Con el traspaso de las instalaciones científicas Carlini y Brown a la órbita del ministerio de Defensa, se vuelve a unificar el manejo logístico de las bases antárticas.
El día 5 de agosto pasado, la canciller Diana Mondino anunció la transferencia de la administración de dos bases antárticas al ámbito del Ministerio de Defensa. Este anuncio, que fue confirmado por la embajadora Paola Di Chiaro, secretaria de Malvinas, Antártida, Política Oceánica y Atlántico Sur, significa que las bases Carlini (ex Jubany) y Brown, como el resto de las instalaciones científicas argentinas, volverán a ser administradas por Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR).
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Un error común es el de creer que las bases antárticas pertenecen a las Fuerzas Armadas. Por eso es importante aclarar que estas instalaciones no “son” de ninguna institución u organismo y por eso cuando se habla de administración se está haciendo referencia a su manejo integral que incluye determinar, de acuerdo con el presupuesto asignado, cuánta gente va a formar parte de una dotación, qué proyectos van a llevarse a cabo a mediano y largo plazo, qué cantidad de comida es necesaria o cuánto combustible, por mencionar solo algunos de los cientos de elementos logísticos a tener en cuenta a la hora de planificar una invernada.

Evolución de la gestión antártica, de la transferencia a la unificación
La Argentina cuenta con trece bases en el continente blanco. Siete de ellas (San Martín, Belgrano, Esperanza, Orcadas, Marambio, Carlini y Petrel) son permanentes; y seis (Brown, Matienzo, Primavera, Cámara, Melchior y Decepción), temporarias.
Las denominadas permanentes cuentan con una dotación que se renueva año a año, en tanto que las temporarias funcionan de diciembre a marzo en la denominada “campaña de verano”, etapa en la que se incrementa el número de investigadores de modo sustancial.

Todas ellas, al igual que los diversos refugios diseminados a lo largo del denominado “sector antártico argentino”, fueron gestionados desde el inicio de su actividad por las Fuerzas Armadas hasta que en el año 2003 -por medio de un Decreto durante la presidencia de Eduardo Duhalde- la Dirección Nacional del Antártico fue transferida al Ministerio de Relaciones Exteriores y, en consecuencia, las bases Carlini y Brown pasaron al ámbito de Cancillería.
El Ejército, entonces, quedó como responsable de las bases permanentes San Martín, Belgrano y Esperanza. La Armada, de la base Orcadas y la Fuerza Aérea, de Marambio.

Posteriormente, mediante el Decreto Nº 368/2018 del 25 de abril de 2018, el Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR), que hasta entonces se activaba en la época de campaña, pasó a funcionar de modo permanente. Su rol específico es el de conducir las operaciones en el continente blanco, asegurar el despliegue, el apoyo logístico y la actividad científica, gestionando de modo centralizado y en conjunto con la Dirección Nacional del Antártico (DNA) las instalaciones antárticas.
Con la unificación de las direcciones y comandos, cada Fuerza dejó de disponer de un presupuesto propio y autónomo. Los expertos afirman que el hecho de comenzar a trabajar en un espacio común, y pese a que cada cual conserva su idiosincrasia y especificidad, no solo redundó en beneficios prácticos como el abaratamiento de costos al realizar compras comunes sino que también implicó un fortalecimiento de los vínculo entre los miembros de las distintas fuerzas.

En enero de 2024 y durante el viaje del presidente Javier Milei al sexto continente comienza a gestionarse una nueva modificación en la organización antártica que tiene su origen en los problemas de suministros y mantenimiento detectados en la base Carlini.
Este cambio, que se efectivizará con una resolución firmada por la titular del Ministerio de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, y el ministro de Defensa, Luis Petri, determina el regreso a la estructura original, es decir, la responsabilidad del manejo administrativo de las 13 estaciones científicas pasa al Ministerio de Defensa.
La importancia de la experiencia militar en el hostil entorno antártico
Debajo de todas estas idas y vueltas, subyace el interrogante acerca de si es factible reemplazar a las Fuerzas Armadas en el manejo de la logística antártica que incluye, además del soporte a la ciencia, el mantenimiento de las bases y los refugios, la utilización de barcos y aviones, el apoyo a expediciones de otras bases y las operaciones de búsqueda y rescate, por mencionar algunas de las más importantes.

Los especialistas explican que una campaña antártica exige una planificación detallada en la que se determinan los objetivos, desde las actividades científicas hasta los medios a emplear, el tiempo de las operaciones, el cambio de dotaciones, entre otros hitos que son la clave del éxito. Por ello, afirman, hay que aprovechar la eficiencia largamente demostrada de los militares que vienen trabajando en la logística, la preparación y la administración de bases en el sexto continente desde hace más de cien años.





La actividad en la Antártida es difícil y requiere de conocimiento, destreza y experiencia. Las Fuerzas Armadas son indispensables en este entorno hostil debido a su personal altamente capacitado y el equipamiento necesario para operar en estas condiciones extremas.
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La pregunta es si las personas sin ese entrenamiento podrían hacerse cargo de estos desafíos. Los entendidos consideran que, para que sea factible hacerlo con el profesionalismo indispensable, debería crearse una institución similar a las Fuerzas Armadas en cuanto a disciplina, entrenamiento y rigurosidad. ¿Por qué? Porque en la Antártida hasta el problema más ínfimo requiere una solución urgente que impida que se transforme en algo complejo y de difícil resolución.