Es innegable que la inminente llegada de los F-16 despertó el interés por la aviación de caza. Aunque, tampoco se puede negar que es un tema que despierta pasiones, más cuando una de las películas más taquilleras de Hollywood se enfoca en el recorrido de uno de estos pilotos (aunque, nobleza obliga, hay que aclarar que en esa producción opera en el marco de Top Gun, una academia de la Armada y no de la Fuerza Aérea de Estados Unidos).
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A propósito, en la última película, Top Gun Maverick, el experimentado piloto lleva a los cursantes a protagonizar un duro entrenamiento: uno de ellos tiene un mano a mano con los efectos de la fuerza G y, tras sufrir un desmayo, el capitán Pete “Maverick” Mitchell, se ve obligado a realizar un movimiento no planificado para poder despertarlo.
La escena -y otras tantas del filme- ilustra perfectamente la diversidad de obstáculos que tiene que enfrentar un piloto de aviones de caza cada vez que opera este tipo de aeronaves. Pero entonces, ¿por qué en la vida real no todos los pilotos sufren el tan mencionado black out y posteriores desmayos?
DEF en la cuna de la aviación de caza argentina
Para responder este interrogante, DEF consultó a los que más saben: el personal de la IVta Brigada de la Fuerza Aérea Argentina, ubicada en Mendoza, que tiene a su cargo el curso de Estandarización de Procedimientos para Aviador de Caza, capacitación que deben hacer los pilotos militares argentinos para poder operar sistemas de armas como los Pampa, A-4 y, en un futuro no muy lejano, los F-16.
“El piloto general sale de la Escuela de Aviación Militar y el Comando de Adiestramiento de la Fuerza, del que dependen todas las brigadas aéreas, hace su formación específica: piloto de transporte, de helicóptero y de caza”, contó el comodoro Adrián Gustavo Del Río, jefe del Grupo 4 de Caza, unidad dependiente de la Brigada, a la hora de justificar la razón de ser de la formación pertinente a la aviación de caza que ofrece esa unidad. De hecho, el pasado legendario de esta unidad y su relevancia en la formación de este cuerpo de élite de la Fuerza Aérea Argentina es lo que convierte a la mencionada brigada en la “cuna de la aviación de caza”.
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Qué es la Fuerza-G y por qué supone un riesgo para los pilotos de caza
Otro interlocutor clave para responder la consulta fue el vicecomodoro Germán Esteban Sosa, jefe del Escuadrón I IA63 Pampa II e instructor de la Escuela de Caza. Él profundizó en las dificultades que se le presentan a los cursantes a la hora de llevar al aire todo aquello que aprendieron en tierra.
¿Qué es lo más difícil que les toca experimentar a los jóvenes pilotos? “El curso tiene muchas exigencias intelectuales, pero también físicas. Incluso, al soportar la fuerza-G, pueden sentirse mal y descomponerse. Por eso, si bien el equipo ayuda, tienen que saber cuáles son las maniobras de resistencia. Hay que anticiparse”, respondió.
Cabe señalar que la fuerza G es la medida que determina la aceleración producida por la gravedad y que requiere de un importante grado de preparación para poder manejarla. En ese sentido, los efectivos de la Fuerza Aérea saben que, cuanto más moderna y tecnológica es la aeronave, mayor capacidad de maniobrabilidad tiene y más G va a ofrecerle al piloto. Por eso, deben estar preparados para resistirla.
La fuerza G, el mayor desafío para los pilotos de caza
En la actualidad, los aviones de caza rondan las 9 G: en el aire esta fuerza se ejerce de manera vertical, de la cabeza a los pies, y provoca que el peso del piloto se multiplique según la cantidad de fuerza aplicada.
Para lidiar con sus efectos los pilotos desarrollan masa muscular (fundamentalmente en las piernas y en el abdomen) para evitar que la sangre se concentre en determinadas partes del cuerpo y descienda de la cabeza hacia el tronco inferior. Además, aplican una serie de maniobras conocidas como “Anti g Straining Maneuver” (AGSM).
Aunque, solo con eso no alcanza, el equipo que visten tiene un rol fundamental.
“Si uno pesa 80 kilos en tierra, en el aire puede llegar a los 400”
“El equipamiento que usamos está pensado para soportar las exigencias físicas del vuelo, una eventual eyección ante una emergencia y la supervivencia en el terreno, el tiempo suficiente para poder ser rescatados”, adelantó Sosa al referirse a la vestimenta que llevan al volar una aeronave de caza.
Es clave tener en claro que, en un vuelo, los efectivos reciben el impacto de la fuerza G de forma vertical. “Si uno pesa 80 kilos, puede llegar a los 400”, detallaron desde Mendoza.
En ese sentido, Sosa contó que visten borceguíes y botas de vuelo con punteras de acero para “soportar cualquier golpe e, inclusive, la caída en paracaídas tras una eyección”.
Por su parte, el buzo de vuelo es antiflama para aguantar las altas temperaturas como consecuencia de una situación de emergencia dentro del avión.
“El pantalón anti-G posee una manguera que se conecta a la aeronave y se infla a medida que uno realiza maniobras con gravedad elevada. Eso permite que la sangre no vaya a los pies y mantener el estado de conciencia de los pilotos”, aclaró. Además, si sucede una emergencia, deben estar preparados para subsistir el tiempo que lleve la búsqueda y el rescate: “Tenemos el chaleco de supervivencia que tiene un salvavidas por si uno cae en el agua y elementos como comida, agua y una radio, para ser localizados rápidamente”.
