Medio Oriente es, y ha sido, un punto neurálgico de las religiones monoteístas en el mundo. El judaísmo, el cristianismo y el islam confluyen en un mismo punto del planeta. Por eso, más allá de los conflictos políticos, es una zona que no se puede ignorar. A eso, hay que sumarle que tienen reservas de petróleo y gas natural (y, en el caso de Siria, salida al mar).
Y, como si eso fuera poco, en algunos países de esa región se vive una crítica inestabilidad económica -por ejemplo, en el Líbano, la inflación, la desocupación y la caída del PBI originaron una situación alarmante-. También prevalecen las consecuencias de las políticas colonialistas de las principales potencias; de las guerras que, sobre todo a partir de la década del 60, se enfocaron en atacar a Israel; y, finalmente, de la presencia de grupos fundamentalistas y terroristas que inestabilizan los Estados donde se instalan.

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Un detalle a considerar: esa zona de Medio Oriente está organizada en base a diferentes pueblos y etnias. Además, históricamente, han pasado por ella diferentes imperios, como el Otomano, el Romano y hasta el griego. Fue tras la Primera Guerra Mundial que Francia y Gran Bretaña se repartieron la zona y conformaron distintos gobiernos (aunque encabezados por ellos). Con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los europeos abandonaron el país.
Medio Oriente: una mirada a la situación en Siria
El domingo pasado, Bashar al Asad escapó de Damasco ante el avance de la oposición, liderada por los rebeldes sirios (y a la cabeza de ellos, Abu Mohamed al Jolani). Su huida representó la caída del régimen tras más de 10 años de guerra civil.
Al día siguiente, el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS) designó a Mohamed al-Bashir como primer ministro interino.

Ese mismo lunes, el líder de los rebeldes sirios, al Jolani, coordinó un traspaso del poder ordenado con el primer ministro saliente, Mohamed al Jalali.
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Pero, por qué se llegó a esta situación. Tras la Primera Guerra Mundial, el territorio cayó en manos francesas y fue dividido en dos: Líbano y Siria. Recién en 1941 llegaría la independencia para este último país.
De todas maneras, la independencia no garantizó la estabilidad: los golpes de Estado estuvieron a la orden del día.
Posteriormente, surgió el partido socialista Baas y Siria, en vez de acercarse a Occidente (como su vecino, Líbano), afianzó sus conexiones con la Unión Soviética. Finalmente, tras una serie de golpes de Estado, el Baas asumió el poder en Siria en 1963.
Y, cuando fueron los ataques a Israel, rápidamente Siria, su país fronterizo, se unió a la Liga Árabe. Sin descuidar los conflictos internos, los sirios amenazaron con desviar las aguas del río Jordán, atacaban a los pescadores en el lago Tiberíades (Mar de Galilea) y disparaban desde las alturas del Golán (una meseta de aproximadamente 1.800 kilómetros cuadrados en la frontera entre Israel, Líbano, Jordania y Siria).

En 1967, Israel tomó las alturas. Ese año fue clave, Hafiz al Asad, ministro de Defensa y comandante de las Fuerzas Armadas, esperó el fin del conflicto para dar el golpe final al gobierno sirio y asumir la presidencia durante nada menos que tres décadas.
Desde entonces, el autoritarismo estuvo a la orden del día. Cualquiera que se opusiera tenía los días contados.
En 1973, Siria atacó a Israel y avanzó sobre las alturas del Golán. Los israelíes los hicieron retroceder. Y, si bien se firmó un tratado de paz y se instalaron puestos de observación de Naciones Unidas, aún hoy, la zona es un punto caliente. Y nadie sabe qué podrá pasar tras los últimos sucesos en ese lugar.
Guerra en el Líbano, el patio trasero de Siria
Una cuestión clave para entender esta historia es que, cuando tuvo lugar la guerra civil en el Líbano (a mediados de los 70), Siria intervino. No solo porque en el pasado habían compartido el mismo territorio, sino porque además los chiitas eran mayoría en el sur libanés, era una oportunidad para incomodar a Israel. También Iraq buscaba influir en esa zona y Asad se sentía amenazado por la presencia israelí e internacional en ese país.

Asad no solo envió fuerzas invasoras, sino que fomentó el fortalecimiento de grupos chiitas y extremistas como Hezbollah. Ya en los 90, Siria desarmó a la mayor parte de las milicias, menos a una: Hezbollah.
Lo que siguió no puede ser entendido sin considerar que, en esa década, también se debilitó la URSS, principal aliado de Siria. Asad no tardó en modificar su estrategia y mejoró las relaciones con Occidente. Cuando Irak atacó Kuwait, Siria fue el primer país en condenar la invasión. Además, en 1991, envió a soldados a la guerra en el Golfo Pérsico tras unirse a la coalición liderada por Estados Unidos. Y, en 2001, se unió a la guerra contra el terrorismo encabezada por Bush. Aunque, se sabe, esos tipos de acuerdos nunca son duraderos.
¿Cómo impactó en Siria la muerte de Asad?
Asad padre murió en el 2000. Inmediatamente, tras una modificación en la constitución que redujo la edad mínima de los candidatos presidenciales, el partido Baas presentó como único candidato único a Bashar al Asad (hijo de Hafiz y oftalmólogo recibido en Gran Bretaña): fue elegido con el 97% de los votos. Si bien inicialmente la situación parecía prometedora, el traspaso de poder no representó cambios en la política instaurada por su padre.

Por ejemplo, en el marco de los reclamos democráticos que llevó la Primavera Árabe a la región, Asad decidió reprimir las protestas con sus fuerzas armadas.
Qué incidencia tiene el Islam
Los musulmanes consideran que el Islam es la tercera y última de las religiones abrahámicas. Mahoma, por lo tanto, es el último de una serie de profetas, entre los que se encuentran Moisés y Jesús.
Mahoma nació en el año 570 D.C. en La Meca. Al quedar huérfano, se trasladó a vivir con su primo Alí y fue criado por su tío, también llamado Alí.
Cuando cumplió los 40 años de edad se refugió en una cueva, cerca de La Meca, en busca de sabiduría. Allí se le apareció el ángel Gabriel y le dictó, al oído, la revelación de Alá.

Mahoma regresó y comenzó a predicar esa revelación (el Corán). Poco a poco, en su alrededor, todos fueron convirtiéndose al Islam.
Cuando Mahoma murió en el año 632, su primo Alí y su yerno se dedicaban a preparar el funeral cuando los seguidores designaron al califa (su sucesor) Abu Bakr. El problema: este acto se realizó en ausencia de Alí.
Cuando el califa murió, uno nuevo fue nombrado: Umar. Tras ser asesinado por un esclavo persa en el 644, el califa Utman continuó con las predicaciones.
Tras la ejecución del último, Alí asumió como cuarto califa. Para los sunníes ellos fueron los cuatro compañeros de Mahoma y los recuerdan como los “califas guiados por el camino recto”. Alí murió en el año 661.
Cabe destacar que esa sucesión de líderes religiosos no fue tan simple y despertó resentimientos, en especial en los descendientes y seguidores de Alí (que luego serán llamados chiitas).

Para comprender aún mejor a una de las religiones más importantes del mundo hay que tener en cuenta que existen cinco pilares que la fundamentan: la limosna, el ayuno (todos los adultos deben respetarlo en Ramadán), la peregrinación a La Meca (al menos una vez en la vida), la oración (cinco veces al día y mirando hacia La Meca), y la shahada (credo musulmán). Para algunos existe un pilar más, entendido como la lucha: la yihad.
Chiitas y sunitas
Los musulmanes pueden ser chiitas o sunitas dependiendo de sus creencias.
Los primeros representan a la minoría y no creen en la autoridad de los tres primeros califas, pues para ellos Alí es el legítimo sucesor del profeta Mahoma. Entonces, solo respetan los preceptos de los descendientes de Alí, los imanes.
A los chiitas se los puede encontrar en regiones como Irán, Iraq, Líbano, Pakistán e India.

Si hablamos de los sunitas, estamos refiriéndonos a gran parte de la población musulmana. Según los expertos, el nombre viene de la palabra sunna, que se refiere a la tradición del profeta Mahoma. Ellos creen principalmente en la autoridad de los cuatro primeros califas.
Alauíes
Por su parte, el exlíder sirio, Bashar al Asad, es alauita, al igual que su padre, Hafiz al Asad.
En Siria viven miles de alauíes que, si bien son chiitas, son considerados como herejes por los musulmanes ortodoxos.
Para ellos, Alí, primer imán chiita y líder religioso, fue un profeta de Dios. Según explican algunos expertos, esta tradición respeta festividades como la Navidad, la Epifanía (Reyes) y pascuas cristianas. Pero, si hay algo que hay que tener en cuenta: siguen al pie de la letra el culto a Alí.

¿Quién es quién en Siria?
Lo que hay que tener en cuenta es que en Siria existen facciones con orientación religiosa. El gobierno de Assad (chiita aluita) está enfrentado con los sunnies. El Ejército Libre de Siria, por ejemplo, pertenece a esta rama del Islam, al igual que el Frente Islámico y decenas de grupos más. Estas últimas organizaciones son las que, agrupadas, conforman la oposición.
El dato: en Al Nusra (o Al Qaeda) también son sunitas, aunque son islamistas radicales. Lo mismo ocurre con el Estado Islámico (ISIS) que, además, controlan una parte destacada de Siria (e Irak).