El hallazgo de la base secreta de Sinpung-dong, situada a tan solo 27 kilómetros de la frontera con China, confirma lo que muchos analistas sospechaban: Corea del Norte no solo ha avanzado en su programa de misiles, sino que lo ha hecho apostando por la clandestinidad y la disuasión estratégica.
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Corea del Norte: cómo es la base secreta que amenaza al mundo
Este complejo, de 22 kilómetros cuadrados, más grande incluso que el aeropuerto JFK de Nueva York, se integra en lo que expertos llaman el “cinturón de misiles” norcoreano: una red de 15 a 20 instalaciones ocultas, diseñadas para asegurar la continuidad operativa del arsenal nuclear del país.
Construida desde 2004 y plenamente activa desde 2014, la base cuenta con almacenes, centros de mando, unidades móviles de lanzamiento y hasta viviendas camufladas bajo densos bosques, invisibles en imágenes satelitales la mayor parte del año.

En Sinpung-dong podrían desplegarse hasta nueve misiles balísticos intercontinentales (ICBM) con capacidad nuclear, probablemente de los modelos Hwasong-15 o Hwasong-18. Estos misiles no solo alcanzarían a Corea del Sur o Japón, sino también a gran parte del territorio continental de Estados Unidos.
La clave está en su movilidad: los lanzadores pueden salir del recinto, reunirse con ojivas y dispersarse en posiciones previamente preparadas, lo que multiplica la supervivencia del arsenal frente a un ataque preventivo.
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Los conflictos geopolíticos que rodean a la base
La ubicación de la base añade otra capa de complejidad. Al estar tan próxima al territorio chino, cualquier acción militar contra ella corre el riesgo de provocar un incidente con Pekín, lo que refuerza el poder disuasorio de Kim Jong Un. En otras palabras: destruir Sinpung-dong no sería una operación quirúrgica, sino una jugada con repercusiones geopolíticas incalculables.
Este descubrimiento se suma a una lista de avances que Pyongyang ha acumulado en los últimos cuatro años. Desde la ojiva miniaturizada Hwasan-31 hasta la ambición de fabricar una bomba de hidrógeno superpotente; desde las pruebas con misiles hipersónicos como el Hwasong-16B hasta los experimentos con vehículos de reentrada múltiple (MIRV), capaces de lanzar varias cabezas nucleares con un solo misil.

La guerra en Ucrania aceleró este proceso: Pyongyang entregó munición y tropas a Moscú y recibió a cambio transferencia tecnológica, asistencia militar y respaldo económico. Gracias a este canal, Corea del Norte está produciendo drones armados de nueva generación, entrenando a sus pilotos con instructores rusos y avanzando en el diseño de un submarino de propulsión nuclear, un hito reservado hasta ahora a un puñado de países.