En los próximos días, la Tierra podría verse envuelta en una tormenta geomagnética, un fenómeno que ocurre cuando una gran eyección de masa coronal del Sol golpea el campo magnético terrestre.
Estas tormentas, capaces de alterar satélites, comunicaciones y hasta auroras boreales, son el recordatorio más claro de que nuestro planeta sigue bajo la influencia directa del astro que le da vida y también puede desatar su caos.
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El origen de las tormentas geomagnéticas
Una tormenta geomagnética es una alteración intensa del campo magnético terrestre provocada por la interacción entre el viento solar y la magnetosfera de nuestro planeta. Ocurre cuando el Sol emite una cantidad excepcional de partículas cargadas, como resultado de una erupción solar o de una eyección de masa coronal, y esas partículas viajan hasta la Tierra, transportando un campo magnético que puede chocar e interferir con el nuestro.
Cuando el campo magnético del viento solar está orientado en dirección opuesta al de la Tierra, se produce una conexión que permite el flujo de energía hacia la magnetosfera. Este proceso genera corrientes eléctricas intensas y altera la estructura del campo magnético terrestre, desencadenando una tormenta geomagnética.

Estas tormentas no son un fenómeno aislado, sino parte del ciclo natural del Sol, que atraviesa períodos de alta y baja actividad cada once años. Durante las fases más activas, como la que vivimos actualmente, aumentan las probabilidades de que ocurran erupciones solares y eyecciones de masa coronal dirigidas hacia la Tierra.
Cómo será la próxima tormenta geomagnética
Según el Space Weather Prediction Center (SWPC) de Estados Unidos, una de esas eyecciones fue detectada recientemente y se espera que llegue a la Tierra en los próximos días, lo que podría generar una tormenta geomagnética de intensidad moderada. En estos eventos, el viento solar golpea con más fuerza la magnetosfera, comprimiéndola y provocando fluctuaciones en su campo.
El impacto más visible y menos peligroso de una tormenta geomagnética son las auroras polares, esos destellos verdes, violetas y rojizos que iluminan los cielos cercanos a los polos. Se producen cuando las partículas cargadas del Sol penetran la atmósfera terrestre y chocan con átomos de oxígeno y nitrógeno, liberando energía en forma de luz.
Sin embargo, más allá del espectáculo visual, las tormentas geomagnéticas pueden tener efectos concretos sobre la tecnología moderna. Las corrientes inducidas pueden alterar redes eléctricas, afectar la precisión de los sistemas de navegación por satélite como el GPS, interrumpir las comunicaciones por radio y causar fallos temporales en satélites en órbita.

En los casos más severos, como la tormenta de marzo de 1989, que dejó sin electricidad a gran parte de Quebec durante horas, el impacto puede ser significativo. Sin embargo, los pronósticos actuales indican que la tormenta prevista para los próximos días sería de nivel moderado, lo que significa que podría provocar auroras visibles en latitudes más bajas de lo habitual y algunos inconvenientes menores en las telecomunicaciones. Los satélites y las agencias espaciales, en cambio, ya ajustan sus operaciones preventivamente para evitar daños.




