Rusia está desarrollando un nuevo proyecto nuclear que busca transformar por completo la forma en que se produce y se aprovecha el combustible. La iniciativa se centra en un sistema de ciclo cerrado, que permitiría reciclar el combustible ya utilizado y generar material nuevo a partir de él, en lugar de depender únicamente de la extracción de uranio natural.
El objetivo declarado es lograr que el país sea más autosuficiente en materia nuclear y, al mismo tiempo, reforzar la posición de Rosatom, la agencia nuclear rusa, en el mercado internacional.
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Cómo es el nuevo proyecto nuclear de Rusia
El núcleo de este plan está en los llamados reactores rápidos o “breeders”. A diferencia de los reactores convencionales, que consumen principalmente uranio enriquecido, estos reactores utilizan neutrones de alta energía para transformar el uranio 238, el isótopo más abundante y normalmente no aprovechado, en plutonio 239, que sí puede emplearse como combustible.

En otras palabras, no solo generan energía, sino que también producen nuevo material fisible. Una vez irradiado, ese combustible pasa por un proceso de reprocesamiento químico que permite separar el uranio no consumido, el plutonio creado y los productos de fisión. Con esos elementos se fabrica combustible MOX, una mezcla que vuelve a alimentar a los reactores y reduce la necesidad de extraer más mineral.
Las implicancias de este sistema y cuándo estaría listo
Si el ciclo cerrado se concreta, los impactos serían múltiples. Desde el punto de vista económico, Rusia podría disminuir drásticamente su dependencia del uranio natural y afianzar aún más su papel en el suministro global de tecnología y combustible nuclear. Esto le daría ventajas estratégicas frente a otros países que todavía dependen en gran medida de las importaciones.
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En lo ambiental, la cantidad de residuos altamente radiactivos se reduciría, ya que buena parte del material volvería a aprovecharse. Sin embargo, el proceso de reprocesamiento genera otros desechos químicos que no son sencillos de manejar. Además, el hecho de que el plutonio quede disponible implica un desafío en materia de seguridad, porque ese mismo material puede ser utilizado en armas nucleares si no existe un control estricto de organismos internacionales como la OIEA.
La apuesta rusa también tiene una dimensión geopolítica. En un contexto de sanciones y tensiones crecientes, disponer de un sistema autosuficiente de combustible nuclear implica blindar un sector clave frente a presiones externas. Para Moscú, lograr este desarrollo es tanto una cuestión de tecnología avanzada como de soberanía energética.

En cuanto a los plazos, los proyectos piloto ya están en marcha y las instalaciones destinadas a la producción de combustible MOX se encuentran en construcción. Según los anuncios oficiales, la meta es que hacia 2030 la región de Tomsk cuente con un sistema de ciclo cerrado operativo a escala industrial.
Otros hitos intermedios incluyen la puesta en marcha de minas adicionales de uranio hacia 2028 y la consolidación de reactores rápidos como parte integral de la matriz energética rusa. No obstante, alcanzar esa meta dependerá de resolver desafíos técnicos, de seguridad y financieros que todavía están sobre la mesa.




