A lo largo de nuestra historia, la defensa ha sufrido las consecuencias de no ser planificada y ejecutada como una polĆtica de Estado que trascendiera las ideologĆas de los distintos gobiernos de turno. En un especial de tres entregas, DEFonline analiza su devenir, los errores, los aciertos y las cuentas pendientes. En esta entrega: De la Independencia a la CampaƱa del Desierto. Por JosĆ© Javier DĆaz*
PolĆtica, diplomacia y guerra
En 1811, declaró su independencia la RepĆŗblica del Paraguay, y su gobierno formalizó cuĆ”les pretendĆa que fueran sus lĆmites territoriales. Como las aspiraciones paraguayas confrontaban con las fronteras reivindicadas por Brasil, ambos Estados comenzaron un largo perĆodo de tensión que tambiĆ©n afectó a otros paĆses, entre ellos a la Argentina.
Tiempo después, Paraguay comenzó a tener fricciones con el gobierno argentino por temas comerciales, lo cual contribuyó a la conformación de una alianza tÔcita entre la Argentina y Brasil, que velaban por sus respectivos intereses comerciales y territoriales.
AdemĆ”s, Asunción tambiĆ©n entró en conflicto con Montevideo por las dificultades que tenĆa para comercializar sus productos en la margen oriental del RĆo de la Plata. Por ello, a fines de 1864, Paraguay envió tropas a Uruguay para apoyar al Partido Blanco charrĆŗa, que mantenĆa un enfrentamiento ideológico y armado contra el opositor Partido Colorado, que a su vez recibĆa ayuda militar de Brasil.
Para acortar distancia y tiempo de marcha de sus tropas, las autoridades paraguayas solicitaron autorización al Presidente argentino BartolomĆ© Mitre para que las fuerzas guaranĆes atravesaran nuestra Mesopotamia en su avance hacia Uruguay, lo cual hubiese implicado abandonar la tradicional neutralidad argentina en conflictos externos.
Pese a no ser autorizadas, en abril del aƱo 1865, las fuerzas paraguayas ingresaron a nuestro paĆs y ocuparon la ciudad de Corrientes, lo cual forzó al gobierno argentino a entrar en guerra, junto a Brasil y Uruguay, en contra de Paraguay, razón por la cual este conflicto se conoció como Guerra de la Triple Alianza.
El cruento enfrentamiento terminó en 1870 con la rendición paraguaya, y significó una importante pérdida territorial para Asunción, ademÔs de un desastre demogrÔfico al morir casi la mitad de sus habitantes y cerca del 90 % de los varones.
Como vemos, antagonismos polĆticos, injerencias en asuntos internos de otros paĆses y disputas comerciales entre vecinos tambiĆ©n afectaron de manera directa a la soberanĆa y población argentinas. La ocupación de Corrientes por parte de las tropas paraguayas se podrĆa haber evitado si Argentina hubiese contado con Fuerzas Armadas mejor pertrechadas y estratĆ©gicamente desplegadas.
Fuerzas Armadas y soberanĆa patagónica
Tiempo despuĆ©s de declararse la independencia de Argentina y Chile, los sucesivos gobiernos de ambas naciones comenzaron un perĆodo de creciente tensión bilateral en torno a sus respectivos reclamos de soberanĆa sobre la Patagonia austral.
Las pretensiones territoriales de los dos paĆses se superponĆan en varios lugares, sobre todo, en la Cordillera de Los Andes (cuya orografĆa complicaba la precisa demarcación de lĆmites con las tĆ©cnicas y equipos de la Ć©poca) y en la región Patagónica.
AdemĆ”s, el conflicto argentino-chileno se fue agravando a raĆz de los violentos ataques a los poblados argentinos y el creciente cuatrerismo que ejercĆan las tribus mapuches venidas de Chile (aborĆgenes nativos del lado occidental de los Andes).
Ya desde los tiempos en que Argentina y Chile dependĆan de EspaƱa, los mapuches comenzaron a ganar presencia en la Patagonia septentrional y en el sur de la pampa hĆŗmeda argentina, donde exterminaron y/o desplazaron a las tribus locales, lo cual redundaba en una mayor influencia chilena sobre nuestro territorio.
Reconocidos historiadores argentinos y chilenos afirman que el producto de los āmalonesā ālos ataques de los mapuches a la población blancaā principalmente ganado en pie (vacas, ovejas y caballos, muchas veces claramente marcado), era trasladado a Chile y vendido en Valdivia con la anuencia de las autoridades trasandinas.
Tras casi medio siglo de luchas internas desde nuestra independencia, la RepĆŗblica Argentina no habĆa logrado avances significativos en cuanto a asegurar la soberanĆa nacional en el territorio patagónico, limitĆ”ndose apenas a mantener las posiciones alcanzadas durante la Ć©poca del Virreinato del RĆo de la Plata.
Al iniciarse la dĆ©cada de 1870, la relación bilateral argentino-chilena se deterioró rĆ”pidamente. En 1872 las autoridades trasandinas en Punta Arenas paralizaron las actividades de una compaƱĆa de pesca que organizaba un empresario francĆ©s en Santa Cruz. Al aƱo siguiente, el gobierno argentino envió al Ć”rea a la goleta āChubutā e instaló una dotación militar permanente en la margen sur del rĆo Santa Cruz, que efectuó exploraciones que llevaron al descubrimiento del Lago Argentino y de evidencias que indicaban la frecuente presencia de buques de guerra chilenos en esa zona.

Ante el despliegue de la Marina de Guerra argentina, el 26 de octubre de 1873 el gobierno trasandino emitió una declaración oficial en la que reafirmaba sus supuestos derechos sobre los territorios al sur del rĆo Santa Cruz, aunque la situación no escaló a mayores.
El 27 de abril de 1876, la determinación del gobierno chileno para hacerse con el control de nuestro territorio austral se harĆa mĆ”s palpable al enviar la corbeta Magallanes al puerto de Santa Cruz (sobre la costa atlĆ”ntica) para capturar una barca francesa que habĆa sido autorizada por el cónsul argentino a extraer guano de dicho lugar.
A raĆz de esta ilegĆtima atribución de soberanĆa por parte de las autoridades trasandinas en la rĆa de Santa Cruz, en 1878 el gobierno argentino envió a la Patagonia una División de buques de la Marina de Guerra al mando del Comodoro Luis Py, cuya misión era hacer acto de presencia y reafirmar los derechos soberanos de la Argentina en el sur.
El accionar chileno generó una fuerte disconformidad en la opinión pĆŗblica argentina, que exigió que se tomaran medidas mĆ”s contundentes en defensa de nuestra soberanĆa. Por lo expuesto, el Presidente NicolĆ”s Avellaneda comunicó al Congreso que: āā¦poniĆ©ndose en el caso de legĆtima defensa, el Poder Ejecutivo ha dispuesto estacionar un buque de guerra en la boca del rĆo Santa Cruz, levantar una fortificación a la entrada del mismo, dotĆ”ndola con caƱones y la guarnición correspondienteā.
Al igual que en los anteriores conflictos que debió afrontar nuestro paĆs, carecĆamos de Fuerzas Armadas adecuadamente equipadas y adiestradas, por lo que de haberse llegado a un enfrentamiento bĆ©lico contra la Escuadra chilena, los buques al mando del Comodoro Py muy probablemente no hubieran sido capaces de vencer a las naves trasandinas. Por suerte para la Argentina, la Armada de Chile no contaba con tantas embarcaciones de guerra y, simultĆ”neamente, debĆa sortear los graves conflictos limĆtrofes que mantenĆa en el extremo norte con Bolivia y PerĆŗ.

En este contexto, y viendo que estaba en juego la soberanĆa e integridad territorial de nuestra nación, el General Julio Argentino Roca (entonces Ministro de Guerra y Marina) puso a consideración del Presidente Avellaneda el desarrollo de una campaƱa militar āconocida como Conquista del Desiertoā cuyo objetivo estratĆ©gico era que las tropas del EjĆ©rcito Argentino avanzaran hacia el sur para ocupar las tierras mĆ”s australes de nuestro paĆs a fin de reafirmar la soberanĆa argentina en la Patagonia, zona que, hasta ese momento, estaba bajo dominio efectivo de los mapuches venidos desde Chile.
En apoyo a las operaciones del EjĆ©rcito Argentino en la Patagonia, el gobierno creó subdelegaciones de la Marina de Guerra en Carmen de Patagones, Puerto Deseado, RĆo Gallegos, Isla de los Estados y Ushuaia, lo que fomentó el asentamiento de las primeras poblaciones argentinas en esas localidades, aspecto fundamental para contribuir al afianzamiento de la soberanĆa nacional en el sur.
SimultÔneamente, comenzó a incorporarse nuevo armamento (fusiles, cañones, etc.) para el Ejército Argentino y modernos buques (acorazados y cruceros) para la Marina de Guerra, lo que posicionó a nuestra Flota de Mar entre las mÔs poderosas del mundo.
El estallido de la Guerra del PacĆfico (Chile contra PerĆŗ y Bolivia), sumado al importante incremento del poder de fuego de la Marina y EjĆ©rcito argentinos, facilitó el arribo a una solución diplomĆ”tica, que se materializó en la firma de un Tratado de LĆmites entre los gobiernos de Argentina y su homólogo chileno en el aƱo 1881.
Continuando con la determinación de reafirmar nuestra soberanĆa en el sur, en 1884 la Marina argentina desplegó una división de seis buques de guerra al mando del Comodoro Augusto Lasserre con destino a la Tierra del Fuego y la Isla de los Estados.
Al arribar a la BahĆa de Ushuaia, el Comodoro Lasserre se encontró con la misión del reverendo britĆ”nico Thomas Bridges, donde estaban reunidos cerca de 350 indĆgenas yĆ”manas, los Ćŗnicos sobrevivientes de esa tribu nativa del sur argentino. Tras una breve conversación entre ambos, el 12 de octubre de aquel aƱo se arrió la bandera inglesa y se izó el pabellón celeste y blanco, acto que sirvió para reafirmar la soberanĆa argentina en el sur de nuestro territorio continental y es considerado como fecha oficial de la fundación de la Ciudad de Ushuaia.
Como vemos, haber contado con una Marina de Guerra capaz de apoyar nuestra diplomacia y defender los intereses vitales de la nación fue clave para asegurar nuestra soberanĆa en Tierra del Fuego, facilitar el apoyo logĆstico (vĆveres, medicinas, materiales, etc.) y proveer a la seguridad de la población argentina que allĆ se instaló.
En la próxima entrega: La defensa argentina en el siglo XX y la actualidad
*El autor es Master europeo en Dirección Estratégica y Tecnológica, se desempeña como consultor de empresas y organismos gubernamentales, nacionales e internacionales.




