Si bien en 2018 la Santa Sede y el gobierno de la República Popular China firmaron un acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos en el país asiático, las relaciones formales entre ambos Estados siguen siendo inexistentes. De hecho, el Vaticano es uno de los doce países en el mundo, y el único de Europa, que reconocen diplomáticamente a Taiwán. En 2024, se conmemoró el 88° aniversario de ese vínculo, que significa un respaldo para la isla en el contexto del creciente acoso por parte del régimen de Pekín.
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Tras el establecimiento de las relaciones diplomáticas en 1942, el Vaticano mantuvo inalterada su política exterior a pesar del triunfo de la revolución comunista. En los hechos, esa decisión significó el desconocimiento de la República Popular China, proclamada en 1949 tras el final de la guerra civil contra las fuerzas nacionalistas del general Chiang Kai-shek, quien estableció el gobierno de la “República de China” en la isla de Taiwán.

Desde 1952, el Vaticano cuenta con una sede diplomática en Taipéi, la capital taiwanesa, aunque con una denominación ambigua en latín, para no herir susceptibilidades: Nunciatura Apostólica in Sinis. A partir de 1971, esa legación ha sido siempre encabezada por un encargado de negocios, un rango menor al del nuncio. Desde 2022, su responsable es el obispo italiano Stefano Mazzotti.
El Vaticano y Taiwán: la histórica presencia católica en la isla
En rigor, la presencia de misioneros católicos en la isla de Formosa (tal como denominaron los conquistadores portugueses a Taiwán) se remonta al siglo XVII. Los primeros en establecerse allí fueron los dominicos, quienes estuvieron presentes en la isla desde 1626. Tras dos siglos de ausencia, regresaron en 1859, durante los últimos años del gobierno de la dinastía Qing.
Temporariamente, también estuvieron presentes los franciscanos, pero tanto ellos como los dominicos fueron expulsados por los ocupantes neerlandeses en 1642. En el siglo XVIII llegaron los jesuitas, enviados a Taiwán por el emperador Kangxi para mapear el territorio, lo que muestra el intercambio que existió históricamente entre gobernantes chinos y la Iglesia Católica.

Esa presencia se mantuvo durante la ocupación japonesa de Taiwán, desde 1895 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Numerosas iglesias sufrieron daños materiales durante los bombardeos de esa última conflagración bélica, pero se mantuvo la presencia de los sacerdotes católicos en la isla, que siguieron adelante con su misión pastoral.
Al conocerse la noticia de la muerte del Papa Francisco, el actual mandatario, Lai ching-te, expresó sus “más sinceras condolencias en nombre del pueblo de Taiwán”, en un mensaje dirigido a la Santa Sede.
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En la actualidad, se estima que hay en Taiwán unos 232.000 católicos, lo que representa apenas algo más del 1% de la población. El país cuenta con siete diócesis, cuyos obispos realizaron en 2018 su última visita conjunta al Vaticano y mantuvieron un encuentro con el Papa Francisco.

La Santa Sede y la China comunista: de la tensión al deshielo
El vínculo entre la Iglesia Católica y el régimen comunista chino atravesó un período de gran tensión tras la conformación de la denominada “Asociación Patriótica de Católicos Chinos” en 1957. En ese marco, el culto católico solo fue autorizado en iglesias controladas por el poder político de Pekín. El clero reconocido por el Vaticano pasó a ejercer su ministerio en forma clandestina.
El Vaticano desconoció esa asociación y consideró que el nombramiento de obispos por parte del gobierno era ilegítimo, aunque nunca llegó a hablar de “cisma” y mantuvo abiertos los canales de diálogo. Sin embargo, en 1966, con el inicio de la Revolución Cultural, se prohibió toda actividad religiosa y se cerraron los lugares de culto. Recién una década más tarde, a partir de la llegada al poder de Deng Xiaoping, hubo cierto deshielo y, en 1981, el Vaticano autorizó a los obispos chinos fieles a la Santa Sede a ordenar a sus obispos sin autorización previa, para evitar el choque directo con el régimen.

Así fue como se llegó al histórico acuerdo provisorio, firmado en septiembre de 2018, que permite resolver la controversia en torno al nombramiento de obispos en China. Esa solución se logró tras un largo proceso de negociaciones y, tal como fue comunicado por la Santa Sede en forma oficial, se crearon “las condiciones para una colaboración más amplia a nivel bilateral”.
“La esperanza compartida es que este acuerdo fomente un proceso de diálogo institucional fructífero y con visión de futuro para contribuir positivamente a la vida de la Iglesia Católica en China”, dijo el Vaticano, en un comunicado de prensa. Tal como estaba previsto, el acuerdo fue renovado sucesivamente en 2020, 2022 y 2024, y en esa última ocasión se lo prorrogó por cuatro años.
Al conocerse el deceso de Francisco, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China expresó sus “condolencias” y destacó el “momento constructivo” que viven las relaciones entre ambos Estados.