Las elecciones legislativas del 5 de octubre también fueron un hito en Siria, dado que fueron las primeras desde la caída del régimen y representan el primer paso para lograr una transición hacia un comicio presidencial.