En estos últimos días, la Fuerza Aérea Argentina (FAA) fue protagonista en los cielos patagónicos. En Bariloche, las aeronaves IA-63 Pampa y Hércules C-130 vibraron sobre el lago Nahuel Huapi. ¿El motivo? La presentación del Mirage III que peleó en Malvinas y que, desde septiembre de este año, se erige a pocos metros del nuevo museo de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur.
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Paralelamente, a pocos kilómetros, en la ciudad de Loncopué (Neuquén), cientos de hombres y mujeres, con sus tradicionales buzos de vuelo y parches, se trasladaron desde distintos puntos del país para realizar una actividad vital para la soberanía argentina: el ejercicio “Glaciar”.

¿El motivo de su relevancia? Cada vuelo, aterrizaje y maniobra son un examen extremo para los aviones Hércules C-130, Saab 340 y Twin Otter, los helicópteros Lama y Bell 407, y las tripulaciones de la Fuerza Aérea que se despliegan en esa parte del mundo. El desafío no es menor: deben operar en el continente más hostil del planeta, donde el viento se convierte en enemigo y el frío en un obstáculo mortal. Por eso, el adiestramiento debe ser quirúrgico. No existe margen de error, porque de la precisión de estos hombres y mujeres depende la vida de quienes sostienen la presencia argentina en la Antártida.
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Justamente, esta cobertura de DEF podrá informar, pero nunca transmitir el sacrificio que hacen quienes, año tras año, deciden dejar la comodidad de sus hogares (y de este continente), para trabajar bajo un clima que se convierte en un campo de batalla en el que la naturaleza dicta las reglas, la incertidumbre de lo desconocido y las distancias infinitas. Mientras el lector recorre esta nota, en este preciso momento hay un helicóptero de la Fuerza trasladando víveres, un meteorólogo precisando los datos del tiempo y una decena de efectivos preparando la única pista aérea que opera durante todo el año, la de Marambio. Es esta institución la responsable de que algunos de nuestros mejores científicos no queden aislados y que las bases continúen funcionando.

Estas palabras hablan del compromiso de una profesión que no es apta para cualquiera. Y, en realidad, todo se reduce a una sola cosa: la vida. Justamente, fue en Bariloche que un héroe de Malvinas, piloto de Mirage III en 1982, dijo a DEF: “El papel que hizo la Fuerza Aérea es el que nos ordenaron. Nosotros estábamos convencidos de que teníamos que cumplir un juramento: morir por la patria”. Desde Loncopué, los efectivos se adueñan y reivindican estas palabras y explican el motivo de semejante promesa: lo hacen para que los argentinos puedan vivir en un país libre y soberano.
Los detalles del ejercicio “Glaciar”, una actividad clave para la soberanía
A casi 2.000 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la pista aérea de Loncopué -una ciudad próxima a Caviahue, en la provincia de Neuquén– se prepara para recibir aeronaves, algo no muy usual en ese punto del país. La terminal de pasajeros revive y, durante cerca de 10 días se transforma en el centro de operaciones de uno de los ejercicios más importantes que tiene la Fuerza Aérea: el “Glaciar”.

A cargo de la actividad, el comodoro mayor Gonzalo Toloza: “Nos encontramos a 25 millas náuticas de Caviahue (45 kilómetros aproximadamente) con el propósito de instruir y adiestrar a las tripulaciones aéreas y al personal de apoyo de vuelo en procedimientos semejantes a los que van a tener que aplicar cuando tenga que cumplir funciones de la Antártida”.
Un dato que consignan desde Neuquén: una elevación de Caviahue tiene condiciones muy parecidas a las de la Antártida, eso les permite simular los lugares de aterrizaje. Además, en ese mismo punto está el personal del Comando Conjunto Antártico con los hombres y mujeres del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea que participarán de la próxima campaña en el continente blanco.

En palabras de Toloza, son varias las misiones que la Fuerza busca perfeccionar con la actividad en Neuquén: lanzamiento de carga, procedimientos de abastecimiento aéreo, rescate y búsqueda de personal, evacuación sanitaria y la interoperabilidad entre los distintos sistemas de armas. El objetivo final es que los equipos puedan actuar, sin inconvenientes, en un entorno de turbulencia y fuertes vientos.
El detalle: las actividades que se realizan en Neuquén requirieron un minucioso trabajo logístico previo, no solo del Comando de Adiestramiento y Alistamiento de la Fuerza, sino también de las distintas brigadas aéreas que tiene el país para que, una vez en Loncopué, las aeronaves y efectivos puedan trabajar sin necesidad de regresar a los centros urbanos en busca de provisiones o, por ejemplo, combustible aeronáutico.

Un valor agregado de esta edición del ejercicio: fue la primera vez que participó el helicóptero Bell 407, una aeronave de reciente adquisición empleada por el Escuadrón de Búsqueda y Rescate en Alta Montaña de la Fuerza Aérea
“La idea es ser lo más autosuficientes posible”, aclararon. ¿La razón?, llevar el entrenamiento a una situación lo más parecida a la realidad.
Además, el vicecomodoro Diego Fernando Almirón, vicedirector del “Glaciar”, brindó más datos del detrás de escena de la operación: “En este lugar lo difícil de desplegar es la logística, un punto fundamental para el desarrollo de las actividades. La Fuerza Aérea se trasladó con más de 100 efectivos y tuvimos que traer aeronaves, comunicaciones, grupos electrógenos, el servicio técnico, la guardia e, incluso, vehículos. El detalle es que en esta zona no contamos con brigadas aéreas que nos puedan apoyar. Por eso, lo más importante que hay que señalar es el apoyo que nos dio la provincia de Neuquén”.

La palabra del brigadier Valverde: “No podemos equivocarnos”
“Para este tipo de tareas nos alejamos de nuestras bases para integrar los distintos sistemas y especialidades que tiene la Fuerza Aérea y cumplir una tarea particular: simular las condiciones en las que se opera en el continente blanco con los medios y el personal que se despliega la Antártida”, sostuvo el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier mayor Gustavo Javier Valverde, quien se trasladó a Loncopué junto con el secretario de Asuntos Internacionales para la Defensa, Juan Battaleme.
En palabras de la máxima autoridad de la institución, uno de los aspectos más relevantes es que, tras la actividad, se pueden obtener lecciones aprendidas que, en definitiva, son las que impactan en la organización: “Eso es lo que nos enriquece y es lo que nos permite tener la flexibilidad y versatilidad que caracteriza a la Fuerza”.

“Son ustedes quienes le ponen el corazón a la operación. Se tienen que sentir orgullosos de pertenecer a esta institución y de las tareas que llevan adelante. Sé que cuando uno viene acá se tiene que despojar de todas esas responsabilidades que tiene uno en la familia, pero eso es lo que necesitamos: que tengan la cabeza puesta en lo que estamos haciendo, porque acá no podemos equivocarnos. Por eso, les agradezco la dedicación, el esfuerzo y el profesionalismo ”, les dijo Valverde a los hombres y mujeres que participan del “Glaciar.
Además, antes de retirarse de la zona de operaciones, arengó a los efectivos: “Sigan comprometidos. El país los necesita. No olvidemos nunca de dónde venimos y hacia dónde vamos. Avancen, prepárense, estudien y capacítense, pero no pensando en cada uno, sino en lo que ustedes les van a dejar y en los que vienen detrás. Llevamos más de 113 años, y van a venir muchos años más. Sigan trabajando así y disfrutando esto. Los felicito”.

¿Por qué es difícil operar en la Antártida?, los desafíos de despegar y aterrizar en el hielo
Uno de los desafíos más complejos para el personal de la Fuerza es el señalamiento de zonas de aterrizaje sobre una superficie nevada, una tarea que es realizada por los comandos que integran el Grupo de Operaciones Especiales de la Fuerza.
Desde Neuquén, el mayor Hernán Bornices, uno de los responsables del ejercicio “Glaciar” es contundente: “El desafío radica en la hostilidad del clima y en la dificultad de encontrar un área apta para que operen las aeronaves (que deben descender en un glaciar). Por eso, previamente, tienen que hacer un reconocimiento del lugar e identificar un punto sin piedras, grietas o irregularidades. Es una actividad muy compleja, por eso también contamos con el apoyo de un glaciólogo del Instituto Antártico Argentino para que nos brinde información sobre el espesor del hielo, sus capas y el estado. Eso va a ayudar a definir si ese punto puede resistir un aterrizaje.

Asimismo, Bornices contó que el personal médico militar también se integró al trabajo de las tripulaciones para realizar evacuaciones y traslados y habituarse a hacerlo en ambientes hostiles. En este caso, dos profesionales que se trasladaron desde Comodoro Rivadavia junto a un equipo de enfermeros.
“El escenario antártico es muy complejo en materia climatológica y geográfica. Por eso necesitamos simular las condiciones en las que se opera. A los pilotos, esta actividad nos permite tomar herramientas y lecciones relacionadas con el aterrizaje en superficies nevadas, donde además hay que actuar con poca visibilidad. En el “Glaciar” podemos evaluar las condiciones y ejecutar, en forma completa, el ciclo de toma de decisiones”, añadió.

Ayuda desde el aire, así se vivió el lanzamiento de carga desde el Hércules C-130
DEF fue testigo de un movimiento clave en la zona de trabajo, precisamente en Caviahue: el lanzamiento de una balsa desde un Hércules C-130 en el lago Agrio (uno de los pocos espejos de agua de formación natural y de origen glaciar que existen en el mundo).



La acción se realizó junto a los buzos que el Comando Conjunto Antártico desplegará en el continente blanco. ¿La situación planteada? Un incidente en las heladas aguas de la Antártida encendió las alarmas y se convocó a la Fuerza Aérea Argentina para colaborar en el rescate de los camaradas.

En pocos minutos, el Hércules se preparó y, con un vuelo bajo y preciso, la imponente aeronave de la Fuerza Aérea abrió sus compuertas y liberó la balsa.
¿Qué responsabilidad tiene la tripulación de la aeronave en este tipo de misiones? “Cuando se lanza una carga, se abren los paracaídas y esa carga empieza a navegar con el viento. Entonces, hay que lograr que caiga donde se precisa. Porque, en el caso de que una persona haya caído al agua en la Antártida, si la carga cae a 300 metros de ese efectivo, no podremos salvarlo”, respondió a DEF el brigadier Aníbal Leiva, comandante de Adiestramiento y Alistamiento de la Fuerza Aérea.

Asimismo, el oficial contó que, arriba del avión, un navegador se encarga de hacer los cálculos manuales y, además, hay sistemas automáticos que colaboran en el lanzamiento. Una tarea que, además, también deben realizar cuando saltan los paracaidistas militares desde los aviones. “Por eso practicamos estas cosas. Es necesario que la tripulación sepa lo que tiene que hacer en estos casos, sobre todo cuando se trata de llevar ayuda. Recuerdo que, tiempo atrás, el rompehielos no pudo llegar a la Base Belgrano II, entonces nuestras aeronaves debieron lanzar una carga con víveres. En aquella oportunidad no se hizo sobre el agua, sino sobre el hielo”, concluyó.