La historia militar suele concentrarse en las operaciones más visibles, esas que quedan grabadas en fotografías, mapas y documentales. En ese sentido, pocas fechas eclipsan tanto como el 6 de junio de 1944. Mientras el mundo seguía el desembarco de Normandía, al mismo tiempo, se ponía en marcha otra misión durante la Segunda Guerra Mundial que quedó opacada por la magnitud del Día D. La Operación Jedburgh, diseñada para actuar detrás de las líneas enemigas junto a la Resistencia francesa, permaneció casi invisible durante años porque buena parte de sus archivos siguió clasificada y porque sus integrantes operaban en la absoluta clandestinidad.
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Ese nivel de secretismo hizo que su historia fuese poco conocida, especialmente en el mundo de habla hispana, donde apenas se la menciona dentro de estudios generales sobre los servicios de inteligencia aliados. Sin embargo, su impacto en la campaña de Francia fue mucho más profundo de lo que normalmente se reconoce.

Operación Jedburgh: fuerzas especiales aliadas durante el desembarco de Normandía
Alejandro Prina escribió “Operación Jedburgh: Fuerzas especiales aliadas durante el desembarco de Normandía”, una obra basada en documentos desclasificados e informes operativos originales. El libro, que se consigue en la tienda online del autor, reconstruye cinco misiones con rigor histórico y un pulso narrativo lleno de movimiento, exponiendo éxitos logrados bajo presión y fallos que casi cuestan la vida. Cada capítulo combina acción real con precisión táctica, ofreciendo una mirada directa sobre cómo actuaban estas fuerzas especiales en lo profundo de la Francia ocupada.
Además, el trabajo incorpora un dato novedoso. Durante su investigación, el autor identificó la participación de un argentino dentro de los equipos Jedburgh, un dato desconocido fuera de los archivos especializados. El libro dedica un capítulo a reconstruir su trayectoria, desde sus inicios en Buenos Aires y su larga carrera militar.
Cómo fue la misión opacada por el desembarco de Normandía
Los Jedburghs fueron unidades de operaciones especiales creadas a fines de 1943 por el SOE británico, el Office of Strategic Services estadounidense y el Bureau Central de Renseignements et d’Action de la Francia Libre, tres agencias de inteligencia que unieron esfuerzos para entrenar y desplegar equipos mixtos destinados a apoyar a la resistencia y desestabilizar a las tropas de ocupación alemanas.

Concebidas como pequeños equipos de tres o cuatro hombres especialmente entrenados, la unidad buscaba soldados temerarios de sangre fría que supiesen hablar francés y que estuviesen preparados para operar detrás de las líneas enemigas. Su exigente formación incluía instrucción intensiva en paracaidismo, combate cuerpo a cuerpo, sabotaje, comunicaciones, liderazgo y técnicas de guerra irregular, lo que los convertía en una fuerza capaz de actuar con autonomía total una vez desplegada en territorio enemigo.
Su misión era coordinar y unificar a los grupos de resistencia, organizar lanzamientos aéreos de armas y suministros, planificar y ejecutar sabotajes estratégicos, brindar capacitación militar, establecer comunicaciones seguras con el Alto Mando aliado para paralizar o entorpecer los movimientos de las unidades alemanas durante los momentos decisivos de la campaña de Francia.
El primer lanzamiento se efectuó durante la noche del 5 al 6 de junio de 1944. En cuestión de semanas, decenas de equipos operaban ya en distintos departamentos franceses y, más tarde, en los Países Bajos y Bélgica. Su misión incluía ejecutar emboscadas, sabotear líneas férreas, interrumpir comunicaciones y guiar a los partisanos franceses, quienes poseían una firme determinación para combatir, pero carecían del armamento y la instrucción necesarios.

Estas operaciones, basadas en la premisa de “atacar y desaparecer antes de que el enemigo reaccione”, aceleraron la desarticulación del control nazi en territorio francés. En total, 101 equipos fueron lanzados en zonas estratégicas, tejiendo una amplia red de acción en el territorio ocupado y logrando que, en pocos meses, miles de partisanos estuvieran en condiciones de enfrentarse a un enemigo superior y alzarse en armas.
Los responsables detrás de los Jedburghs
William Donovan y Colin McVean Gubbns fueron las dos mentes maestras que hicieron posible la creación de los Jedburghs. Donovan, héroe condecorado de la Primera Guerra y fundador del OSS, impulsó en Estados Unidos una visión revolucionaria para la época: usar inteligencia, sabotaje, propaganda y apoyo a movimientos clandestinos como un arma estratégica capaz de desgastar al enemigo desde adentro.
En tanto que Gubbins, su contraparte británica y jefe del SOE, era un oficial con una comprensión profunda de la guerra irregular gracias a su experiencia en Irlanda y Rusia; creía firmemente en entrenar y apoyar guerrillas locales para que actúen con autonomía bajo ocupación enemiga. La cooperación entre ambos unió recursos estadounidenses, experiencia británica y compromiso francés, dando forma a los Jedburghs como una fuerza tripartita única.

Al respecto, Charles de Gaulle, Winston Churchill y Dwight D. Eisenhower coincidieron en valorar la Operación Jedburgh como un componente estratégico de la campaña para liberar Europa. De Gaulle la consideró un instrumento fundamental para consolidar y legitimar a la Resistencia Francesa en la posguerra.
Churchill, por su parte, la interpretó como la expresión más lograda de su apuesta por la guerra irregular, en la que las poblaciones ocupadas podían convertirse en un frente activo; y Eisenhower, como comandante supremo aliado, comprendió que emplear a la resistencia como un arma adicional capaz de sabotear, hostigar y desorganizar la retaguardia alemana, potenciaba significativamente la eficacia de las fuerzas convencionales. Desde sus perspectivas, los tres líderes reconocieron que los Jedburghs constituían un elemento decisivo dentro del esfuerzo militar aliado.
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Si bien esta operación, que se construyó a partir de aciertos y errores propios de un experimento puesto en práctica por primera vez, su influencia terminó trascendiendo Europa y dejó enseñanzas que marcaron el camino de las operaciones especiales modernas. De hecho, varios de ellos participaron más tarde en misiones similares en Birmania e Indochina contra las fuerzas japonesas.
Entre sus figuras más destacadas se encuentran William E. Colby, futuro director de la CIA; John K. Singlaub, cuyo legado sería fundamental para el desarrollo de las fuerzas especiales estadounidenses; y Aaron Bank, veterano Jedburgh, que se inspiró en las experiencias de aquellos equipos para, años más tarde, dar forma a los célebres Boinas Verdes, las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos.




