El gobierno ucraniano puso fin al suspenso e interrumpió el transporte de gas ruso, que, a pesar de la guerra iniciada en 2022, había continuado fluyendo en virtud de un contrato de tránsito firmado hace cinco años y que expiró el 31 de diciembre de 2024.
“Desde el 1° de enero de 2025, el oleoducto y gasoducto Družba (“Amistad”) dejará de funcionar“, había anunciado el asesor del presidente de Ucrania, Mykhailo Podolyak. De esa forma, quedó interrumpido el suministro de gas desde Rusia a países europeos, como Hungría y Eslovaquia, que hoy siguen dependiendo fuertemente de los suministros de Gazprom y cuyos gobiernos coquetean con el Kremlin.

“No les permitiremos seguir acumulando miles de millones de dólares a costa de nuestra sangre”, advirtió, por su parte, el presidente Volodimir Zelensky, al apuntar contra el Kremlin. “Es un poco vergonzoso hablar de dinero cuando estamos perdiendo gente”, añadió el mandatario, decidido a cerrar su infraestructura al tránsito de gas ruso.
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Una sucesión de disputas, marchas y contramarchas
El acuerdo, sellado el 31 de diciembre de 2019 por la ucraniana Naftogaz, su contraparte rusa Gazprom y la Operadora del Sistema de Transmisión de Gas de Ucrania (GTSOU), había permitido superar años de controversias. Se había acordado un volumen mínimo de transporte de 40.000 millones de metros cúbicos por año entre 2021 y 2024.

Desde 2004, cuando se impuso en Kiev la denominada “Revolución Naranja”, que buscaba liberar al país de la tutela de Moscú, se sucedieron distintas crisis que derivaron en interrupciones en el tránsito de gas ruso a través de Ucrania. Así ocurrió en enero de 2006 y en enero de 2009, lo que derivó en negociaciones para evitar el desabastecimiento en países claves de la Unión Europea (UE).
El último de esos acuerdos, firmado en 2009 por la entonces premier ucraniana Yulia Tymoshenko y su colega ruso Vladimir Putin, llevó luego a la detención de la exfuncionaria por parte de la Justicia ucraniana y a su condena a siete años por abuso de poder. Tymoshenko fue, finalmente, liberada tras el triunfo del movimiento del Euromaidán en Kiev y la caída del presidente pro-ruso Viktor Yanukovich, en febrero de 2014.
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En diciembre de 2017, por su parte, el Tribunal de Arbitraje de Estocolmo dictó su laudo respecto del contrato firmado en 2009. Allí obligó a Gazprom a pagar una compensación de 2560 millones de dólares a Naftogaz. Sin embargo, en marzo de 2018 volvió la tensión cuando la compañía rusa redujo la presión del gas en los ductos ucranianos en un 20%. Todo se terminó resolviendo con el acuerdo quinquenal firmado a fines de 2019, que está a punto de expirar.

Unión Europea: la guerra y las sanciones contra Rusia
El inicio de la invasión rusa a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, tuvo sus coletazos en el ámbito de la energía. Mientras la Unión Europea (UE) imponía sanciones a Moscú y reducía drásticamente su dependencia del gas ruso, seguía vigente el contrato de 2019 entre Gazprom y Naftogaz.
Los mayores “cuellos de botella” vinieron por el lado de tres países de Europa central, muy dependientes del gas ruso: Hungría, Eslovaquia y la República Checa. Sin embargo, mientras los gobiernos húngaro y eslovaco ratificaron sus acuerdos con Rusia, el ejecutivo checo anunció que no pedirá a la UE la prórroga de la excepción que le permitía seguir importando gas ruso a pesar de las sanciones comunitarias. Con la conclusión del contrato firmado en 2019 por la empresa estatal rusa Gazprom y la ucraniana Naftogaz, se abre un signo de interrogación sobre el futuro del tránsito de gas ruso a través de Ucrania.

De acuerdo con un reciente informe del Tribunal de Cuentas Europeo, con base en datos de Eurostat, la proporción de gas ruso en las importaciones de la UE se redujo del 45% al 15% desde el inicio de la guerra en Ucrania. De todos modos, en Hungría sigue representando el 65% del total del gas que consume, mientras que en la vecina Eslovaquia se ubica en torno al 85%.
Los gobiernos de Hungría, liderado por Víktor Orban, y de Eslovaquia, conducido por Robert Fico, han mostrado gestos de acercamiento al Kremlin, a contramano de la política oficial de la UE tras la invasión a Ucrania.