La realidad económica de Bolivia cambió dramáticamente en la última década, cuando su producción de hidrocarburos se redujo prácticamente a la mitad, lo que mermó el ingreso de divisas. Según datos oficiales, en 2014 el país producía cerca de 59 millones de metros cúbicos diarios de gas; mientras que en 2024 fueron solo 37 millones. El gas llegó a representar el 55% de las exportaciones del país y hoy apenas supera el 18% del total de las ventas al exterior.
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En medio de estas restricciones, las reservas de litio son la nueva promesa energética boliviana. Con alrededor de 21 millones de toneladas de recursos certificados en el salar de Uyuni y otros 2 millones en los salares de Coipasa y Pastos Grandes, su explotación no termina de despegar. Actualmente, según la normativa aprobada durante el gobierno de Evo Morales, la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) es la única autorizada para comercializar el recurso.

Al día de hoy, existen solo dos contratos operativos con un consorcio ruso y otro chino, firmados respectivamente en septiembre y en noviembre de 2024. Ambos aplican la tecnología de extracción directa —en lugar de la evaporación— para la producción de litio grado batería. El primero de ellos es con el Uranium One Group, que forma parte de la corporación nuclear Rosatom, y prevé la producción de 14.000 toneladas anuales de carbonato de litio. El segundo involucra al Hong Kong CBC Investment Limited y contempla la producción de entre 10.000 y 25.000 toneladas anuales.

Litio: un plan estratégico que aún no logra despegar
En 2008, un decreto de Evo Morales declaró la “industrialización del Salar de Uyuni” como “prioridad nacional” y encomendó a la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) la creación de una instancia responsable a ese efecto: la Gerencia Nacional de Recursos Evaporíticos. Más tarde, en 2017, a través de una ley del Parlamento, se convirtió en la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), responsable de toda la cadena productiva, desde la prospección hasta la industrialización y comercialización del producto.
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En su plan estratégico 2021-2025, YLB precisa cuál es la orientación de las autoridades bolivianas respecto de esta industria: “El Gobierno industrializará con sus propios medios el litio y otros recursos evaporíticos. Únicamente aceptará socios para la provisión de la tecnología necesaria para la fabricación de baterías y otros procesos de industrialización avanzados, derivados del carbonato de litio”.

En 2013, se inauguró la planta piloto de producción de carbonato de litio en el salar de Uyuni, con el objetivo de producir 40 toneladas mensuales; es decir, unas 480 toneladas anuales. En 2014, fue el turno de la planta piloto de baterías de litio, construida por la empresa china LinYi Dake, con el objetivo de evaluar técnicas de producción industrial. Y en 2017, gracias a un convenio con la francesa ECM Greentech, se puso en marcha una planta piloto de materiales catódicos.
La crisis política de finales de 2019, que se saldó con la renuncia y el exilio de Evo Morales, y la pandemia retrasaron los planes de desarrollo de esta industria. Recién en diciembre de 2023, durante el actual gobierno de Luis Arce, tuvo lugar la inauguración de la planta industrial de carbonato de litio de YLB en el propio salar de Uyuni, con una capacidad de producción de 15.00 toneladas anuales.

Esta industria todavía está lejos de despegar. En 2024, YLB produjo 2064 toneladas y, para el presente ejercicio, proyecta incrementar la producción en un 70% hasta unas 3500 toneladas. En los primeros ocho meses de 2025, las exportaciones bolivianas de carbonato de litio totalizaron 19,6 millones de dólares, muy lejos de los 494 millones generados por Argentina y los 1187 millones de Chile en ese mismo período.




