Durante una charla en la Universidad de Congreso en Mendoza, Jorge Manresa, veterano de Malvinas, compartió su testimonio de lo ocurrido en el combate de Darwin. En la actualidad, el ex coronel oficia como docente en la Escuela Militar, impartiendo no solo su conocimiento, sino su relato en primera persona de lo que fue su participación en la gesta de Malvinas.
En diálogo con DEF, revivió algunos de esos momentos, pero también reflexionó sobre lo que fue su regresodel conflicto, cómo atravesó los años posteriores y, sobre todo, cómo fueron sus sentimientos al respecto.
- Te puede interesar: La mujer que trajo el F-16: hija de un veterano de Malvinas, quiso ser militar y cumplió su sueño en la Fuerza Aérea
-¿Cómo fue el combate de Darwin y tus sensaciones esos primeros días?
Fue un combate muy intenso. Llegué a la zona de Darwin el 29 de abril. Nuestra misión era brindar seguridad a la base aérea de Pucará y actuar como reserva estratégica del puerto argentino. Al día siguiente, la flota inglesa atacó Darwin y destruyó varios aviones Pucará en tierra. Ahí tomamos verdadera conciencia de que la guerra había comenzado.
-¿Cuánta preparación tenían los soldados?
Los soldados tenían muy poca preparación, recientemente incorporados, sin instrucción suficiente. Cuando llegamos a Malvinas, alguien nos dijo que no nos preocupáramos, que no iba a haber guerra. Pero el 1 de mayo, ya estábamos en conflicto abierto. A partir de ahí, empecé a construir posiciones al este del Istmo de Darwin con herramientas improvisadas, porque se habían roto las palas y picos. Cavamos con sables, bayonetas y jarros.

– ¿Cómo fue para vos el regreso de la guerra y la transición a tu vida como docente y transmisor de Malvinas?
Fue muy duro. Pasaron más de 20 años hasta que pude hablar de Malvinas. No sabía por qué, pero mi familia y mis amigos respetaron ese silencio. Cuando pude empezar a hablar, entendí que todo lo que había vivido había afectado mi cabeza, como pasó con muchos veteranos.
Después de Vietnam, los norteamericanos sacaron muchas conclusiones sobre el estrés postraumático, los suicidios, las adicciones. Volvimos a nuestros regimientos como si hubiésemos salido de paseo. Nadie nos ofreció ayuda. Yo quedé viudo en 1995, tenía cinco hijos, y ni el médico del regimiento ni ningún familiar me dijo “¿no querés hablar con un profesional?”. Hoy, cualquier síntoma aparece y mis hijos van al psicólogo. Pero en esa época era mala palabra.
– ¿Cómo responden los cadetes cuando hablás con ellos sobre el conflicto?
Con mucho respeto y atención. Están ávidos por saber, porque van a ser oficiales y quieren entender qué pasó. Trato de vincular todo con lo que dice la doctrina militar y les doy ejemplos de Malvinas para que vean lo que funciona y lo que no. Pero sobre todo, les digo que no les voy a mentir. Porque si les miento en una cosa, todo lo demás pierde valor. No se trata de deprimirse, sino de aprender de los errores. Si todo hubiera sido perfecto, entonces, ¿por qué perdimos?
– ¿Qué sentiste el día de la rendición?
Sentimientos encontrados. Por un lado, alegría de estar vivo. Pero también una gran tristeza de haber quedado vivo cuando muchos de mis soldados no. Era el jefe de compañía, si bien no los había instruido, fui responsable de conducirlos y fue en condiciones precarias: sin medios de comunicación, sin visión nocturna, atacados de noche. Fue muy difícil.
– ¿Qué errores tácticos recordás como los más graves?
Un ejemplo claro: un general desde Puerto Argentino ordenó avanzar cuatro kilómetros en el combate de Darwin. El jefe de regimiento cumplió la orden sin cuestionarla, aunque eso era caer en una olla táctica. El lugar no se podía defender. Habíamos trabajado bien otras posiciones, teníamos un campo minado que los ingleses no podían atravesar cuerpo a tierra. Si se defendía bien, les hubiera costado el triple avanzar.

– ¿Qué lugar ocupa hoy Malvinas en tu vida docente?
Ocupa un lugar central. Cuando enseño operaciones defensivas o mando, siempre uso ejemplos de Malvinas. Les pido a los cadetes que sueñen con ser héroes, pero siendo normales. No intentar ser “Rambo” un día y una alpargata el resto del año. Cumplir todos los días con lo que les toca, eso los hace grandes.
– ¿Cómo ves hoy al Ejército argentino?
Yo ya estoy retirado hace tiempo, pero sigo convencido de que las Fuerzas Armadas deben ser una herramienta de la política exterior. Ningún país es tomado en serio si no tiene con qué respaldar sus palabras. Estados Unidos, Francia, Inglaterra, todos tienen fuerza militar como respaldo diplomático. Nosotros también necesitamos eso.
– Como docente, ¿cuál es el mensaje que querés dejarles a las nuevas generaciones sobre Malvinas?
Que Malvinas fue una hazaña de corazones enormes y almas generosas. Y que la patria se construye haciendo lo ordinario en forma extraordinaria. Eso es lo que les digo a los cadetes: sean buenos hijos, buenos padres, buenos hermanos, buenos estudiantes, buenos profesionales. Es la única forma de dejar de ser una criatura corriente y empezar a ser hacedores de una patria mejor. Hay que dejar de mirarse el ombligo y pensar de forma más generosa.