Luego de las declaraciones cruzadas entre Donald Trump y Vladímir Putin, Estados Unidos dio un paso decisivo en la realización de ejercicios nucleares. La Fuerza Aérea puso a prueba su misil balístico intercontinental (ICBM), el Minuteman III, diseñado para portar hasta tres ojivas nucleares independientes, aunque actualmente opera con una sola.
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El ensayo, que no incluyó carga nuclear, buscó verificar la precisión y fiabilidad del sistema, así como enviar un mensaje político en un contexto de crecientes tensiones. Este es el único misil de largo alcance terrestre operativo de Estados Unidos, y constituye una pieza esencial en su estrategia de disuasión nuclear.
La prueba del Minuteman III en medio de las crecientes tensiones nucleares globales
El ensayo, conocido como “GT 254”, fue realizado desde la base Vandenberg, en California, como parte de una serie de pruebas programadas bajo la supervisión del Comando de Ataque Global de la Fuerza Aérea (AFGSC).
El lanzamiento consistió en el disparo de un misil sin carga explosiva hacia el atolón de Kwajalein, en las Islas Marshall, con el objetivo de evaluar su rendimiento balístico. El Pentágono lo calificó como una operación rutinaria, pese a las declaraciones del presidente que confirmaron la reanudación de los ensayos nucleares, suspendidos desde 1992.
Esta polémica decisión se produjo luego del ensayo del torpedo submarino Poseidón por parte de Rusia. Ante ello, Estados Unidos respondió de manera contundente al afirmar la posibilidad del reinicio de ejercicios nucleares, lo que fue seguido por una serie de comentarios de Vladímir Putin que reavivaron las tensiones y el debate sobre la reactivación de la actividad nuclear.

Así, el lanzamiento del Minuteman III funcionó como un mensaje de poder y advertencia, dirigido tanto a Rusia como a China, los dos países con mayor arsenal nuclear junto a Estados Unidos. Según la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS), el Kremlin ocupa el primer lugar, seguido por Washington y, en tercer puesto, el gigante asiático.
En términos militares, el Minuteman III simboliza la capacidad de respuesta inmediata de Estados Unidos ante cualquier ataque nuclear. Su sistema de lanzamiento permite ser activado en cuestión de minutos desde los centros de control subterráneos, garantizando un contraataque automático en caso de agresión. Esta lógica, que responde al principio de “destrucción mutua asegurada”, sigue siendo la base de la estabilidad nuclear global desde mediados del siglo XX.
Minuteman III: el misil más longevo del arsenal estadounidense
El proyectil fue desarrollado a fines de los años sesenta con la compañía Boeing como una evolución de los modelos anteriores.
Entró en servicio en 1970 y se convirtió en el primer misil balístico intercontinental de Estados Unidos capaz de transportar múltiples ojivas nucleares independientes. Cada una podía dirigirse a un objetivo distinto, lo que multiplicaba su poder destructivo. Sin embargo, tras los tratados de control de armas estratégicas, el país redujo esa capacidad y, actualmente, los misiles operan con una sola ojiva por unidad.

Su estructura consta de tres etapas de propulsión sólida, un diseño que garantiza rapidez de encendido y menor mantenimiento en comparación con los misiles de combustible líquido. El sistema de guía inercial, constantemente actualizado, le otorga una precisión de unos 120 metros de margen de error, un nivel de exactitud sorprendente para una tecnología desarrollada hace más de medio siglo.
Sus mejoras continuas explican por qué, a pesar de su antigüedad, el Minuteman III sigue siendo altamente confiable dentro del arsenal nuclear estadounidense. Sin embargo, muchos de los sistemas que lo sustentan son de los años setenta, lo que obliga a constantes reemplazos de componentes y modernizaciones para extender su vida útil hasta al menos 2030.
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En la actualidad, el Minuteman III es el único misil intercontinental terrestre operativo de Estados Unidos. Se encuentra desplegado en unos 400 silos reforzados distribuidos principalmente en los estados de Wyoming, Dakota del Norte y Montana, donde son monitoreados y controlados desde centros de lanzamiento subterráneos.
En paralelo, la Fuerza Aérea avanza en el desarrollo del LGM-35A Sentinel, el misil que reemplazará a la actual generación. El nuevo sistema promete mejoras en precisión, seguridad cibernética y resistencia frente a ataques enemigos, pero su elevado costo generó críticas en el Congreso y entre sectores pacifistas.




