La crisis de hacinamiento penitenciario en Perú hace necesaria la construcción de un nuevo penal en “El Frontón”, ubicado en una isla del océano Pacífico. Comparte la misma lógica que el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) de El Salvador, tomando como referencia el énfasis en el control, aislamiento y tecnología.
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La inversión para este proyecto supera los 141 millones de dólares y, una vez habilitado el terreno, se estima que su construcción llevará entre 8 y 10 meses. En ese mismo lugar funcionó durante décadas un penal de máxima seguridad, escenario de la masacre de 1986. Aunque actualmente cuenta con la aprobación política, aún queda por resolver el acceso a servicios básicos como agua y electricidad para los internos y el personal.
“El Frontón”: la garantía de que el Estado peruano no se rinde ante el crimen organizado
Según el ministro de Justicia y Derechos Humanos del Perú, Juan José Santiváñez, el proyecto para la construcción de este penal no es un gesto simbólico, sino que demuestra una acción concreta.
En una sesión de emergencia, el Consejo Nacional de Política Criminal (CONAPOC), presidido por Santiváñez, aprobó por unanimidad la viabilidad del proyecto. Se dispuso que el centro penitenciario esté destinado a recibir reos de alta peligrosidad, en particular jefes o cabecillas de organizaciones criminales.

Al igual que el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), el penal contará con medidas de aislamiento, sistemas de vigilancia tecnológica y protocolos de seguridad avanzados para limitar la comunicación de los reclusos con el exterior y reducir riesgos de fugas o motines. De esta manera, se busca que la infraestructura no solo sirva como un espacio de reclusión, sino también como un instrumento efectivo para enfrentar al crimen organizado, siguiendo un modelo probado en la región.
Pese a los actuales desafíos que enfrenta esta locación, como la falta de prestaciones esenciales, el ministro de Justicia señaló que ya se anticiparon las soluciones necesarias para garantizar agua, energía eléctrica y otras facilidades para los internos y sus custodios.
En la actualidad, Perú atraviesa grandes desafíos en materia de seguridad, especialmente con relación a la sobrepoblación en los establecimientos penitenciarios. Se espera que, con esta nueva construcción, se reduzca la presión sobre los penales ya existentes.
Memorias del pasado: la masacre de El Frontón de 1986
Durante años, en la isla “El Frontón” funcionó un penal de máxima seguridad, recordado sobre todo por lo ocurrido en junio de 1986, cuando internos de Sendero Luminoso se amotinaron reclamando mejores condiciones de encierro. El motín derivó en un operativo militar ordenado por el entonces presidente, Alan García, que terminó con la muerte de más de cien reclusos.

Organismos de derechos humanos denunciaron ejecuciones extrajudiciales y un uso desmedido de la fuerza. El entonces gobierno justificó la operación como una respuesta necesaria frente a un levantamiento terrorista.
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Desde entonces, El Frontón se convirtió en un símbolo de la confrontación entre el Estado peruano y Sendero Luminoso, una organización terrorista conocida por utilizar la violencia indiscriminada contra civiles y autoridades para imponer su ideología.
A casi 40 años de la masacre, el gobierno vuelve a mirar hacia El Frontón. Hoy, el objetivo es transformar un lugar asociado a la violencia y la memoria dolorosa en un símbolo de control y seguridad frente al crimen organizado.