En Bahía Blanca, un grupo de efectivos militares de elite –rigurosamente entrenados para protagonizar incursiones y operar tras las líneas enemigas– salió durante las primeras horas de la mañana con sus botes y vehículos tácticos. Llevaban consigo trajes de neopreno y elementos de andinismo.
La situación que atravesaban los bahienses requería de la más alta capacitación y estos soldados de pura cepa -que llevan en su sangre el legado heroíco de aquellos comandos que lo dieron todo en la Guerra de Malvinas– se convirtieron en los protagonistas de los rescates en el peor momento de la tragedia.
Por eso, cuando el jefe de la Compañía de Comandos 603, el mayor Federico Alvariño Díaz, recibió al equipo de DEF en las instalaciones que ocupan en Bahía Blanca, fue contundente: la del 7 de marzo fue la primera participación en una operación civil de esta unidad militar.

De todas maneras, a sabiendas de que el entrenamiento y la experiencia los respaldaban, salieron dispuestos a concretar su leitmotiv: cumplir la misión “con la inquebrantable voluntad de vencer”.
El dato: la Compañía de Alvariño Díaz depende de la Fuerza de Operaciones Especiales del Ejército Argentino. Sin embargo, cuando las alarmas se encendieron en la localidad del sur de la provincia de Buenos Aires, pasaron a recibir órdenes directas del comandante del Comando Conjunto de Emergencia, general Jorge Luis Díaz.
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Inundación en Bahía Blanca: “La situación se volvió incontrolable”
“Entre las seis y las siete de la mañana recibí el primer llamado del general Díaz”, cuenta el mayor Alvariño Díaz, quien también añade que la autoridad militar le ordenó que alisten a los efectivos de la Compañía. Posteriormente, los comandos también prepararon los botes, vehículos tácticos y camiones.
En síntesis, preparó todo para salir hacia lo incierto: “Creo que en menos de una hora la situación se volvió incontrolable”.

Según cuenta, tardaron cerca de 40 minutos en inflar todos los botes y prepararse. Por entonces, y rápidamente, abrieron el depósito de la Compañía y tomaron los trajes de neopreno, cascos y todo lo que pudieran llegar a usar: “Estamos acostumbrados. Por ejemplo, cuando dije que tomen material de andinismo, mi gente supo que tenía que llevar mosquetones, descensores y cuerdas”.
El plan fue el siguiente: su personal iría con los botes hacia aquellas viviendas tapadas por el agua, y otro grupo permanecería en tierra, con el objetivo de recibir a los evacuados y sacarlos de la zona en camión.

Sin embargo, cumplirlo no fue para nada fácil. Según cuentan, cuando podrían haber contado con cartas de situación e imágenes satelitales, debieron actuar en una ciudad sin luz, internet y sin ningún tipo de comunicaciones.
“De todas maneras, conocemos los procedimientos que aplicamos en cada actividad. En este escenario, conté con esa ventaja”, dijo, además de explicar que en la Compañía hay oficiales y suboficiales con un alto grado de instrucción y experiencia: “Eso se ve reflejado cuando hay que actuar. Dentro de la desgracia, el balance es positivo: cumplimos con la misión”.
Acciones heroicas: así se vivió la evacuación del hospital Penna
Una vez fuera del cuartel, las fuerzas especiales trabajaron sobre distintos objetivos: con vehículos comenzaron a salvar a varias personas atrapadas por el agua. De hecho, también fueron quienes auxiliaron a los bebés del hospital Penna y pudieron evacuar a todos los internados en terapia intensiva.
Según cuenta el jefe de la Compañía de Comandos, en esa misión también desplegaron los nuevos camiones Volkswagen Robust: en la caja subían las camillas, el instrumental y los botellones de oxígeno. Y, con los recién nacidos, usaron las camionetas tácticas. Ellos debieron cruzar con el agua a tope.
“En segundo lugar, con el grueso del personal, salimos en los botes. Mientras íbamos a la zona del desastre, la gente nos llamaba a los gritos. Me pedían que salve a sus familiares y amigos y me daban sus nombres”, recuerda.

En ese contexto fue cuando un bahiense les pidió que trasladen a una joven embarazada que había comenzado con trabajo de parto y que intentaba cruzar el canal Maldonado para llegar al hospital de cabecera. “Les ofrecí ir al Hospital Militar. Luego supe que la chica pudo tener familia. Seguimos unas cinco cuadras más desde ese punto y, por el agua, ya no pudimos pasar. Así que ordené echar pie a tierra, desembarcar los medios y empezar con los botes. El canal era un río, como el Mendoza. Nunca vi algo igual. La gente estaba desesperada. Así que empezamos a actuar”, cuenta.
Con el agua por el cuello y con la fuerza de un río de montaña
Al mando de Alvariño, el segundo grupo de trabajo comenzó a operar de forma perpendicular al canal: “Las calles que eran paralelas eran un río en bajada. Nos costó mucho avanzar la primera cuadra a pie, sin el bote. Ocurre que no podíamos bajar el motor porque, si bien había agua, tocaba tierra. Así que esos primeros rescates fueron a pie”.
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El primero en entrar al agua fue el mayor Alvariño. Lo sacó hacia abajo, pero pudo llegar al otro lado. Ató una cuerda y, de a uno, comenzaron a cruzar.
“La gente estaba desesperada. Recuerdo a un hombre que me marcaba la casa de una tía quien se encontraba sola arriba de un armario. Mientras, una mujer, en esa misma vereda, ofreció como punto de evacuación su hogar, de dos plantas. Así que ahí contamos con un primer descanso y allí llevaríamos a todos los que subiríamos en el bote. Mientras todo eso pasaba, el agua nos llegaba al pecho y venía con fuerza”, relata.

En ese momento, los comandos pudieron rescatar a mujeres, niños y ancianos. Además, cuentan que todos los vecinos colaboraron. “La gente estuvo dispuesta a ayudar y siguieron nuestras instrucciones. Pero, cuando llegamos a la casa de la señora que permanecía sola, tanto las puertas como las ventanas se abrían hacia adentro. Por el agua se nos hizo difícil ingresar. Fuimos hacia el portón y usamos un caño de fibrocemento como ariete, finalmente logramos abrirlo. Al hacerlo, empezó a salir agua. El auto, que estaba en el interior, flotaba. Logramos atravesarlo y llegamos al comedor, allí estaba la señora, una mujer de unos 70 años. La calmamos y le dijimos que tendríamos que bajarla. Empezamos a caminar para llegar al punto de evacuación que los vecinos nos habían ofrecido”.
Lo cierto es que cuando llegaron, les informaron que había otra mujer en condición similar. Fueron. Esta vez, buscaron ingresar por los techos, pero sin éxito. Además, en la parte delantera había una reja: “Un muchacho que estaba en el ingreso, creo que era el sobrino de la mujer que estaba adentro, se acercó con una barra con la que se hacen pesas en un gimnasio. Con ella logramos quitar la reja. Ingresamos y la mujer, cercana a los 80 años, estaba como en un estado de shock”.
En palabras de Alvariño, la mujer, además, tenía movilidad reducida. Así que la sentaron en una silla y la cargaron hasta el punto de evacuación. Fue el enfermero de la Compañía de Comandos 603 el que sospechó que la mujer estaba sufriendo un ACV. Segundos después, lograron evacuarla al Hospital Militar.

“Tengo la imagen grabada. Estaba ella con toda su cocina flotando alrededor”
En un momento, los vehículos no pudieron ingresar más a la zona, así que empezaron a operar directamente con los botes. “A todas las casas empezamos a llegar por los techos. Fue entonces cuando la fracción se dividió en dos: una trabajó en la zona que no tenía corriente, así que el movimiento era más dinámico y pudieron evacuar a muchísimas familias; yo me fui con el otro grupo a donde sí había corriente. A los gritos, desde los techos, nos pedían por diferentes personas que estaban solas en sus hogares. Recuerdo que nos hablaron de una casa con una señora mayor que no podía salir. Nos marcaron la vivienda y llegamos a su patio. La puerta estaba cerrada con llave, así que, desde afuera, pedimos que nos abra. Cuando lo hizo, tengo la imagen grabada, estaba ella con toda su cocina flotando alrededor. Me pedía que ayudara a sus perros. Yo le pedí que se tranquilizara, que la íbamos a sacar a ella primero”, relata Alvariño.
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Lo cierto es que no fue tan fácil sacarla como pensaban. Afuera, y de manera simultánea, un bote de los comandos se daba vuelta por la fuerza del agua y, cuando lograban estabilizarlo, una camioneta Ford F-100 chocaba contra un poste en la puerta del lugar. Ante ese panorama, sería muy difícil llegar a la casa de la mujer con el bote y, más complicado aún, sacarla por los techos. Habló con su gente y evaluaron distintas maneras de maniobrar, ayudados por cuerdas y contra la corriente, para sacarla sana y salva.
“Finalmente, pudimos acercar el bote bien pegado a la casa. Era tan fuerte la correntada que, si querías poner un pie afuera de la pared de la casa, te llevaba. Fue el peor lugar de todos. Usamos la camioneta de remanso. Lógicamente, la prioridad fue evacuar a la señora, pero nos pedía por sus perros, tres eran del tamaño de un caniche y otro era bastante grande. Así que los levanté y me fui por los techos”, contó el oficial. ¿El final?, cuando la mujer pudo tocar tierra, lo primero que hizo fue preguntar por sus mascotas. “Yo a usted le dije que se los iba a sacar. Ya la están esperando en un camión”, le respondió el militar.

A medida que cargaban los camiones, los vehículos partían hacia el centro de evacuados. Además, cuenta el mayor Alvariño que, de acuerdo a la situación de cada familia, establecieron prioridades. Asimismo, pudieron colocar cuerdas, que sirvieron de guías y puentes para que la gente atravesiese a pie los distintos lugares.
Los relatos del rescate y la humanidad de las Fuerzas Especiales del Ejército
Recuerdo que una familia me planteó que uno de sus miembros era una señora con Alzheimer. “Fui a la casa. Era una mujer grande, que no se podía mover. La acompañaba su hija, adulta, y una mamá con dos nenas. Además, había otras personas con ellos. Les expliqué que nos acercaríamos con los botes, que nos les iba a pasar nada, que el agua les iba a llegar a la cintura, pero que no estaba tan fría y que necesitaba que se colocaran algo en los pies, les pedí que sean zapatillas acordonadas, ya que íbamos a caminar sin saber qué había debajo del agua”, recordó el oficial del Ejército.
Luego de una breve pausa, prosiguió: “Le dije a un capitán de mi Compañía que me acompañara y empezamos a subir para buscarlos. Las nenas estaban muy asustadas. Les pregunté por sus edades, una me respondió que tenía 15. Yo tengo dos hijos, uno de 25 y otra de 16”.

Esta vez la pausa se hizo más profunda. Tras el silencio, Alvariño retomó el relato: “Las criaturas se largaron a llorar, como cualquier niño. Me di cuenta que se me iba a quebrar la voz, así que busqué seguir enfocado. Fue un segundo que me tocó una fibra…así que les dije `chicas vamos a estar bien. Vamos al cuartel´. Tanto ellas como su madre fueron evacuadas y, luego, y usando la técnica de la silla, también hicimos lo mismo con la señora mayor”.
El mayor estima que su grupo pudo haber sacado a quienes se encontraban atrapados por el agua en aproximadamente 30 casas. Mientras, el segundo equipo -que operaba en cercanías a él- sacó a mucha más gente.
Con todas las casas de las zonas aseguradas, los Comandos regresaron a las instalaciones de la Compañía cerca de las seis y media de la tarde. Desde entonces, continuaron alistados en caso de que los volvieran a llamar.