El homicidio de Charlie Kirk no es un hecho aislado, sino una demostración de cómo la violencia política en Estados Unidos se transformó en una cultura que la banaliza y normaliza. Casos recientes como el ataque a Paul Pelosi en 2022, el atentado contra Donald Trump en 2024 e incluso el asesinato de la legisladora estatal demócrata Melissa Hortman en 2025, muestran cómo la agresión se perpetúa y se utiliza como respuesta política.
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Desde hace décadas, la historia estadounidense se encuentra marcada por asesinatos y atentados que cambiaron el rumbo del país. Entre ellos, el asesinato de Abraham Lincoln en 1865, John F. Kennedy en 1963 y Martin Luther King Jr. en 1968 destacan como episodios que reflejan la violencia como un elemento persistente en la vida política del país.
Charlie Kirk: su asesinato en la Universidad del Valle de Utah
El miércoles 10 de septiembre, el activista republicano inició su gira por universidades estadounidenses con el objetivo de debatir con estudiantes que no compartieran sus ideas. Esta actividad era recurrente para Kirk y constituyó una de sus principales herramientas para atraer jóvenes hacia las ideas conservadoras, especialmente durante las elecciones presidenciales de 2024.

En esta ocasión, mientras discutía sobre el aumento de la violencia en su país, un francotirador lo alcanzó en el cuello, lo que provocó su muerte pese a los esfuerzos de su equipo.
La violencia en la cultura política de Estados Unidos
Según el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, la violencia cultural se manifiesta en símbolos, ideas o normas que pueden legitimar o justificar la violencia. No se trata de la cultura en sí, sino de ciertos elementos que la normalizan. En Estados Unidos, esta dinámica se refleja en una historia política marcada por asesinatos y atentados, y que hoy persisten como parte de una cultura que normaliza la violencia política.
En este sentido, los ejemplos históricos incluyen el asesinato de Abraham Lincoln, en 1865, cuando el presidente fue abatido por John Wilkes Booth, en el Teatro Ford de Washington, un hecho que conmocionó al país y sentó un precedente de violencia política contra líderes nacionales.
Décadas después, en 1963, John F. Kennedy fue asesinado en Dallas mientras viajaba en un descapotable con su esposa Jacqueline. Dos disparos acabaron con su vida y demostraron, una vez más, que la respuesta a los conflictos políticos en el país era la violencia.

Apenas cinco años más tarde, en 1968, Martin Luther King Jr., líder del movimiento por los derechos civiles, fue abatido desde el balcón del Motel Lorraine, en Memphis, mientras saludaba a sus seguidores. Su muerte provocó protestas y disturbios en todo el país.
Entre los casos más recientes se encuentra el ataque a Paul Pelosi, en 2022, cuando un asaltante irrumpió en su hogar en busca de su esposa, la política demócrata Nancy Pelosi, y lo golpeó con un martillo, causándole varias heridas.
Por su parte, en 2024, durante su campaña presidencial, Donald Trump sufrió un atentado mientras daba un discurso en Pensilvania y recibió un disparo en la oreja derecha, que le provocó heridas leves.

Finalmente, en 2025, la legisladora estatal, Melissa Hortman, fue asesinada en su residencia junto a su esposo, un episodio que subraya que incluso figuras políticas de menor perfil están expuestas a la violencia en el país.
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Estos hechos confirman que la violencia política en Estados Unidos no solo forma parte de su historia, sino que persiste actualmente, consolidándose como un elemento central de su cultura y profundizando la polarización y fragmentación política.
El asesinato de Charlie Kirk reafirma la idea de que la agresión se naturalizó como recurso en la confrontación política, y deja al descubierto la fragilidad del diálogo en la sociedad estadounidense.