¿Quién es el general de división Oscar Santiago Zarich, el militar designado para conducir al Ejército Argentino? En palabras del nuevo ministro de Defensa, teniente general Carlos Alberto Presti, es un soldado y un líder. “Siempre primero, dando el ejemplo, sacrificado, austero y predispuesto para la acción”, dijo el ministro de Defensa sobre su sucesor.
Al respecto, cabe recordar que Presti es el primer militar elegido en democracia por el presidente de la Nación, Javier Milei, para conducir la cartera que conducía Luis Petri.
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Sobre Zarich, hay dos actos concretos que hablan por él. Por un lado, en su primer discurso como jefe del Ejército, tomó el micrófono y comenzó por agradecer: mencionó a su esposa e hija, compañeros y amigos, a los veteranos de la guerra de Malvinas y, fundamentalmente, a sus padres por haberlo formado en los valores de un “ciudadano de bien”.
¿Y por qué ese detalle es relevante? Para un verdadero soldado, no hay nada más importante que la Patria, y esta se encuentra íntimamente ligada al suelo que habitaron nuestros padres, un vínculo inquebrantable que se remonta a nuestras raíces. Ya lo dijo Santiago de Liniers cuando, hace más de 200 años, emitió la proclama que convocaba a los nacidos en estas tierras para defenderlas de la invasión inglesa y explicaba que ese acto de presencia sería “para asegurar la quietud tranquila de vuestros hijos”.
A propósito: tras ese documento de 1806, nacieron los Patricios, regimiento en el que tanto Zarich como Presti prestaron servicio. No solamente existe ese denominador común entre ambos oficiales, también son compañeros de promoción del Colegio Militar de la Nación (de la 118), son del Arma de Infantería (las tropas que, en el combate, le ponen el cuerpo a la primera línea y al contacto directo con el enemigo) y, además, comandos (fuerzas especiales).

El segundo acto concreto que confirma las palabras de Presti sobre Zarich está a simple vista: en la ceremonia –entre el bronce de los sables y los llamativos distintivos de los uniformes militares–, al nuevo jefe del Ejército se le pudo ver un rosario blanco y de plástico alrededor de su cuello. Un detalle que habla por sí solo: una versión simple y económica. Allí puede haber algo de esa austeridad mencionada por el teniente general Presti.
Ahora, el lugar elegido para el diálogo con DEF exhibe una pintura, de grandes dimensiones, del general José Francisco de San Martín. Ese militar argentino dejó una frase que, más que un pensamiento, es un legado que, en Zarich, sigue vigente: “Los soldados de la Patria no conocen el lujo, sino la gloria”.
Zarich: “Ser soldado no es solo portar un uniforme”
-¿Cómo vive este momento en su carrera?
-Con mucho orgullo, satisfacción y responsabilidad. Mucho más aún, sabiendo que quien me entregó el mando dejó a la Fuerza en mejores condiciones de las que él supo encontrarla, no porque antes se hayan hecho las cosas mal, sino porque justamente se trata del ciclo virtuoso de construir sobre lo ya concretado. En lo personal, constituye una honra que el teniente general Presti haya depositado su confianza en mis competencias profesionales y cualidades personales.

-Él lo definió como un soldado, ¿usted se ve así?
-Creo que todos nos vemos como soldados, porque nos sentimos como tales. Esa pregunta la pueden responder mejor quienes prestaron servicio junto a mí, o sea, mis subordinados.
Considero que esa es la mejor imagen que puede y debe brindar un jefe de Estado Mayor o cualquier oficial o suboficial frente a sus subalternos. Ser soldado no es solo portar un uniforme como signo distintivo, es un estilo de vida: es vocación de servicio, es entrega sin limitaciones al régimen del servicio, es tener sentido de la dignidad y de la autoridad, y, también, es disciplina.
-Egresó del Colegio Militar en el año 1987 y, previamente, fue cadete del Liceo “General Belgrano”. ¿Se imaginó alguna vez que llegaría a este punto?
-El Liceo fue una etapa previa, un lugar donde descubrí y comencé a desarrollar un mayor interés por la vida militar. Allí fue configurándose un determinado perfil de mi personalidad, que finalmente terminó fortaleciéndose en mi egreso, para luego ingresar al Colegio Militar de la Nación. Nos incorporamos al Ejército -como a cualquier otra Fuerza- porque nos atrae la acción. Creo que en cada uno de nosotros existe un guerrero por descubrir.
Cuando nos incorporamos vamos cumpliendo etapas sin pensar a largo plazo. Primero querés egresar como subteniente para liderar una fracción de hombres y mujeres. Más tarde -con otras jerarquías- se abren nuevas posibilidades. Ahí es cuando empieza la búsqueda de perfeccionamiento y se trabaja para obtener oportunidades. Es decir, hay que ir por ellas. En ese sentido, creo que nadie, al ingresar a la Fuerza, lo hace pensando en ocupar un puesto relevante. Solo el tiempo, la oportunidad y la idoneidad profesional demostrada te van ubicando en el lugar correcto. Si uno se ocupa del futuro, desperdicia el presente. Por eso, opto por vivir intensamente el día a día.

-¿Esperaba que, en esta oportunidad, la recompensa viniera de parte de un compañero de promoción del Colegio Militar?
-Jamás imaginé que esto podría llegar a suceder. Creo que estamos ansiosos por brindar lo mejor de nosotros, porque -así como dijo el teniente general Presti- considero que esta es una oportunidad única, y la vamos a aprovechar.
General Zarich: “Ante una situación problemática, todo subalterno necesita una respuesta”
-¿Qué es lo que tiene que conocer y valorar el ciudadano argentino del Ejército que tiene?
–Nuestra entrega y predisposición para la acción. Después, somos ciudadanos comunes, atravesados -como cualquier otro- por la coyuntura del país. La única distinción es el uniforme que nos identifica y los valores institucionales que pregonamos. Creo que nuestro valor agregado es estar dispuestos a la acción en todo momento y en todo lugar cuando nos necesiten, en tanto y en cuanto el apoyo requerido esté dentro de nuestras propias competencias; algo que está bien delimitado por la Ley de Seguridad Interior, la de Defensa y sus decretos reglamentarios respectivos.
-Tuvo varios destinos dentro del Ejército, ¿cuál es el que más lo marcó y por qué?
–La Antártida. “Inverné”, como decimos en la jerga, junto con 21 integrantes más en la Base San Martín durante un año, sin posibilidad de regresar al continente, lejos de los afectos y en una época en la que no existía la virtualidad.
Uno siente mucho el aislamiento y es ahí donde terminé de consolidar las técnicas y los procedimientos para el ejercicio del mando. Fue una experiencia inolvidable y única. Eso me marcó. Más allá del entorno natural que tiene la Antártida, convivir con un grupo de hombres -compartiendo alegrías (a veces tristezas), el aislamiento y la incertidumbre- de alguna manera te enseña a encontrarte con vos mismo. A ese encuentro unipersonal los soldados lo llamamos “la soledad del mando”.

-¿Cómo sería eso?
-Es la reflexión profunda antes de tomar cualquier decisión, despojado de toda emoción negativa. Es análisis crítico. Es fortaleza espiritual. Es experiencia aplicada a la realidad. Y a veces, la mayoría de ellas, es resolver situaciones complejas, fuera de todo manual. Luego, el sentido común, el criterio, la templanza y el criterio de justicia suman. Porque, ante una situación problemática, todo subalterno necesita una respuesta. Para eso estamos quienes nos desempeñamos como jefes: para dar respuestas. Esto genera confianza en toda la organización, y logra la lealtad entre sus integrantes.
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-Hoy le toca liderar a miles de ellos…
-Bueno, el liderazgo va cambiando de acuerdo con la jerarquía y los roles. Esto necesariamente no significa un alejamiento de la gente, por el contrario: al ocupar puestos de mayor relevancia dentro de la Fuerza, la responsabilidad aumenta. Ello te da la posibilidad de transformar de manera virtuosa la vida de tus subordinados.
De eso se trata el mando: transformar la vida y las organizaciones para bien. Entonces, se lidera desde otra posición. De hecho, ese contacto personal que antes existía hoy se logra a través de la confianza depositada en los distintos jefes subalternos, cada uno de ellos manda en sus niveles de conducción o mediante visitas de supervisión programadas y no programadas.
Temas prioritarios en el Ejército Argentino
-Como comandante de Adiestramiento y Alistamiento del Ejército buscó llevar adelante varios ejercicios militares. Uno de los últimos, el “Libertador”, supuso un gran despliegue de medios. ¿Será su sello en esta gestión?
-Es el sello de siempre. Un Ejército en acción, presente, cerca de la gente, y con capacidad de desplazarse rápidamente empleando diferentes medios de transporte, como fue el ferrocarril. En ese sentido, este último fue una herramienta de mucha ayuda, ya que nos permitió el movimiento de una gran cantidad de personas y vehículos a menor costo y con una reducción significativa del riesgo.
En ese orden, vamos a continuar con esta idea de trasladar grandes volúmenes de efectivos, en el menor tiempo posible y a lugares muy distantes. Este es nuestro mensaje estratégico: llegar a cualquier punto del país, en escaso tiempo, con una fuerza importante, para causar un daño considerable a quien se atreva a vulnerar nuestra integridad territorial.

-¿Cuál es su prioridad inmediata a partir de este momento?
-Hay dos ideas que conducen o que guían el accionar de todo jefe: el cumplimiento de la misión y el bienestar del personal. Ahora bien, todos sabemos que la familia militar en su conjunto, y yo formo parte de ella, está atravesando momentos difíciles. Pero también quiero señalar que se están pensando herramientas para revertir esta situación. Hoy nos encontramos en pleno proceso de recambio de autoridades y, en tal sentido, quienes asumimos nuevos roles estamos organizando nuestros equipos de trabajo para retomar el control de las agendas que ya se encontraban en curso.
A partir de la rápida evaluación de la situación, tengo la plena seguridad de que la coyuntura que nos atañe comenzará a revertirse paulatinamente. En esta línea de acción, el ministro de Defensa tiene en agenda las dos prioridades más importantes que todos conocemos: solucionar la salud asistencial para el personal militar y su familia, y generar los mecanismos necesarios para lograr mejores ingresos.
Entre las responsabilidades de un jefe militar y la coyuntura
-¿Cómo se hace para mantener la motivación de permanecer en la Fuerza hasta que eso se solucione?
–Con vocación y depositando confianza en los superiores. Los que alcanzamos la máxima jerarquía somos la prueba fehaciente de que se puede permanecer en la Fuerza si se mantiene firme la convicción vocacional, porque alguna vez egresamos como subtenientes y porque el camino transitado nunca fue fácil.
En mi caso particular, prioricé ser feliz haciendo lo que más me gusta, manteniéndome firme en mi vocación militar. Creo que la vida se trata de eso: ser feliz con lo que uno es, siente profundamente y con lo que uno hace. En este sentido, la Fuerza me dio grandes oportunidades y las aproveché. Así como, personalmente, logré cumplir con mis propias expectativas, cada integrante de la Fuerza tiene a disposición las mismas oportunidades. El futuro a construir está y depende de cada uno de los integrantes de la Fuerza. Mientras tanto, los jefes debemos crear las condiciones para que eso suceda, en eso estamos ocupados.
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-¿Qué piensa cuando le plantean la gran cantidad de bajas del personal?
-Que quienes abandonaron las filas del Ejército ya optaron por su camino. Mi preocupación, de aquí en más, gira en torno a los que eligieron permanecer. Trabajamos para que no haya más bajas. La sola presencia de los oficiales y suboficiales más antiguos es el fiel testimonio de que se pueden alcanzar los objetivos personales y profesionales.
-Al asumir habló del equipamiento: mencionó las adquisiciones realizadas por el teniente general Presti y contó que iba a sumar más material.
-Se trata de un camino virtuoso que no se va a detener. Incluso, se va a profundizar y consolidar. Contaremos con mayor cantidad de vehículos, equipos de comunicaciones y tecnología aplicada, como drones y armas de precisión de diferentes calibres. La idea es hacerlo de una manera sistémica, potenciando lo que el exjefe del Estado Mayor, hoy ministro de Defensa, denominó “núcleos de modernidad”. Vamos por eso, avanzando a paso firme.
En ese sentido, la Brigada con asiento en la provincia de La Pampa será la que recibirá los nuevos vehículos 8×8 Stryker. Allí es donde pondremos nuestro mejor esfuerzo de recursos humanos y materiales.

-¿Cómo ve la designación de un militar frente al Ministerio de Defensa?
-Es muy positivo. Primero porque tengo una mirada particular sobre lo que constituye y tiene bajo su responsabilidad el Ministerio de Defensa, que no es ni más ni menos que elinstrumento militar. Es decir, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada, junto con el Estado Mayor Conjunto. Entonces, para esa conducción, nada resulta mejor que un militar. En ese orden, el actual titular de la cartera va a cumplir con las órdenes y las directivas que emanen del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas (que es el presidente de la Nación, Javier Milei).
En cuanto a la designación del teniente general Presti como ministro de Defensa fue, sin duda, una decisión tomada a partir de su meritoria trayectoria profesional, avalada por una sólida formación académica nacional e internacional, una robusta experiencia en gestión y administración de grandes organizaciones y su visión estratégica, acompañada por más de 40 años de consagración al servicio de la Nación. En conclusión, todo ello lo hace alguien digno para llevar adelante esta función.
-A modo personal, ¿qué espera usted de su gestión?
–Que me recuerden como un soldado. Las obras, como los hombres, pasan, y de nosotros solo quedará el recuerdo de lo que fuimos. Eso representa la mejor herencia que pueda dejar.
Y cuando decimos “soldado”, volvemos al principio de esta entrevista, ya que ser soldado es un estilo de vida que merece ser vivido con plenitud.
Una historia personal marcada por el sacrificio y el esfuerzo de padres y abuelos
-Agradece y menciona en reiteradas ocasiones a sus padres…
-Cuando hablamos de valores en la Fuerza, obviamente involucran los que cada uno trae desde su hogar. Porque cuando nos incorporamos en los institutos de formación, lo que allí hacemos es sumar los valores institucionales a los que uno ya trae consigo, inculcados por padres y abuelos. Allí es donde los primeros se magnifican, formando una verdadera sinergia con los valores institucionales.
En ese sentido, así como nuestros padres nos enseñan a vivir como personas de bien, la escuela nos instruye y la Fuerza nos forma militarmente para conducirnos como dignos herederos de nuestros máximos próceres de la Patria.
-¿Sus padres pudieron ser testigos de este momento de su carrera?
-Mi padre ya falleció y mi madre, que vive en el interior del país, no pudo estar presente, aunque tampoco estuvo ajena. Ella es consciente de lo que significa esto para mí y, por ende, para ella. No quiero dejar de mencionar a mi abuelo, un italiano que llegó al país con 8 años. Mi nono murió a los 90 años, tan solo sabiendo escribir su nombre y apellido. Yo, su nieto, hice una carrera académica en la enseñanza pública y llegué al puesto que hoy dignamente ocupo. Entonces, debo decir que, sin que él lo haya imaginado, hizo muy bien su tarea y que su esfuerzo no fue en vano. Así, tal cual mi historia personal, el Ejército está plagado de relatos similares de sacrificio y esfuerzo de padres y abuelos. Por ello, debemos honrarlos rindiéndoles tributo cada día, convirtiendo cada jornada en algo único y extraordinario.
Entre las oportunidades y el deber de un soldado
-¿Qué le puede decir a un hombre o una mujer militar que, en este momento, está dudando si continúa en la Fuerza?
-Al que está en el Ejército, que perdure e insista: que no se deje avasallar por la coyuntura. Que confíen en sus jefes. Que se pueden alcanzar las oportunidades que se les brinda y que solo ellos pueden ir por ellas. Obviamente, esto requiere de esfuerzo, sacrificio y, por sobre todo, tiempo para persistir. Pero, al final del camino, habrá valido la pena.
-Lleva un rosario blanco deplástico alrededor de su cuello, ¿por qué?
-Primero porque soy católico y devoto de la Virgen. En segundo lugar porque portándolo, a partir de mi fe, me siento más protegido. El hecho de que sea de plástico solo responde a que es de uso diario y para todo tipo de actividad, pero también marca un poco el estilo de vida que debe tener un soldado, la sencillez y la austeridad. Por otra parte, y particularmente los Comandos, somos de llevarlo. No en vano nuestro lema es “Dios y Patria o Muerte”.




