El tiempo avanza y, con él, se lleva vidas que marcaron nuestra historia. En estos días, partió el comodoro (retirado) Tulio Felici, Veterano de la Guerra de Malvinas y oficial de la Fuerza Aérea Argentina.
Como muchos de nuestros héroes, su paso por la guerra reveló los valores y el coraje de los que estaba hecho y que, cuando la Nación argentina lo convocó para defender nuestra soberanía, no dudó en ponerlos en juego.
Con su partida, se apaga una voz de aquella gesta de 1982, pero su legado sigue vivo en la memoria -de un país y de una institución- y en los testimonios que aún resuenan como un eco de lucha por la soberanía.

“Liceísta, abanderado y un compañero ejemplar”, transmiten aquellos que lo conocieron de cerca y lamentan la pérdida de alguien que, en la vida castrense, fue más que un amigo: un hermano y camarada.
Felici, un soldado de la Fuerza Aérea Argentina
Tulio Felici fue uno de esos hombres que, frente a la hostilidad y adversidad de la Guerra, optó por resistir con un único objetivo: que la bandera argentina continuase flameando en las Islas Malvinas. Hoy nos queda el deber de recordar su historia y honrar a aquellos que, como él, lo dieron todo por la Patria.
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Desde pequeño sintió el magnetismo de ponerse al servicio de su Nación: fue al Liceo Militar “General Paz”, en Córdoba. Una vez terminada su secundaria, ingresó a la Escuela de Aviación Militar e integró la promoción 40. De hecho, fue su abanderado.
Cuando el 2 de abril de 1982 Argentina recuperó las Islas Malvinas, y promediando sus 28 años de edad, no tardó en integrar los elementos de la Fuerza Aérea que se desplegaron en el archipiélago.

“Siempre fue muy orgulloso de su familia”, el recuerdo de sus camaradas
“El vino desde el Liceo Militar, donde había hecho la secundaria, y estaba muy orgulloso de haber abrazado la carrera de las armas. Además, siempre se mostró orgullo de su familia, especialmente de su padre, suboficial de la Fuerza Aérea y mecánico de aviones. Como él, su papá había sido una persona muy inteligente y preparada”, cuentan sus compañeros.
Tulio, agregan, fue un militar ejemplar. “Siempre adelante, con sus notas. Además, muy buen compañero y querido por todos. Cuando nos costaba alguna materia, él se sentaba a explicarnos”, relata el comodoro Carlos Mazzocchi, compañero de promoción. Quien recuerda que una vez, en el casino de cadetes de la Escuela de Aviación, le preguntó qué estaba leyendo: en su juventud, él leía obras complejas, como las de León Tolstói. “Era completo en todos los temas, no solo en el militar. Incluso, era muy humano y, a pesar de su carácter firme, era condescendiente y estaba pendiente de sus subalternos. Daba el ejemplo”, cuenta.
Confiesan sus amigos que siempre hablaba de sus hijos (que también ingresaron a la Fuerza Aérea) y de nietos: “Siempre nos hacía partícipes de la vida de ellos”.
“También era muy habilidoso con la manualidades. En su casa, en Córdoba, él mismo armó la pileta. Allí, en su jardín, él izaba una bandera argentina en un mástil que tenía“, añaden.
Posiciones de defensa en el aeropuerto, un objetivo que los británicos no dejaron de bombardear
Ese mismo 2 de abril la Fuerza Aérea desplegó un Escuadrón de Tropa, conformado por dos compañías de 255 efectivos de la IX Brigada Aérea, de Comodoro Rivadavia, y de la la I Brigada, de El Palomar.
Como parte de este último elemento de combate, partió hacia las islas la Compañía de Defensa, integrada por dos secciones de tiradores: una de ellas estaba a cargo del entonces primer teniente Tulio Felici. ¿La misión inicial? Brindar seguridad al aeródromo con puestos de guardia en la planta de combustible, cabecera de la pista, torres de vuelo, entrada al aeropuerto, sala de armas y patrullado.
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¿Por qué ésta no era una función menor en el marco de la guerra?, la pista era un objetivo prioritario para los británicos. Por eso, era vital mantenerla operativa.

Para su defensa, el perímetro del aeropuerto fue cubierto con posiciones defensivas (con elementos del Ejército Argentino). Y, en puntos cercanos a la costa de Puerto Argentino, la Compañía Defensa de la FAA se distribuyó en lugares considerados de probable desembarco por parte de los ingleses.
Misión cumplida
Por entonces, la sección de Felici ocupó la posición A, en el norte de la península. Más tarde, fueron reasignados a la D, en un lugar conocido como Surf Bay: una extensa playa al sur, de unos 100 metros, que acababa en un rocoso acantilado. De hecho, a pocos metros, se ubicaron los efectivos del Regimiento de Infantería 1 “Patricios” y los del Grupo de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea.

“El estaba siempre recorriendo las posiciones y viendo las necesidades de cada uno de sus soldados“, agrega el comodoro Mazzocchi, quiene estaba con los radares en las Islas: “Nosotros pasábamos las alertas, rojas y moradas, y él las recibía de forma coordinada”.
El dato: otra de las responsabilidades que asumió la Sección de Felici, fue la de mantener la pista libre de obstáculos. Debían recoger los restos de las bombas que habían lanzado los británicos: de esa manera, los efectivos argentinos se aseguraron que los Hércules C-130 de la Fuerza Aérea -que rompieron el bloqueo inglés- pudieran seguir operando para trasladar víveres y evacuar heridos. Efectivamente, cumplieron con la misión: la pista se mantuvo operativa hasta el final de la guerra.

De hecho, tras el cese del fuego, Felici logró traer de regreso a la bandera de guerra de la Compañía (hoy, exhibida en la Escuela de Aviación). Al respecto, contaba: “La traje un poco deteriorada por la guerra, pero nunca fue entregada al enemigo”.
El trágico bombardeo al aeropuerto de Puerto Argentino
El 1º de mayo de 1982 comenzó el incesante bombardeo al aeropuerto y las posiciones de Puerto Argentino. Ese día marcó la historia de la Fuerza Aérea Argentina: fue su bautismo de fuego, ni más ni menos que con un enemigo que los duplicaba en medios, no así en coraje y compromiso.
Para Felici y su gente, aquella fue una fecha bisagra: mostraron de qué estaban hechos y redoblaron la apuesta. A partir de ese instante, y ante cada ataque británico, sostuvieron la defensa de aquel rincón argentino con sangre, coraje y determinación.
Fue entonces que, uno de esos bombardeos ingleses, un Avro Vulcan, dio de lleno en una de las posiciones de la sección de Felici. Uno de sus soldados cayó bajo el fuego enemigo. Felici no lo dejó solo: lo sostuvo firmemente entre sus brazos hasta su último suspiro. Ese momento lo marcó para siempre, pues nunca dejó de lamentarlo.
“Es mentira que el soldado no llora. Esa noche, en la oscuridad de la trinchera, yo lloré a mi camarada caído”, recordó el comodoro en una charla en la Escuela de Aviación de la Fuerza Aérea.
No fue su único recuerdo: “También vi llorar a mis hombres el 14 de junio en Malvinas”. A propósito de sus soldados, en aquel evento en el instituto de formación de la FAA, Felici subrayó que estaba orgulloso de ellos pues, para él, no tenían nada de “chicos de la guerra”: lo habían dado todo y jamás se acobardaron frente al enemigo.